
Signos
Si Claudia sabe tomar distancia y apartarse de Andrés Manuel, sin perder la herencia de la popularidad amalgamada entre la multitud de seguidores incondicionales y fanáticos y la nómina de las bonificaciones constitucionalizadas del Bienestar legadas por el tabasqueño, saldría ganando con el desplazamiento de delincuentes políticos que son factores de violencia y de prosperidad del crimen organizado en sus territorios de influencia, y cuyo procesamiento penal, además de lo que implicaría en el orden de la seguridad y la paz social, prioridad suprema del Estado mexicano, le daría la legitimidad verdadera, la autoestima y la autoridad moral, política y democrática que, ante tantas turbulencias internas e inestabilidades y peligros externos, hoy requiere el liderazgo de ese Estado nacional.
Y no necesitaría hacer gran cosa: sólo evitar respaldos políticos inconvenientes y nocivos, y dejar que Harfuch y la estructura de seguridad federal que dirige vaya más allá de la persecución de operarios, sicarios, huachicoleros y jefes clandestinos del crimen organizado, y haga consignar a sus socios del poder político.
Y por supuesto que mejor sería si el estorbo que representa el Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, fuese removido y reemplazado por una autoridad ministerial menos veleidosa y políticamente acomodaticia, y mucho más consumada y de alta probidad en el quehacer jurisdiccional.
Porque sin la sombra obradorista la Presidenta puede irse sobre los reductos delictivos que son las Fiscalías, las Policías y los Tribunales de Justicia locales, y sobre los gobernantes y grupos de poder a los que sirven, como se ha puesto al descubierto en Tabasco.
Puede, por principio, deshacerse de los encargos y recomendaciones nocivas del exPresidente en liderazgos políticos estratégicos, sobre todo en su partido, en su propio ámbito presidencial, en el Congreso federal, y en los Gobiernos estatales más señalados como delictivos y promotores de la impunidad en que se mueve el crimen organizado.
SM