Signos
El problema en Cuba se llama Abasto.
Cuando hay comida, salud, escuela y seguridad, los derechos humanos y las libertades tienen más márgenes de arreglo.
Tal ha sido el hoyo sin fondo cavado por lo peor de la Revolución.
El prejuicio ideológico y la incompetencia burocrática consecuente del Partido, han impedido el desarrollo de un mercado interno y un sistema fiscal que fortalezcan la sustitución de importaciones y la economía del país, con la convergencia de las propiedades pública, social y privada.
(Empezando los sesenta, Fidel mismo convocó el bloqueo con el desplante de un antiyanquismo monolítico, vociferante, fanático y provocador, y Washington lo impuso, con una arrogancia igualmente retadora, visceral e inamovible.
Hay constancia de que Nixon, como vicepresidente de Eisenhower, hizo todo lo posible por evitar el rompimiento absoluto de las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. Pero Fidel terminaría decidiendo que sólo necesitaba una sociedad unilateral con la URSS, y que en su isla no quedaría ni el mínimo rastro de capitalismo ni de propiedad privada ni de economía de mercado. Y la propiedad privada -se sabe desde siempre pero sobre todo desde Freud- no es sino una extensión del instintivo y ególatra Yo, y es, como la vida privada, una parte del ser humano mismo que Fidel intentó enajenar, cual si fuera un invento y un artificio del materialismo, y ha sido el mayor de sus errores y el más pesado lastre del sistema económico y del Estado revolucionario; un error que mostró sus graves dimensiones tras el derrumbe soviético y debió suprimirse en los noventa, durante la densa crisis del Periodo Especial, y no se hizo.)
Si la Revolución tiene tiempo de romper con ese arcaísmo genético podrá salvarse. Sigue teniendo base social, pese a las grandes y justificadas decepciones, defecciones y deserciones. Pero no tiene más tiempo para gradualismos, mezquindades, regateos y engaños de los dogmáticos. O se moderniza con amplitud hasta tapar el pozo de la contradicción y el maleficio históricos, o no tendrá una segunda oportunidad sobre la tierra.
La persistencia de la escasez ha condenado el bloqueo pero también la inviabilidad económica del modelo, y ha escindido a la sociedad hasta los límites del enfrentamiento.
Pero es el régimen quien tiene que mover las fichas de la renovación hacia la nueva era. De otro modo no habrá diálogo ni unidad. Y sin eso no hay mañana.
Abierto el sistema y dinamizado el mercado nacional (el abasto, el salario y la disponibilidad fiscal), habrá la suficiente unidad crítica contra el bloqueo y tolerancia para la recuperación. Y las fuerzas técnicas e intelectuales forjadas por la Revolución, harán el resto.
¿Es posible la utopía antes del abismo y el caos?
SM