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Signos
Ahí donde las bandas criminales operan a sus anchas; donde la violencia es el pan de cada día y se impone la extorsión y el pago de tributos que cobran los grupos del narcoterror para dejar vivir; y donde fluyen, en fin, todos los negocios del crimen organizado como parte de la cotidianidad y la nueva cultura de los pueblos; ahí, como lo sabe cualquiera, la autoridad es cómplice y socia de los criminales, o es una representación espuria de la sociedad que es tan nociva como la criminalidad misma, cuyas actividades favorece con su existencia inútil, su impotencia o su tolerancia. Y en tal sentido y antes de colaborar con Gobernadores y Presidentes Municipales en el combate al ‘narco’ y la inseguridad en el país, la Jefa del Estado Mexicano debiera pasarlos a todos por la mira detallada de la Inteligencia y la investigación criminal, incluyendo a los Fiscales estatales y a los jefes policiales locales. Porque son ellos los factores principales del crimen organizado en sus demarcaciones. Porque si cualquier vecino de pueblos y ciudades medias puede saber de los ‘malandros’ que cobran qué y a quién, de los que pasan por el pago de la ‘luz’, de los que revisan facturas de comercios e imponen cargos a determinadas mercancías, de los que reciben comisión por ventas o alquiler de inmuebles, o de los que se apropian de las propiedades que quieren, por ejemplo, ¿no lo ha de saber la Policía, o el Alcalde o el Gobernador? Claro que entre la complicidad y la permisividad nadie se salva. Aquí no hay inocentes. Y entre las lisonjas y elogios conque los gobernantes locales -los de su partido y de su verde alianza delictiva, lo mismo que algunos opositores huérfanos de capital político y una cada vez más mísera base social de sus liderazgos y sus partidos- procuran esconder sus culpas, Claudia debe identificar a esos factores políticos de la violencia y del dominio del ‘narco’ en sus Estados y que hoy día, más a menudo, derraman flores a su vera. Porque más que de coordinación y colaboración, esos sujetos deben, acaso, ser objetos de vigilancia, de persecución y de consignación penal. Recibir elogios de los gobernantes locales en cuyos territorios cunde el crimen y la inseguridad, que es ya en todo el país, puede ser, en más de un caso, recibirlos de un socio suyo de la mafia.
SM