La ficción democrática mexicana 

Signos

Por Salvador Montenegro

– La única manera de que el obradorismo trascienda las presidenciales del veinticuatro sería con un liderazgo popular de las dimensiones del de Andrés Manuel, que no existirá más. 

– La única manera de que los comicios mexicanos no sean de los más caros del mundo en este país pobre y tan desigual; de que campañas y candidatos no sean financiados de manera decisiva con recursos públicos ilícitos y de las mafias empresariales y criminales (cuatro de cada cinco pesos son ilegales); y de que las cúpulas partidistas y electorales dejen de ser grupos independientes de poder destinatarios de toda suerte de privilegios económicos perpetuos e ininterrumpidos, y todas las estructuras desmesuradas que controlan dejen de serlo, asimismo, y sólo sean financiadas mediante el erario -y con estricta y austera racionalidad- durante las temporadas de comicios (además de ser reducidas significativamente en su composición federal y estatal, del mismo modo que el inconcebible número de legisladores plurinominales procedente de la reforma setentera del lópezportillismo); la única manera, en fin, de que todo ese sistema deje de ser un mastodonte y se convierte en una institucionalidad moderada, servicial y sin ínfulas de poder supremo en un país sin recursos para sostenerlo de manera sustentable y que ‘sólo’ requiere de dirigentes políticos respetables y de especialistas electorales competentes, discretos, neutrales y ajenos al protagonismo político y mediático; la única manera es que los sectores políticos enfrentados por su radicalismo invencible y mezquino entiendan -como en la España posfranquista- que la nación no es un negocio particular de nadie ni un botín en disputa, y que la democracia exige reformas permanentes de consenso y de diálogo que convoquen la diversidad y en torno de las cuales se asuma un compromiso de inclusión de todos los legítimos representantes de las mayorías y de las minorías sociales. 

– Es decir: la única manera de conquistar lo imposible, no existe, por supuesto. De modo que lo que sí puede ser viable es hacer que lo más peor, sea menos malo. Aunque eso también parezca utópico, porque no se advierten en el horizonte liderazgos meritorios, populares y medianamente honestos, que puedan convertirse en factores decisivos. 

– ¿Puede ocurrir que el mayoriteo parlamentario no signifique control electoral?… No. ¿Es mejor una elección popular directa de la autoridad electoral?… Tampoco: ¿quién diablos conocería a los candidatos propuestos para ejercerla como para que la población pueda votarlos? ¿Qué es mejor?… Habría que discutirlo. Pero el debate civilizado y plural es imposible. Sólo quedaría la esperanza remota de que en el desmadre ganaran los menos peores. 

– Y tantán… 

SM

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