‘La Misión de Paz’ de Jean Daniel, JFK y Fidel Castro

Pinceladas

Jean Daniel, el periodista francés, transmitió un mensaje del presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy al líder cubano Fidel Castro, horas antes del magnicidio de Dallas…

Santiago J. Santamaría Gurtubay

El decano de los periodistas franceses estaba almorzando con el Comandante de la Revolución Cubana en su residencia en Varadero cuando se enteraron en directo del asesinato de Kennedy, el 22 de noviembre de 1963. “¿Cómo? ¿Un atentado?”.  Nos dice que Kennedy acaba de ser abatido en Dallas. Y continúa la conversación. “¿Herido? ¿Muy gravemente? Relató en su libro publicado en 1973. “Regresa a sentarse a la mesa y repite tres veces: Es una mala noticia. Finalmente, el anuncio fatal: el presidente Kennedy ha muerto. Fidel se levanta y dice: “Este es el final de su misión de paz…”, escribió Jean Daniel sobre este episodio que dio la vuelta al mundo. Muere el periodista Jean Daniel, referente de la izquierda francesa. El periodista francés Jean Daniel habla con el escritor Regis Debray, entonces asesor de política exterior del presidente François Mitterrand, tras una visita al Centro Georges Pompidou, en París, falleció el 19 de febrero del 2020, por la noche. a la edad de 99 años. El “periodista francés más prestigioso” falleció “tras una larga vida de pasión, compromiso y creación”, anunció este jueves L’Obs (como se llama la publicación desde 2014) en la nota fúnebre publicada en su sitio internet. “Fue a la vez un testigo, un actor y una conciencia de este mundo”, apuntó el semanario. El presidente francés, Emmanuel Macron, lamentó en Twitter la pérdida de un “monumento del periodismo”. Jean Daniel se había hecho célebre en 1963, al entrevistar al presidente estadounidense, John Fitzgerald Kennedy, quien le transmitió un mensaje para el líder cubano Fidel Castro.

Un mes después, Jean Daniel viajó a Cuba, donde se reunió con Castro. En su libro ‘Le temps qui reste’ (El tiempo que queda) narró los días que pasó en compañía del dirigente cubano. “Al principio, Fidel me escuchó -quiero decir, escuchó a Kennedy- con un interés devorador: tocándose la barba, apretando y enderezando su boina negra, ajustando su chaqueta de guerrillero, lanzando mil luces brillantes desde las profundas cavernas de sus ojos”, escribió en su libro, recordó el sitio del semanario. Jean Daniel estaba almorzando con Castro en su residencia en Varadero cuando se enteraron en directo del asesinato de Kennedy, el 22 de noviembre de 1963, en el  Estado de Texas. “¿Cómo? ¿Un atentado?’ Nos dice que Kennedy acaba de ser abatido en Dallas. Y continúa la conversación. ¿Herido? ‘Muy gravemente?”, relató en su libro publicado en 1973.Regresa a sentarse a la mesa y repite tres veces: Es una mala noticia. Finalmente, el anuncio fatal: el presidente Kennedy ha muerto. Fidel se levanta y dice: “Este es el final de su misión de paz”, escribió Jean Daniel sobre este episodio que dio la vuelta al mundo.

Su carrera periodística le confirió numerosos premios y distinciones, como el Premio Príncipe de Asturias de la comunicación en el año 2004, y el nombramiento de Comendador de la Legión de Honor. Nacido en el seno de una familia judía el 21 de julio de 1920, en Blida, Argelia (antigua colonia francesa), Jean Daniel, cuyo apellido de nacimiento era Bensaid, combatió la ocupación de los nazis en Francia. En 1947, después de haber cursado estudios de filosofía en la Sorbona, fundó la revista cultural ‘Caliban’ con el apoyo del escritor de ‘La Peste’ y ‘El Extranjero’ de Albert Camus, que se convirtió en uno de sus amigos. Unos años después cubrió para el semanario ‘L’Express’ la guerra de Argelia. Tras un breve paso por el diario ‘Le Monde’, fundó en 1964, junto al empresario Claude Perdriel, ‘Le Nouvel Observateur’, que dirigió hasta el año 2008. Bajo su dirección, ‘Le Nouvel Observateur’ se convirtió en el adalid de grandes causas sociales como la legalización del aborto o los derechos de los homosexuales, recordó el sitio del semanario. Durante su vida dialogó con los grandes intelectuales del siglo XX, como Jean-Paul Sartre, Claude Lévi-Strauss, Michel Foucault…, pero también con las más grandes figuras políticas, incluyendo François Mitterrand o Shimon Peres. En 2016, este “pesimista maravillado”, como se solía definir, dijo: “para mí, el descanso es la muerte”. Tenía entonces 96 años.

Por años Pablo Hiriart, chileno naturalizado mexicano, periodista, quien asumió en 1990,la dirección general de la agencia gubernamental Notimex.  buscó la revancha a una merecida humillación profesional con el director y fundador de ‘Le Nouvel Observateur’, Jean Daniel, y por distintas circunstancias no fue posible. A pesar de ser abril (2007), la tarde estaba soleada en París y aproveché para curiosear en el mercado sobre ruedas instalado en la Place de la Bourse, mientras daba la hora para la entrevista que un buen amigo me había conseguido con el legendario director y fundador de ‘Le Nouvel Observateur’, Jean Daniel. En su libro ‘Los Míos’ (Galaxia Gutemberg. Círculo de Lectores) están descritos con afecto entrañable y sinceridad sin concesiones (de su amigo el escritor Andre Gide, cita a Simon Leys: “un pedófilo, un ávaro y un antisemita. Una vez dicho eso no se ha dicho nada”) a aquellos que de una manera u otra lo acompañaron en su vida y ya estaban muertos. En 1971 publicó ‘El traje nuevo del presidente Mao’, libro en el que denuncia la barbarie de la Revolución Cultural en China. Como nos sucede a todos: “un buen día percibimos a nuestro alrededor una dispersa comitiva de personas y reconocemos en ella a algunas sin las cuales no seríamos lo que somos, explica Milan Kundera en el prefacio del libro que arranca con el poema de Guillaume Apollinaire, llamado precisamente ‘Comitiva’. Milan Kundera es un novelista, escritor de cuentos cortos, dramaturgo, ensayista y poeta checo. Desde 1975 reside con su esposa en Francia, cuya ciudadanía adquirió en 1987. Le hubiera preguntado sobre periodismo, como lo entendía Francois Mauriac, defensor de De Gaulle que se quedó solo en esa trinchera –con Andre Malraux–, frente a todos los grandes intelectuales del momento que eran profundamente antigaullistas. Jean Daniel dice en este libro que para Mauriac no hay más periodismo que el político: “Consiste fundamentalmente en posicionarse a diario sobre todo lo que concierne a la política interior y exterior”. Le preocupaba mucho menos “evitar contradecirse que expresar del modo más exacto posible lo que cree justo en el momento en que escribe”. Pide Jean Daniel que escuchemos a Mauriac: “Un buen periodista es, en primer lugar, aquel que logra que le lean. Es el que retiene al lector a su pesar, el que, en cierto modo, le atrapa, el que le obliga volver a leer desde el principio un artículo al que sólo había echado una ojeada al primer y al último párrafo. El artículo no debe ser un soliloquio, un recalcar, rumiar las propias ideas, el periodista debe agarrar por las solapas a un interlocutor invisible y esforzarse en convencerlo. El buen periodismo es un diálogo”.

Nada de eso le pregunté al director de Le Nouvel Observateur’. Ni sobre otro amigo suyo, François Mitterrand, el “gran seductor narcisista y astuto que había reinado casi tres lustros en el Elíseo”, como lo describe. Cuenta Daniel que “se decía de Mitterrand que sólo sentía pasión por sí mismo y que sus sucesivas convicciones estaban al servicio de su fervor egocéntrico”. Al regreso de una gira a Washington, el presidente Mitterrand lo invitó a comer en La Cantine des Gourmets, en la avenida de la Bourdonnais –“llegué puntual, él se hizo esperar”. El viejo zorro socialista y europeísta habló un poco del viaje, comentó la necesidad estratégica de acercarse a Alemania, y luego se abrió el ser humano con el tema que le acompañaba junto con su enfermedad: la muerte. Nada acerca del lugar donde su amigo Matisse descubrió el azul inigualable de sus pinturas. Henri Émile Benoît Matisse fue un pintor francés conocido por su uso del color y por su uso original y fluido del dibujo. Como dibujante, grabador, escultor, pero principalmente como pintor, es reconocido ampliamente, junto con Pablo Picasso, como uno de los grandes artistas del siglo XX. O por qué decía que “no podría sentirme a gusto con alguien a quien dejen indiferente algunas páginas de ‘La Condición Humana’ de Malraux, integrante de su comitiva, a quien destaza en el libro porque se perdió en el glamour de la televisión. André Malraux fue un novelista, aventurero y político francés O algo más sensible aún, con el profundo significado que tiene al salir de la pluma de este amigo y crítico de De Gaulle y discípulo de Albert Camus: “La vida no tiene más sentido que el que le dan los seres que amamos”.

El 24 de octubre de 1963 se entrevistó con John Fitzgerald Kennedy para trasladar un recado al máximo líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro: era posible la coexistencia pacífica entre los dos países. Si Cuba dejaba de apoyar los movimientos revolucionarios del continente, Estados Unidos levantaría el bloqueo económico. “Salí de la Oficina Oval de la Casa Blanca con la impresión de que yo era un mensajero de la paz. Yo estaba convencido de que Kennedy quería un acercamiento, quería que yo regresara y le dijera que Castro deseaba un acercamiento”, aseguró Daniel años. Jean Daniel era el legendario periodista independiente de los poderes públicos. Ello le trajo muchos problemas incluso con sus amigos como François Miterrand. El ex primer mandatario francés quería saber más de la cuenta sobre Fidel Castro y John Fitzgerald Kennedy. El jurado que concedió el premio destacó que la labor de este argelino de origen sefardí, que participó en la liberación de Argelia y fue voluntario en la División Leclerc contra Hitler, supone recoger la herencia intelectual, el coraje y el rigor ético de autores como Albert Camus o George Orwell, convirtiéndole en un baluarte del mejor periodismo humanista de nuestra época. En la entrega del galardón, Daniel, cuyo prestigio internacional comenzó gracias a una entrevista que realizó a John F. Kennedy, hizo un llamamiento ante un repleto Teatro Campoamor a luchar contra “ese nuevo mal” llamado terrorismo, “heredero del nazismo y el bolchevismo”.

Entre sus obras destacan ‘El error’ (1953); ‘Diario de un periodista’ (1959); ‘El tiempo que queda’ (1973), con el que obtuvo el Premio Internacional de Prensa; ‘El refugio y la fuente’ (1977); ‘La era de las rupturas’ (1979); ‘De Gaulle y Argelia’ (1986), ‘Las religiones de un presidente’ (1988); ‘La herida (1992); ‘El amigo inglés’ (1994) y ‘Naciones y nacionalismos’ (1996). François Mitterrand nunca pudo ser amigo Jean Daniel. No entendió a los periodistas y menos a su decano quien siempre guardó silencio sobre ‘La Misión de Paz’. Tras valorar el magnicidio de Dallas, consideró con el Comandante de la Revolución de Cuba, que la historia debía conocer el fracaso de un proceso de paz, interrumpido por las balas Lee Harvey Oswald, un exmarine estadounidense que, presuntamente asesinó a John F. Kennedy, presidente de los Estados Unidos, el 22 de noviembre de 1963. Oswald había sido liberado honorablemente del servicio activo en el Cuerpo de Marines y enviado a la reserva. Desertó a la Unión Soviética en octubre de 1959 y vivió en Minsk hasta junio de 1962, cuando regresó a los Estados Unidos con su esposa rusa, Marina, y finalmente se estableció en Dallas. Cinco investigaciones gubernamentales concluyeron que Oswald disparó y mató a Kennedy desde el sexto piso del Texas School Book Depository mientras el presidente viajaba en una caravana por Dealey Plaza en Dallas en un Lincoln convertible, acompañado del gobernador de Texas y sus respectivas esposas. A pesar de la evidencia forense, balística y de testigos presenciales que respaldan los hallazgos oficiales, las encuestas de opinión pública han demostrado que la mayoría de los estadounidenses no creen en la versión oficial de los hechos emitidos por la Comisión Warren.

Jean Daniel, decano mundial del periodismo el hombre que acompañó a Miterrand en la Península de Yucatán. Escribió Carlos Fuentes… “Era joven (para un francés). Bien parecido (para su edad). Inteligente (como casi todos los franceses). Y era misterioso. Tenía un aire de personaje de Graham Greene o de Eric Ambler. Solo que su personalidad misma escondía juventud, apariencia física, inteligencia y misterio, detrás de una fachada de bonhomía sonriente y elocuencia verbal. ¿Lo había visto, muchos años antes, acompañando a su amigo Albert Camus en las noches existencialistas del cabaret Tabú? ¿Lo veía ahora como realmente era, o como el emisario de una relación peligrosa y esperanzada dentro de la guerra fría?

Él pasaba por México desde Washington y rumbo a La Habana. No había comunicación aérea entre Cuba y Estados Unidos, de manera que el paso por México era obligado. Él acababa de conversar en la Casa Blanca con el presidente John F. Kennedy, quien reconoció que pocos países habían sido tan humillados por Estados Unidos como Cuba y que ahora Estados Unidos pagaba el error de haber apoyado a Batista. Solo que Cuba ya no era un problema cubano, sino mundial, insertado en la guerra fría. Castro obraba, quizás, por independencia, locura, orgullo, o ideología. “Venga a verme cuando regrese de Cuba -me dijo el presidente Kennedy, asesinado en el momento en que él, Jean Daniel, conversaba con Fidel Castro en La Habana. El líder cubano imaginaba lo imposible: que Kennedy entendiese la realidad latinoamericana y se convirtiese en el más grande presidente de los Estados Unidos…”. “Cuento lo anterior porque sitúa a Jean Daniel en el centro mismo de su profesión de periodista. Escucha. Entiende. ¿Calla… o publica? ¿Dice… o guarda silencio? Lo mueve una sensación hiriente: la cruel intimidad, no de Kennedy y Castro, sino de Estados Unidos y Cuba. Lo asalta una pregunta aún más cruel: ¿La muerte revela secretos? Lo persuade, en fin, una convicción profesional: el periodismo permite revelar lo que no afecta a la vida personal de terceras personas. Tardé en darme cuenta de esta verdad, presente en la conciencia del hombre que conocí en México, el que venía de Washington e iba a La Habana. Creí entenderlo un poco mejor durante la visita a México del presidente François Mitterrand en 1981. Simpatizante del presidente, simpatizante del socialismo, noté entonces en Jean Daniel una cierta distancia que se resistía a la seducción que tan bien sabía desplegar Mitterrand.

Distancia, pero no por antipatía hacia el poder, sino por esa fidelidad a la polis, a la ciudad, a la sociedad, que es la fidelidad del periodista y que dificulta la amistad con el poder cuando se escribe sobre el poder. No hablo, aquí, de divergencias frontales y legítimas del periodista con un poder opuesto al periodista, sino de la -¡cuánto más difícil!- relación del periodista con un poder con el que está de acuerdo, pero al cual no puede dejar de juzgar, en nombre del periodismo, sí, que es el nombre de la sociedad, de la política, de la polis, de la ciudad compartida por el poder y sus críticos, incluso de los que simpatizan, pero no dejan de juzgar al poder.

Entendí entonces, que el misterioso hombre que iba de Washington a La Habana, que el escéptico hombre que acompañaba a Mitterrand a Yucatán, tenía una lealtad con su profesión que no le impedía acercarse al poder pero diciéndole al poder: soy respetuoso, pero no soy conformista. Soy periodista: quiero conocer la afirmación y su negación; quiero conocer la negación y su afirmación. La historia, nos dice Milan Kundera, no es maestra de la verdad, por el simple hecho de que se está haciendo y no ha dicho su última palabra. Esto es lo que hace Jean Daniel: ve la historia que se está haciendo. Se niega a ponerle el letrero “Fin” a la historia porque cree, con ironía cierta, con escepticismo visible, que debemos abrir un horizonte mejor para todos, “fuera -nos dice- de la facilidad del hábito y la fatiga del uso”.

En México, durante mi juventud estudiantil, me reservaban un ejemplar, de ‘L’Express primero’, del ‘Observateur’ en seguida, en la ‘Librairie Française’ del paseo de la Reforma. Era nuestra manera de ligarnos al mundo, fuera de las exigencias del nacionalismo mexicano. Nuestra manera, leyendo a Jean Daniel, de hacernos parte del mundo, partícipes de sus peligros y de sus oportunidades también, pero sobre todo, leyendo a Jean Daniel, de entendernos mejor a nosotros mismos. África del Norte nos concernía. Checoslovaquia era nuestra. Francia nos pertenecía, y éramos, por todo ello, gracias a Jean Daniel, más mexicanos, más latinoamericanos. ¿Qué nos decía, pues, nuestro grande y querido amigo? Lo mismo que le dijo hace años Albert Camus, con la voz de Juliette Greco en la penumbra, al salir del ‘Tabú’. “No podemos tener la razón solitariamente”. Gracias, Jean Daniel, por estar con nosotros.

*Este artículo de Carlos Fuente fue publicado en el periódico español El País, el 11 de octubre del 2010.

@SantiGurtubay

@BestiarioCancun

www.elbestiariocancun.mx

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *