La sucesión en puerta y el gobernador sin “delfín”…

La cosa pública…

Por José Hugo Trejo

         Cuando faltan menos de dos años para la elección de gobernador del Estado y poco más de año y medio para el registro de candidatos que contenderán por tan importante encargo público en Quintana Roo, el actual mandatario estatal, Carlos Joaquín González, no sólo no muestra contar con un favorito o favorita que lo pueda suceder, sino que no se le ve siquiera como el jefe o líder de un partido político determinado.

         El gobernador Carlos Joaquín llegó al cargo como abanderado de una alianza partidista que conformaron los partidos Acción Nacional (PAN) y de la Revolución Democrática (PRD), luego de su salida del Partido Revolucionario Institucional (PRI) por las presiones y acosos que sufriera de parte del exgobernador Roberto Borge Angulo, quien se convirtió en su principal adversario político desde el proceso de sucesión de 2010, no obstante que le ganó la designación de candidato a gobernador para suceder a Félix González Canto.

         Al principio de su gestión, Carlos Joaquín parecía estar más identificado con el PRD de Agustín Basave, el dirigente nacional perredista que más interés le puso a la alianza partidista que derrotó al priismo quintanarroense en 2016; sin embargo, la decadencia del partido del Sol Azteca en el plano nacional y estatal, lo han llevado últimamente a definir su posición partidista del lado de Acción Nacional aunque no se muestre como el jefe estatal de dicho partido, ni los panistas locales lo consideren como tal.

De ahí pues que a estas alturas el gobernador Carlos Joaquín pueda considerarse como un jefe político estatal que no sólo no tiene definido un “delfín” para sucederlo ni un determinado partido político por el cual postularlo y respaldarlo en su sucesión, que ya otros se están disputando en el partido del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador.

Carlos Joaquín parece ser así el primer gobernador de Quintana Roo que de manera voluntaria está renunciando a la prerrogativa del poder no escrita, en la que el mandatario en turno, por lo menos a nivel local, tenía mano en la formación del cuadro político que debía sucederlo, aunque para algunos gobernadores a la hora de la hora no ocurriera la sucesión como ellos pensaban a deseaban.

El primer gobernador del Estado electo por los quintanarroenses, Jesús Martínez Ross, aunque no era de su elección personal, supo llevar a Pedro Joaquín Coldwell a sucederlo en 1981, para cumplir así el compromiso que contrajo cuando él fue impulsado a esa importante posición por su antecesor David Gustavo Gutiérrez Ruiz, quien supo vender muy bien las dos primeras gubernaturas del recién ungido Estado Libre y Soberano.

Pedro Joaquín Coldwell, ya como segundo gobernador del Estado, hizo lo propio para que quien era su admirado amigo, el doctor Miguel Borge Martín, se convirtiera en su sucesor en 1987.

El doctor Borge Martín no tuvo las condiciones políticas nacionales propicias para que tan sólo intentara incidir en la nominación del candidato priista a sucederlo. Tenía algunos favoritos, pero no tenía aversión alguna por los aspirantes a sucederlo. De ahí que su sucesor, Mario Ernesto Villanueva Madrid, llegara a la candidatura y a la gubernatura estatal con el sentimiento de no debérsela, pero tampoco de no cobrárselas a él en lo personal, porque a sus colaboradores sí les fue como en feria.

Desde su arranque en el Gobierno estatal, Villanueva Madrid hizo notorio su respaldo a Jorge Polanco Zapata para que lo sucediera sobre todos los demás aspirantes. En la primera oportunidad lo hizo senador de la República, y cuando llegaron los tiempos de la sucesión, lo llamó al Estado para hacerlo poderoso secretario estatal de Planeación y Desarrollo. Al final de cuentas no pudo hacerlo candidato del PRI a la gubernatura. Fue obligado a respaldar a su comadre, Addy Joaquín Coldwell, a quien él había introducido a la política y la había hecho diputada federal; sin embargo, maniobró a última hora para que la cozumeleña perdiera el proceso interno de selección e hizo que ganara quien finalmente fue su sucesor, Joaquín Ernesto Hendricks Díaz. El costo para Villanueva Madrid fue más que político, pues tras una implacable persecución fue puesto preso por más de 20 años y aún se mantiene en esa condición, pero ya en su casa desde hace unas semanas.

Hendricks Díaz no tuvo problemas para dejar en su lugar en 2005 a Félix González Canto, ni éste para que su sucesor fuera Roberto Borge Angulo en 2011.

Borge Angulo se obstinó en formar políticamente a José Luis “Chanito” Toledo Medina como su “delfín”; lo hizo diputado local y coordinador del Congreso del Estado y luego diputado federal, por el PRI of course, pero no pudo hacerlo candidato, perdiendo así de alguna manera en dos ocasiones: primero con la candidatura priista que se la dieron a Mauricio Góngora Vera, expresidente municipal de Solidaridad tras las rejas, y luego la gubernatura en la elección de 2016 a manos de quien él convirtió en su principal enemigo político, el actual gobernador Carlos Joaquín.

A Carlos Joaquín parece no interesarle dejar un sucesor a modo, eso parece… Por eso es que ninguno de los integrantes de su gabinete ha destacado políticamente para llamar la atención. Tal vez los resultados de la elección federal de 2018 lo dejaron sin cartas, pues por el PAN solo tiene a la senadora Mayuly Martínez Simón, que no ha crecido mucho políticamente en la entidad y muy difícilmente crecerá para competir en la sucesión que viene. Tiene cuadros con experiencia para tratar de unir al PRI y al PAN, como el secretario de Gobierno, Arturo Contreras Castillo, el priista mejor posicionado en el Gobierno estatal.

Y le queda muy poco tiempo al gobernador Carlos Joaquín para armar una candidatura competitiva y rodearla de los partidos que le son afines hasta ahora, si es que tiene interés en dejar sucesor a modo, lo cual hasta ahora no parece…   

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