¿Los dinosaurios del crimen seguirán allí, como activos de la regeneración nacional?

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Signos

La violencia del narcoterror y el dominio del crimen organizado en Estados como el del Caribe mexicano, identifican a sus autoridades: su corrupción, su impunidad y su identidad y fuerza simbiótica. Pero también la tolerancia y la complicidad de los Poderes federales con ellas.

Si en realidad el oficialismo procurase la regeneración nacional, cual el nombre de su movimiento y su partido, tendría que empezar consigo mismo: refundarse y transformarse en otra cosa. Porque hoy día, la moral que pregona, más que una burla política es una tragedia integral. Y algunos de quienes más se han encumbrado en la vida pública y más debieran predicar con el ejemplo de la moderación y del respeto a la legalidad por cuanto más visibles y protagonistas del quehacer político son y más exitosos han sido cuestionando la moral opositora, más enemigos de su credo fundacional parecen sus ejemplos, sus conductas, sus censurables comportamientos privados, cada vez más públicos y favorables a sus críticos y a la propaganda enemiga de quienes tanto han atacado.

Andrés Manuel abrió un día la convocatoria para sumar oportunistas que engrosaran sus filas y para disputar con suficiente fuerza militante el liderazgo del Estado a los grupos de poder panistas y priistas y socios de la oligarquía privatizadora, neoliberal, saqueadora, cleptómana, etcétera, etcétera, etcétera, de cuyos partidos migraron los oportunistas necesarios que engrosaron su causa hacia las supremas alturas republicanas al cabo conquistadas.

Pero, ¿y luego?

¿Pensaba que su movimiento era el de las aguas depurativas, donde su magia carismática habría de curar de sus perfidias congénitas a los incontables maleantes de esa delincuencia política oportunista convencida de que con su liderazgo de expriista y la conquista de los fueros más altos del país seguiría lucrando a manos llenas y sólo bastaría enarbolar la bandera y repetir la prédica de la renovación moral para seguir ganando sin tener que abandonar, en los casos más envilecidos, los negocios criminales asociados a ellos, como los de Bermúdez, en Tabasco, y los de Fiscales y jefes de Seguridad estatales y Gobernadores y exGobernadores sinaloenses, sonorenses, guerrerenses, bajacalifornianos, oaxaqueños, chiapanecos, quintanarroenses, veracruzanos, tamaulipecos y de todo el país?

¿Pensaba, Andrés Manuel, en la sanación obradorista de los oportunistas asociados al crimen organizado, por ejemplo, con cuya contribución política y financiera terminó arrasando en las elecciones y apoderándose con ellos y los candidatos de su partido del control de casi todas las Entidades Federativas, donde la violencia del narcoterror y todos los negocios del crimen organizado siguieron prosperando con cargo a la causa de la renovación moral, ahora no delamadridista sino obradorista?

¿Pensaba en regenerar a los malandros del oportunismo, o en traicionarlos y apartarlos del camino del Movimiento de Regeneración Nacional una vez conquistado el objetivo presidencial? Porque si pensaba mantenerlos consigo, como lo hizo, entonces el primer traidor a la causa de la regeneración moral ha sido él. Porque, como el del guatemalteco Monterroso, en el cuento de la ‘cuarta transformación’ mexicana los dinosaurios de la corrupción justificados para alcanzar el más alto poder de decisión del Estado y moralizarlo y democratizarlo en favor del interés del pueblo todavía están allí. La pregunta ahora es si seguirán allí. Porque si así ha de ser, seguirá adelante la mentira presidencial de la renovación moral y la regeneración nacional. Y, si no, debe ganarse la guerra contra la inseguridad, empezando por arrasar con la delincuencia política obradorista bajo la que prospera el crimen organizado.

Nada más aberrante que la prédica de la moralización en un modo de vida como el de la política donde el engaño y la demagogia con armas esenciales en la disputa por el poder, la supremacía y el control del Estado.

Luchar por la moralización y la superación ética de la representación política de una sociedad es justo y necesario. Pero no es una causa creíble y verdadera cuando por principio se establece y se declara que para ganarla se requiere la contribución de oportunistas de la delincuencia política a los que luego se garantiza permanencia, impunidad y vista gorda en sus inocultables sociedades y negocios criminales.

SM

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