Signos
Pues sí, al autoritarismo se puede llegar por la vía de una democracia de mayorías electoras de pobre bagaje crítico y alto decaimiento económico y moral, manipuladas por la propaganda de grupos y liderazgos oligárquicos, extremistas y demagogos convincentes frente a las crisis legadas por regímenes de Estado incompetentes y corruptos o por izquierdas igualmente fallidas en el ejercicio del poder. Al fascismo, en efecto, se puede llegar por la vía de elecciones libres que al cabo favorecen a supremacistas que se asumen como los más libertarios del mundo. Pero llamar autoritaria a una izquierda mexicana presidencial que en lugar de atacar a sus opositores políticos y a sus poderosos grupos oligárquicos enemigos y de reprimir a sus voceros periodísticos e intelectuales se dedica más bien a defenderse de las cotidianas ofensivas de una propaganda mediática tan insolente y tan intensa y tan abiertamente explícita en su naturaleza facciosa y su intencionalidad alevosa y proditoria, es de risa loca. Y sobre todo si quienes lo afirman, como Aguilar Camín, son afamados pensadores que tan bien vivieron con sus negocios editoriales gracias a jefaturas de Estado rapaces que los financiaron para servirse de sus adulaciones intelectuales, y a cuyo relevo democrático desde la izquierda acusan ahora y por eso mismo los tales pensadores -por la pérdida del mecenazgo servil-, de traicionar la democracia que la llevó al supremo poder del Estado nacional para imponer en su lugar el peor de los autoritarismos, o por lo menos uno más malo que el que tanto los enriqueció a ellos con dinero público. Porque el cobre que enseñan es que si aquellos eran autoritarios y habían llegado al poder presidencial por medio del fraude electoral, como Salinas, pues eran ‘sus autoritarios’, y por lo menos no habían llegado a ese poder traicionando la democracia, como estos de la izquierda de ahora que hicieron a un lado a sus corruptos patrocinadores y favorecedores -los de los intelectuales- por la vía democrática y ahora hacen a un lado la vía democrática para volverse autoritarios. Lo lastimoso del argumento intelectual del coro laudatorio del autoritarismo de ayer y crítico del que acusan hoy, es que en las naciones democráticas la ‘izquierda autoritaria’, acusada de tal cosa por la crítica adversaria de la derecha, no resiste con alta popularidad la guerra opositora de una oligarquía tan bien armada de recursos mediáticos y de opinión pública como la mexicana. En Venezuela, la ‘dictadura chavista’ de Maduro se menea en perpetuos altercados electorales y de impopularidad. En Brasil, los ‘dictadores comunistas’ como Lula van y vienen mediante alianzas milagrosas que con un mínimo diferencial de votos impiden apenas la perpetuidad de los libertarios ultraderechistas como Bolsonaro, el demócrata militar acusado de golpista. En Ecuador, el ‘comunismo correísta’ es derrotado por las mafias económicas y mediáticas cada vez que intenta regresar al poder en medio de la ingobernabilidad, la anarquía y la impunidad criminal en que se impone el ‘narco’. En Argentina, el ‘autoritarismo izquierdista’ es una repetición de fracasos electorales seguidos de los fracasos de los libertarios nostálgicos de la dictadura militar. En Bolivia, la ‘dictadura izquierdista’ se ha partido en dos bandos enemigos y se degüella a sí misma en una impopularidad que vitorean los grupos racistas y rapaces de siempre. En Chile gobierna la ‘izquierda comunista’ con un mínimo diferencial de seguidores y una Constitución del golpismo pinochetista que las mayorías electoras y sus representaciones parlamentarias se resisten a reformar. Los ‘comunistas uruguayos’ igual suben y bajan del Estado con balotajes o segundas vueltas electorales. Y en México, con grupos económicos beneficiarios de regímenes privatizadores de la riqueza pública y dueños absolutos de la industria mediática más influyente en nación alguna sobre la Tierra, la ‘izquierda totalitaria y autoritaria y dictatorial’ hace posible que los banqueros tengan las mayores utilidades de la historia y permite que los representantes políticos e intelectuales y periodísticos de la oligarquía la acusen de todos los males y perversiones que se les ocurran e infamen a sus mayores líderes con toda suerte de infundios y campañas de improperios, y esa ‘izquierda autoritaria y traidora a la democracia’ sigue invicta y con sus jefes de Estado alcanzando niveles de popularidad de alrededor del setenta por ciento o de los más altos del mundo. Y sí, es cierto: por esa vía de la democracia popular se puede imponer la arbitrariedad del totalitarismo, como ocurre, en efecto, en El Salvador y en Nicaragua. La diferencia es que en México no se reprime a nadie. Las empresas mediáticas más lucrativas y enemigas del régimen no callan. Los empresarios más cínicos y ricos y ofensores del Gobierno izquierdista y campeones de la evasión fiscal sólo son conminados a cumplir con sus obligaciones de contribuyentes y son denunciados en la opinión pública apenas disparan primero -contra la ‘izquierda gobiernícola’- desde sus imperiales foros de comunicación social obtenidos de la corrupción privatizadora defendida ahora por los acusadores de la ‘izquierda autoritaria’ y beneficiaria de la democracia. Claro que hay un amplio y numeroso sector de esa llamada ‘izquierda autoritaria’ que constituye el peor de sus desprestigios y que procede en buena medida de los tugurios políticos del neoliberalismo privatizador que tanto desprestigio como beneficio económico aportó a sus entonces aduladores y hoy acusadores del ‘despotismo izquierdista’ en el poder del Estado nacional. Por supuesto. Y tal es la asignatura pendiente del claudismo. Limpiar la impudicia militante y el oportunismo y el negocio de los que aspiran a un autoritarismo que blinde sus ganancias al viejo estilo de los intelectuales salinistas, es el porvenir esperado de quienes, en efecto, no quieren que la democracia se convierta en la ‘autocracia izquierdista’ que hoy denuncian los ganadores de los tiempos de la autocracia neoliberal.
SM