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Organizaciones defensoras de animales denunciaron, hace años, en las redes sociales, la existencia de “un centro de tráfico ilegal de animales”. El origen de este ‘parque temático’ en Kanchanaburi data de 1999 cuando unos agricultores locales encontraron en la jungla cercana un cachorro “símbolo de fuerza, astucia y buena suerte” y lo entregaron, siguiendo una costumbre ancestral, a Buda… Descubren 40 cadáveres de crías de tigre y otras especies protegidas en. Policías de Conservación de Parques Naturales rescatan a 147 felinos con signos de maltrato. Eran drogados y encadenados para que los turistas les acariciaran y se tiraran ‘selfies’ junto a ellos.
Santiago J. Santamaría Gurtubay
Las autoridades tailandesas descubrieron hace unos años 40 cadáveres de crías de tigre dentro de un templo conocido por utilizar estos felinos como reclamo turístico, denunciado desde hace años por activistas como un centro de tráfico de animales. Los cachorros fueron hallados por los equipos del Departamento de Conservación de Parques Naturales junto a los cadáveres de otras especies protegidas. los oficiales iniciaron el rescate de 147 tigres alojados en el recinto del templo Pha Luang Ta Bua Yanasampann, también conocido como el Templo del Tigre, situado en la provincia de Kanchanaburi, en el oeste de Tailandia. Los responsables del templo se negaron a colaborar con las autoridades. Las autoridades rescataron 40 felinos, apuntaba el portal Khao Sod.
El templo, que abrió en 2001 con siete tigres, era un reclamo para turistas, que se paseaban y se hacían fotos con los animales, motivo por el que también ha sido criticado durante años por organizaciones defensoras de animales. Los tigres parecían sedados cuando estaban en contacto con los turistas, según las organizaciones protectoras, que incluso han llegado a acusar al recinto religioso de ser una tapadera para un negocio ilegal de tráfico de animales. Entre los cadáveres de los animales también se han encontrado recipientes con intestinos y otros órganos, que, de confirmarse que son recientes, apoyarían las acusaciones de los activistas. Los responsables del templo han negado durante años que maltraten o trafiquen con animales. Los tigres rescatados, algunos de los cuales no son autóctonos de Tailandia, serán trasladados a diferentes centros especializados en el país.
“¿Quieres ir al Templo del Tigre en Kanchanaburi? ¿Quieres contribuir al maltrato animal de estos animales?”, preguntaban en sus carteles colgados en Twitter y Facebook un colectivo autodenominado ‘Mochileros’. “El Templo del Tigre de Kanchanaburi, -explicaban los animalistas- es sin duda una de las visitas turísticas más ofrecidas por las agencias de viajes de Bangkok lo que la ha convertido en una de las mayores atracciones del país con cientos de visitantes todos los días. Estos turistas vienen con la idea de disfrutar de un día en contacto con los tigres, animales de una gran belleza, atraídos también por la espiritualidad del lugar. El origen de esta actividad en Wat Pha Luang Ta Bua surge a finales del pasado siglo cuando unos agricultores locales encontraron en la jungla cercana el cachorro de un tigre. Estos fueron al templo y se lo entregaron a los monjes para que lo cuidaran…
Este gesto se convirtió con los años en un intento de crear un santuario para la acogida y protección de tigres, que empezaron a convivir con los monjes que según cuenta la tradición consiguen domesticar la fiereza del animal con su modo de vida y sus rezos , de ahí que monje y tigre puedan vivir sin problemas o riesgo. Esto es lo que han estado buscando y creído durante años miles de turistas que diariamente visitan el Templo del Tigre y buscan sacarse la famosa foto con uno de estos tigres … Desgraciadamente esta verdad esconde muchas mentiras y desgraciadamente la explotación de estos increíbles animales”.
“Lo que se esconde es un oscuro negocio de venta ilegal de animales protegidos, explotación y maltrato”, denuncia Care For The Wild
“¿Qué hay detrás de todo esto?”, se preguntan y responden… “Según denuncia la reconocida organización de defensa de los animales Care For The Wild en su web lo que se esconde es un oscuro negocio de venta ilegal de animales protegidos, explotación y maltrato animal en las condiciones en las que los tigres viven en el templo. Les obligan con amenazas y golpes a interactuar con los turistas. Esto se ha venido denunciando públicamente ante organismos internacionales de defensa de la vida animal, durante muchos años, haciéndose nulo caso.
Al entrar al templo lo primero que nos cuentan es que no hay riesgo aunque no se debe llevar cierto tipo de ropa que pueda incitar a un ataque. No se permite tampoco fotos con flashes y que sobre todo a esa horas el tigre, de manera natural esta adormecido. Nos recalcan que están bien alimentados y que el trato desde cachorros con el humano y la vida monacal le ha quitado agresividad, viviendo medio libres por el templo. Nos dicen también que los beneficios económicos de las visitas van directamente para el cuidado y manutención de los tigres y el propio templo”.
“Los tigres viven en condiciones de habitabilidad pequeñas y mal equipadas sin reunir los requisitos mínimos para albergar animales de esas características. Recluidos unas 20 horas todos los días, hasta el momento de llegada de los turistas para sacarse la foto. Durante las exposiciones publicas adoptan rasgos típicos de animales con problemas de comportamiento incluso se habla que son drogados con algún tipo de opiáceo. Esto se explica por el comportamiento adormecido que tienen durante las sesiones de ‘selfies’que se hacen con los visitantes. Expertos aseguran que es imposible quitar la fiereza e instintos a un gran felino como es el tigre.
Se habla de tráfico ilegal de crías pues no hay ficheros oficiales sobre los orígenes de estos tigres, ni informes de cría en cautividad ni de entrega de animales. Todo esto se ha intentado en vano tratar con las autoridades del templo. Además de todo esto, actualmente, funciona casi como un zoo pues aloja a muchas más especies de mamíferos, aves y reptiles sin las mínimas instalaciones veterinarias y habitabilidad que debería de reunir un recinto así. Los cuidadores y voluntarios no poseen ningún tipo de preparación tanto para el cuidado como para poder controlar una situación peligrosa ante una reacción instintiva del animal.
Por todo esto creemos que debería de ser una actividad en la que no debería de participar nadie y no contribuir al maltrato de estos animales. Desgraciadamente la inmensa mayoría de turistas visitan el Templo del Tigre en Kanchanaburi sin tener una mínima idea de lo que está sucediendo y sin saber a lo que están contribuyendo. Todo parece indicar que en unos días o semanas saldrán a la luz todas las historias de estos monjes budistas ‘ecoturistastraficantes’.
Un estudio de la Universidad de Cambridge estima que los parques nacionales y reservas naturales reciben cada año 8,000 millones de visitas
Sin saberlo ni pretenderlo, los turistas amantes de la naturaleza la están poniendo en peligro. En su amor por la vida salvaje, buscan acercarse lo más posible, esa fotografía a pocos metros de distancia y, si el guía les deja, poder alimentar al animal. Pero, un estudio muestra ahora cómo el contacto con los humanos induce cambios fisiológicos y conductuales en los animales. Se vuelven más confiados y, cuando los turistas se van, son más vulnerables a otros humanos, esta vez armados con rifles, o al ataque de sus depredadores.
El ecoturismo o, como muchos ecólogos prefieren llamarlo, turismo de naturaleza, se ha convertido en un fenómeno masivo. Un estudio de la Universidad de Cambridge estimaba a comienzos de año que los parques nacionales y reservas naturales reciben cada año 8,000 millones de visitas, más que la población mundial. Solo la moda de nadar junto a los delfines atrae a 13 millones de personas anualmente. Tanta visita genera más de 520,000 millones de dólares anuales. Aunque una ínfima parte de ese dinero, unos 10,000 millones, se dedica a conservar estos espacios naturales y a la investigación, son millones que le vienen muy bien a la naturaleza. El problema es el precio que los animales pueden estar pagando.
Un grupo de investigadores estadounidenses, franceses y brasileños ha revisado lo que se sabe del impacto que tiene en los animales el contacto con los humanos. A estudios previos, han sumado sus propias investigaciones sobre los cambios fisiológicos y en la conducta que tiene un animal salvaje cuando se habitúa a la presencia humana. Han encontrado una especie de proceso de aculturación en los animales que presenta muchos paralelismos con los domesticados o con los que viven en las zonas urbanas: se vuelven confiados, demasiado confiados.
Durante los muchos años que puede durar el proceso de domesticación de una especie, como los caballos o los perros, los humanos han primado aquellos genes que los hacían más dóciles y tolerantes hacia sus dueños. Además del aumento de la productividad, como en el caso del ganado, los procesos principales inducidos por la acción humana son la reducción de la agresividad y rebaja del miedo, acciones humanas de la que han sabido aprovecharse depredadores como pumas y lobos.
Los animales no solo se vuelven confiados con los turistas, también están haciéndolo con los humanos cazadores y con los depredadores
No hacen falta milenios para completar la domesticación. En 1999, un estudio paradigmático demostró cómo se podía domesticar al zorro en unas pocas generaciones. El 80% de los zorros del experimento terminaron siendo más dóciles. A nivel físico, mostraban una menor pigmentación de la piel, las orejas más flácidas y la cola más corta. Los dos últimos, son elementos claves en su sistema de alerta. Fisiológicamente, la docilidad se manifestó con una menor producción de corticosteroides, hormonas que intervienen en el estrés. Un estudio similar, esta vez con salmones, comprobó que los criados en cautividad mostraban una menor tendencia a la huida ante la presencia de los tiburones.
Las ciudades también son un narcótico para muchos animales. Como ocurre con la domesticación, los entornos urbanos mitigan la tendencia natural a la huida en caso de una posible amenaza. Algunas especies de ardillas, por ejemplo, echan a correr cuando se les acerca un humano a una distancia hasta siete veces más corta en la ciudad que sus congéneres del medio rural. Otro estudio con 48 especies de aves europeas estimó que los ejemplares urbanos echaban a volar dos veces más tarde que los de fuera de la ciudad.
Pero las urbes tienen otro efecto más sutil que también reduce la respuesta de los animales. La presencia de humanos hace que los depredadores se alejen, lo que convierte a las ciudades en santuarios para muchas especies que acaban por descuidar sus sistemas de alerta. En 2012, una investigación con 15 especies de aves mostró cómo los pájaros urbanos se resistían menos a su captura o porfiaban menos cuando se atacaba su nido que los que anidaban en el campo, lo que sugiere una conducta más relajada ante los depredadores.
El estudio actual, publicado en Trends in Ecology & Evolution, sostiene que las manifestaciones más perjudiciales de los procesos de domesticación y urbanización también se están produciendo entre los animales salvajes fruto del contacto humano. Los animales no solo se vuelven confiados con los turistas, también podrían estar haciéndolo con los humanos cazadores y con los depredadores.
“La presencia humana provoca cambios en el estado fisiológico normal de los animales”, dice Daniel Blumstein de la Universidad de California
“Sabemos que el aumento de visitas de los humanos lleva a algunas especies a tolerarlos y comportarse de maneras que sugieren que se han habituado a nuestra presencia. También sabemos que en algunos casos, se habitúa deliberadamente a los animales salvajes para elevar las oportunidades para el turista, como hemos visto con los grandes simios, chimpancés y gorilas en varios lugares de África. Y sabemos que estos simios acaban siendo más vulnerables a los cazadores furtivos”, dice el ecólogo de la Universidad de California y coautor del estudio, Daniel Blumstein.
Esta exposición a los turistas puede actuar de dos formas sobre la conducta de los animales. Por un lado, como ocurre en las ciudades, la presencia de humanos no peligrosos crea un escudo protector que ahuyenta a los depredadores. Esto hace que el animal se relaje. En el Parque Nacional Grand Teton (Wyoming, EE UU), los alces y antílopes americanos pasan menos tiempo en estado de alerta, dedicando más rato al forrajeo en aquellas zonas donde se congregan más turistas a verlos. Además, forman grupos más pequeños y la mayor dimensión de la manada es otro mecanismo que les protegería de los pumas o lobos.
A nivel fisiológico, este menor estado de alerta se puede relacionar con la producción hormonal. “La señal de estrés se manifiesta a menudo por medio de la producción de cortisol”, comenta el investigador de la Universidad Federal de Mato Grosso (Brasil) y principal autor del estudio, Benjamin Geffroy. El problema es que los estudios realizados hasta ahora ofrecen resultados contrapuestos. Ante la presencia de humanos, algunas especies presentan altos niveles de cortisol, mientras que otras los tienen bajos.
“Incluso desde el punto de vista de las especies, parece que los resultados dependen mucho de la duración de las visitas turísticas. Por ejemplo, los gorilas salvajes habituados desde hace tiempo a la presencia humana tienen menos corticoides en sus heces que los habituados recientemente. Sin embargo, los gorilas no habituados presentan niveles menores que los habituados. A primera vista puede parecer un sinsentido, pero lo que debemos tener en cuenta es que, sea cual sea la especie, la presencia humana provoca cambios en el estado fisiológico normal de los animales”, sostiene Geffroy.
“La creciente actividad humana cambia la conducta de los animales, nuestro amor por las áreas naturales no siempre es benigno”
El estudio deja abiertas dos cuestiones claves que, para los investigadores, necesitan ser respondidas lo antes posible. Por un lado, no se sabe si estos procesos acaban siendo transmitidos a las siguientes generaciones. Y, por el otro, aunque hay varios ejemplos ya demostrados, queda por establecer si la habituación a los humanos rebaja las defensas ante los depredadores de forma generalizada.
Blumstein recurre de nuevo a la domesticación y la urbanización para temer que sí: “El proceso de domesticación animal descansa tanto en la doma como en la selección para crear animales que convivan mejor con nosotros. En las áreas urbanas, los animales se comportan de forma diferente de las rurales y, en determinadas especies, los científicos han encontrado evidencias de que la selección natural en curso explica algunas de estas diferencias. No sabemos el grado en el que el ecoturismo puede estar provocando estos cambios en la vida salvaje pero sospechamos que lo puede hacer si el contacto se mantiene con una duración e intensidad apropiada”.
El dilema que plantea esta investigación es difícil de resolver. ¿Hay que cerrar el paso de los turistas a los espacios naturales? Además de ecólogo, Blumstein pasó buena parte de su carrera usando el ecoturismo como mecanismo para que los humanos amaran la naturaleza y llegó a escribir una guía turística de un parque de Pakistán. “Pero también me he dado cuenta de que la creciente actividad humana en áreas prístinas cambia la conducta de los animales y estos cambios pueden tener consecuencias ecológicas”, asegura y añade: “En última instancia, nuestro amor por las áreas naturales, viajando hasta ellas, no siempre es benigno”.
“En algunas zonas del planeta, el turismo de naturaleza es muy importante para la financiación de los esfuerzos de conservación”
El biólogo de Cambridge autor del cálculo de las visitas a los parques nacionales, Andrew Balmford, reconoce que es una cuestión complicada. “En algunas zonas del planeta, el turismo de naturaleza es muy importante para la financiación de los esfuerzos de conservación y mantener el apoyo político y de la comunidad”, advierte. Pero, además de más estudios como piden los autores de la investigación, Balmford coincide con ellos en algunas medidas que se podrían tomar: “La clave es reconocer que las visitas pueden provocar interferencias importantes y buscar minimizarlas regulando esas visitas, mejorar el desarrollo de infraestructuras y, donde sea posible, acotar las actividades para que algunas áreas permanezcan inaccesibles a los turistas”.
Guía responsable del turista de fauna salvaje, la interacción con especies amenazadas, puede contribuir a su maltrato o todo lo contrario
¿Quién no ha soñado alguna vez con acariciar un tigre? Los chinos incluso dicen que el gato se creó, precisamente, para que el ser humano pudiese darse ese gusto. Pero hay quienes no se conforman con disfrutar de una mascota. Necesitan hacerse un ‘selfie’ junto al rey de los felinos. Y, como siempre hay alguien con olfato para el negocio y falta de ética, existen lugares en Asia donde pueden hacer realidad esa fantasía. Algunos de ellos incluso aseguran ser santuarios para estos animales en peligro de extinción. No obstante, diferentes expertos advierten de que son todo lo contrario, y de que los turistas pueden estar promoviendo el maltrato animal sin ser conscientes de ello.
Uno de los centros más polémicos era el hoy más que cuestionado Templo de los Tigres de Tailandia, situado en la provincia de Kanchanaburi. El lugar se ha convertido en atractivo habitual de los viajes organizados que parten de Bangkok y que también visitan el afamado puente sobre el río Kwai. Aparentemente, el lugar está regido por monjes budistas que aseguran estar rehabilitando los tigres para su reintroducción en el hábitat natural. No obstante, es fácil observar que los ejemplares mostrados al público, casi siempre apáticos y permanentemente encadenados, están siendo utilizados con fines comerciales en condiciones que diferentes ONG han calificado de lamentables.
“Son víctima de mutilaciones, se les practica la desungulación -amputación de las uñas-, y hasta se les rocía con un spray con orina para mantenerles en un estado de sumisión”, denuncian desde la organización pro derechos de los animales FAADA. “Viven alojados en ambientes inadecuados, carentes de todo tipo de enriquecimiento y privados de espacio suficiente, no se les alimenta de acuerdo a sus necesidades nutricionales, y pasan la mayor parte del día en exhibición para los visitantes, atados a una cadena y sedados para garantizar que los turistas puedan interaccionar con ellos y hacerse fotos. En total una media de unos 880 visitan el centro cada día”, explica María Moreno, responsable del programa de Turismo Responsable de FAADA.
Así, después de una larga polémica que dura ya años, uno de los responsables de la Wildlife Friends Foundation, Edwin Wiek, anunció el rescate de al menos 75 tigres para su ingreso en un verdadero centro de rehabilitación gubernamental, en 2015. El objetivo final es cerrar el templo, pero hay grandes intereses económicos que lo impiden. Se demostró en febrero, cuando los responsables se negaron a liberar a los tigres durante una redada llevada a cabo por la policía tras la denuncia que hizo un activista. Acusaba al templo de haber vendido tres ejemplares. Porque el problema de estos zoológicos recreativos no reside únicamente en la explotación comercial de los animales. También fomentan su tráfico ilegal.
Los tigres de las granjas en China valen mucho más muertos que vivos, se elaboran pociones medicinales y licores supuestamente vigorizantes
Rafael Salvador es un joven investigador especializado en criminología medioambiental que está preparando su tesis doctoral en la británica Universidad de Middlesex. Además de haber estudiado delitos forestales en España y en Australia, ha elegido examinar el impacto del turismo de fauna salvaje en varios lugares de Asia, y el templo de los tigres de Tailandia ha sido uno de los casos que ha analizado con más detenimiento. “Para muchas organizaciones es el centro del eje del mal, y quería descubrir por qué”, explica.
Ya lo ha descubierto: “En primer lugar, promueve una cosificación del animal, ya que lleva a cabo una actividad comercial sacando al tigre de su hábitat natural y manteniéndolo en malas condiciones. Esos ejemplares jamás podrán ser reintroducidos en la jungla porque allí no durarían ni diez minutos. Además, el centro no sirve para concienciar a los visitantes sobre la necesidad de proteger a una especie de la que apenas quedan 350 ejemplares en libertad, ni siquiera ofrece información sobre ella. Por si fuese poco, se cree que sirve para traficar con los tigres”.
Lo mismo sucede en las granjas de tigres existentes en China. Se trata de instalaciones muy básicas que se disfrazan de parques temáticos y están abiertas al público. En su interior se crían tigres con fines de dudosa legalidad. En la norteña ciudad de Harbin, en un gran recinto dedicado al tigre siberiano, los felinos viven en semilibertad y son utilizados como atractivo gore, ya que los visitantes que recorren las llanuras a bordo de camiones pueden adquirir todo tipo de animales vivos para darles de comer y divertirse grabando cómo los descuartizan. Y mucho peores son centros como el de Guilin, donde muchos de los tigres están famélicos. Pero ahí reside una de las claves del negocio: los animales valen mucho más muertos que vivos. Así que, aunque no pueden matarlos, simplemente los dejan morir. Luego, con sus cuerpos se elaboran todo tipo de productos: desde pociones medicinales del vademécum tradicional chino, hasta licores supuestamente vigorizantes.
Existe una técnica llamada ‘pajaan’, cuya finalidad es “romper el alma” de los animales para que se conviertan en seres sumisos
“Su existencia es muy preocupante porque hacen creer al consumidor chino que el animal está disponible, lo mismo que un pollo o una ternera. Las granjas crean confusión sobre lo que es legal y lo que no”, añade Salvador. A pesar de que la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES) prohíbe taxativamente el tráfico internacional de las mismas, estas granjas operan en un limbo legal, ya que teóricamente no tienen relaciones comerciales con el extranjero ni afectan a los ejemplares en libertad.
El investigador español destaca otro punto negro de estos lugares. “Es factible tener un registro de los tigres adultos que viven en centros como el templo de los tigres o las granjas chinas, pero es muy difícil controlar los cachorros que nacen. Así, a veces matan al adulto y dejan que el cachorro crezca para tomar su lugar y que nadie descubra que hay un tigre de menos”. Unos amigos del País Vasco, meses atrás, pudieron comprobar que en todos los centros siempre hay cachorros enjaulados y sin ningún tipo de distintivo identificativo. La gran pregunta es qué se hace con esos ejemplares. “Mientras haya demanda, habrá oferta”, sentencia Salvador, poco optimista sobre el futuro del tigre. “China es el principal consumidor de fauna amenazada del mundo, y los avances son muy lentos”.
Otra especie en peligro de extinción se ha convertido en un gran atractivo turístico para Tailandia, los elefantes y sus interacciones con humanos
Algo similar sucede con los elefantes, otra especie en peligro de extinción que se ha convertido en un gran atractivo turístico para Tailandia. No hay más que ver la abundancia de viajes organizados que incluyen algún tipo de interacción con los paquidermos. Pero, una vez más, Salvador afirma que los turistas pueden ser contraproducentes. “Hay que tener en cuenta que, en algunas ocasiones, se alinea a los animales y se les hace trabajar hasta la extenuación. Se les entrena con violencia para realizar diferentes exhibiciones frente a los turistas, y son utilizados para transportar a los visitantes a través de recorridos por el bosque. Las sillas se instalan en la espalda, lo que provoca problemas de salud en el elefante, que debería ser montado en el cuello”.
Desde FAADA añaden que muchos de estos elefantes “son capturados de manera furtiva, desplazados de su hábitat, y separados tempranamente y de manera abrupta de sus madres y del resto de la manada”. Es sólo el principio de un largo calvario. “Además del estrés físico y emocional que esto supone para ellos, los elefantes son sometidos a un cruel entrenamiento por parte de sus cuidadores, que se basa en la gestión de su comportamiento a través de la dominancia. Se trata de una técnica llamada pajaan, cuya finalidad es “romper el alma” de los animales para que se conviertan en seres sumisos, incapaces de desobedecer a las órdenes de los humanos. Consiste en una tortura física y emocional continuada, que implica que el animal es encerrado en una jaula, privado de comida y descanso, y golpeado repetidamente, hasta que exhausto y dolorido se rinde”, analiza Moreno. “Entonces puede ser usado para pasear turistas o realizar espectáculos de todo tipo, desde bailar al ritmo de música de discoteca, hacer todo tipo de acrobacias y piruetas, hasta pintar un cuadro”.
Los investigadores insisten en buscar una fórmula para alcanzar un modelo de turismo sostenible y respetuoso con el medio ambiente
Según el investigador, entre el 20% y el 40% de todo el turismo mundial implica de alguna forma la fauna salvaje. En países como Australia, el porcentaje alcanza incluso el 44%. En demasiadas ocasiones, el bienestar del animal es lo último en lo que piensan quienes hacen negocio con ellos. Así, en Filipinas es posible sujetar a una tortuga gigante para hacer monerías con ella, o molestar al tarsero, el primate más pequeño del planeta, para poder fotografiarse con él durante el día, cuando debería estar dormido. Algo similar sucede en Indonesia con centros para orangutanes que ya se han acostumbrado al ser humano y son incapaces de vivir sin él. La lista es larga y, lógicamente, se extiende por todos los continentes.
Pero, ¿es este turismo siempre categóricamente negativo? Salvador está convencido de que no, y señala un caso beneficioso que ha estudiado: el Elephant’s World de Kanchanaburi. “Se trata de un santuario de elefantes en el que los animales se rehabilitan en condiciones idóneas para su conservación, en un entorno similar al salvaje. La gente puede visitar el centro e interactuar con los animales sin provocarles estrés. Además, se les informa en profundidad sobre la situación del elefante. Ese creo que es un punto clave, porque es importante formar a la gente y concienciarla sobre la necesidad de buscar una fórmula para alcanzar un modelo de turismo sostenible y respetuoso con el medio ambiente”.
No obstante, ante la compleja situación que se dibuja, ¿cómo puede un turista decidir si un centro que va a visitar promueve el maltrato animal o no? El experto en criminología verde reconoce que es complejo dar una respuesta, pero proporciona una curiosa solución. “Internet se ha convertido en una herramienta muy útil a la hora de hacer turismo, y no es una excepción en este caso. Un estudio de Oxford ha demostrado que los centros de fauna salvaje que cuentan con una puntuación inferior al 80% en plataformas como TripAdvisor deben la baja calificación a que los visitantes han identificado algún tipo de maltrato animal”. Por eso, el valenciano recomienda leer opiniones sobre los centros antes de visitarlos. “Ante la falta de un sistema internacional de calificaciones -similar al de las estrellas de los hoteles, por ejemplo, puede ser una buena guía”.
FAADA proporciona algunas pistas más. “Aunque no estamos a favor de que existan animales salvajes en cautividad, entendemos que haya gente que quiera verlos y conocerlos, especialmente cuando viaja a otros países, y por eso intentamos potenciar alternativas respetuosas desde nuestra iniciativa de Turismo Responsable”, explica Moreno. “Eso incluye avistamientos, safaris, y visitas a verdaderos santuarios o centros de rescate. En estos lugares los turistas no sólo tienen la oportunidad de conocer a los animales, sino de ayudarles además económicamente, contribuyendo a sus cuidados, a su recuperación a través de asistencia veterinaria, y a su manutención. Muchos de ellos ofrecen también la posibilidad de realizar programas de voluntariado”. Las ONG coinciden en que ese último punto es clave, porque el acceso de voluntarios suele ser sinónimo de respeto a los animales.
Los centros de fauna salvaje, en plataformas como TripAdvisor deben la baja calificación a que los visitantes han identificado maltrato
¿Y qué sucede entonces con los zoológicos de toda la vida? Al fin y al cabo, hay más tigres en cautividad sólo en Estados Unidos que en libertad en todo el mundo, y la mayoría está recluido en este tipo de instalaciones. Salvador no está en contra, y explica el porqué. “Lógicamente, no son una opción ideal para los animales, pero, en primer lugar, tratan de emular el hábitat natural y están supervisados por profesionales. En segundo lugar, son una importante fuente de información sobre la fauna salvaje para el gran público, y la función didáctica es imprescindible. En cualquier caso, es importante recalcar que resulta muy difícil de generalizar, y que cada animal es un mundo. Lo que puede ser positivo para el tigre no tiene por qué serlo para el elefante”.
En el zoológico de Shanghái, el más importante de China, están comprometidos tanto con el bienestar de los animales como con la necesaria labor didáctica que se espera de una institución de este tipo. “Es cierto que en este país la conciencia medioambiental es todavía muy pobre, pero la situación está mejorando. Se han eliminado muchas recetas de la medicina tradicional china que incluían ingredientes de animales en peligro de extinción, y estoy convencido de que las autoridades están llevando a cabo una importante labor para acabar con el tráfico”, afirma uno de los responsables, que prefiere no ser identificado. Apunta al incremento en el número de redadas contra traficantes de animales y contra el comercio de marfil. “También son importantes las campañas que han lanzado personajes famosos, ya sea contra el consumo de aleta de tiburón o para la preservación de otras especies. Poco a poco se va avanzando, y si China mejora su protección del medio ambiente, al final todo el mundo lo notará”.
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