
Signos
No tendría que cuidarse, la Presidenta, de los opositores de ‘derecha’. No señor. Esos son una minoría. ¿Que ahora se escuchan cada vez más? Pues sí. Porque la causa presidencial y su liderazgo de ‘izquierda’ pierden prestigio y los dejan crecer, como crecen las evidencias de la corrupción entre las filas del obradorismo y, con ellas, por supuesto, las municiones opositoras, y las de los arrepentidos del cuatroteísmo, y las de los sectores críticos, en general. Porque esa ‘izquierda’ sacó del poder supremo del Estado mexicano a la derecha neoliberal defendiendo la propaganda de la regeneración moral y del exterminio de la corrupción institucional, esa red de la cultura mexicana posrevolucionaria que -mientras la utopía no convoque a una nueva civilidad es irreversible- ahora envuelve a los fracasados regeneradores de la moral.
De quien tendría que cuidarse la Presidenta -o cuidar su progresismo y la seguridad del ‘pueblo’- es de los simuladores emboscados entre las grandes mayorías que la rodean; los que en buena medida financiaron el proyecto y el triunfo de Andrés Manuel movilizando electores con importantes recursos del crimen; los que controlan el poder político dominante, los procesos electorales decisivos y la autoridad policial, ministerial y judicial que protege a las bandas delictivas o que las deja hacer en casi todo el territorio en que se canta el Himno Nacional.
Si bien es cierto que, como en todos, en los perímetros de la oposición se imponen el delito y la corrupción, también lo es que esas demarcaciones opositoras son la inmensa minoría.
Así que de quienes tendría que cuidarse más la Presidenta, en todo caso, es de la gran mafia partidista que la aplaude cuando defiende la alternativa de la ‘cuarta transformación’ como la del futuro contra los enemigos del pasado.
Y es que ¿de dónde habría de suponer que vienen los representantes morenistas de la cuarta transformación del Niño Verde en el poder que controla Quintana Roo, por ejemplo, y de dónde los jefes políticos de su partido y sus aliados que controlan la autoridad en casi la totalidad de los demás Estados? ¿De una nube y de otro tiempo y otro universo paralelo de la castidad y la decencia?
No son los de fuera de casa, los de la ‘derecha’, los peores enemigos de México y de la dignidad que dice defender Claudia Sheinbaum. A esos reconocidos y visibles perdedores no hace más que levantarlos del suelo y fortalecerlos el discurso presidencial equívoco en contra de ellos, y que, asimismo, favorece la inmune impunidad de quienes aplauden a la Presidenta en torno de su mesa ideológica y con cuya coordinación asegura, como en el Plan Michoacán, acabará con la inseguridad y la violencia.
¿No los mira?; es decir: con toda la información disponible y desde la lógica de Andrés Manuel de que el jefe del Estado Nacional es la persona mejor informada del país, ¿no los reconoce? ¿No pasa lista a sus Fiscales y jefes policiacos y de sus Tribunales de Justicia?; es decir: ¿no tiene perfilada la clase moral y criminal a la que pertenecen? ¿No sabe cómo se ha constitucionalizado en favor de los grupos del hampa política la reforma con que se ha ‘democratizado’ el Poder Judicial federal, y en contra de cuyos procedimientos legislativos ilícitos y mayoriteados se ha inconformado su Gobierno, aunque más no sea que sólo por la discreta vía de una Controversia Constitucional? ¿No sabe, en verdad, que de la mano de ellos sólo seguirá dando vueltas sobre el nido de los más grandes generadores de negocios sucios, de violencia; haciendo el mismo recorrido de los alacranes del pasado renacidos como redentores morales?
Ellos son el enemigo. Son el peligro verdadero. Harfuch lo sabe mejor que nadie. Y si la Presidenta insiste en culpar sólo a la ‘derecha’, el mundo entero terminará por saber que lo de su perseverancia discursiva no es ingenuidad, sino una complicidad fincada en el cálculo de que la fuerza política de su izquierdismo presidencial es muy débil, frente a la de sus emboscados comensales.
SM