GUANAJUATO.- Aunque de a poco el lugar se vuelve más y más popular, durante más de un siglo una comunidad rural del municipio de Dolores Hidalgo ha ocultado para sí, el entierro de una de las mayores pesadillas del imaginario mexicano, La Llorona.
Cuentan que desde el siglo XIX el caserío en torno a la Hacienda Siete Reales era asediado por el espectro de lo que parecía ser una mujer en blanco, aullando por las noches y siendo incluso la responsable de la desaparición de niños y la muerte inexplicable de adultos.
La dama de blanco no solamente aparecía por las noches, era tal su poder que ya rondaba de día, ocasionando que muchas familias abandonaran el lugar, localizado sobre la carretera San Luis de la Paz – Dolores Hidalgo.
Rosario Arteaga, habitante del lugar y conocido como Don Chilo, narró que se tienen datos que, desde el año de 1850, La Llorona clamaba por sus hijos, incluso con el popular y no menos desgarrador grito de “Ay mis hijos”.
Cerca del lugar se alza el cerro de El Calvario, en cuya cumbre el dueño del lugar mandó construir una cruz de piedra, allá por el año de 1963, ya cansado de lo que había ocurrido a lo largo del tiempo, y buscando dar fin al tema.
Pero la mujer de velo blanco en el rostro continuaba apareciendo, incluso, una noche tempestuosa, un trueno golpeó la cruz, despedazándola.
“El golpe fue tan duro, que arrojó los fragmentos de la cruz por todos lados, hasta a 300 metros de distancia, lo que naturalmente espantó más a los vecinos”, acotó Don Chilo.
La sociedad de éste y otros pueblos a la redonda se organizó, juntó el dinero y trajo un grupo de sacerdotes, algunos españoles, que dieron fe de lo que estaba ocurriendo, haciendo un llamado a la Santa Sede para que combatiera a la malvada entidad.
“Pasó que los frailes, en uno de los recorridos, vieron y escucharon a La Llorona aquí en los sembradíos. A ella no le importaba que la vieran, era así de poderosa”.
Pero los religiosos notaron que el fantasma se detenía en un punto determinado de los sembradíos y ahí dejaba de llorar y desaparecía. Es en ese lugar en donde se alza ahora la tumba de La Llorona.
El Vaticano ordenó que en ese punto se construyera un monumento, una tumba que le diera paz al espíritu. Los sacerdotes, de forma paralela, hicieron un exorcismo al lugar, y así le dieron paz.
“Fue el primer exorcismo que se hizo en México formalmente”, agregó Don Chilo, quien es una suerte de cronista del lugar.
Fuente: El Universal