Desde mucho antes que asumiera la Presidencia de la República, Andrés Manuel López Obrador expresó que su Gobierno fijaría las bases de lo que él llamó la ‘cuarta transformación del país’, para llevar a los mexicanos a una nueva etapa en la que se acabaría con el abuso del poder, los beneficios de unos cuantos privilegiados y con la injusticia y pobreza en la que vivían millones. Por ello, desde que asumió el cargo emprendió una serie de proyectos con la finalidad de reducir salarios de los funcionarios, acabar con los lujos, aumentar el ahorro y, sobre todo, emprender obras que llevasen beneficios a las zonas más olvidadas por los anteriores Gobiernos. A unos meses de llegar a la mitad de su administración, Andrés Manuel se dice satisfecho de que a pesar de la renuencia de sus opositores las cosas estén marchando de acuerdo con los planes. El aeropuerto de Santa Lucía, el Tren Maya y la recuperación de Pemex -y, eventualmente, de la Comisión Federal de Electricidad- son sólo algunos de los principales logros del mandatario. Sin embargo, ha aceptado que una vez finalizado su Gobierno no está garantizado que la ‘4t’ continúe, incluso si gana el Morena nuevamente, porque él se retirará del escenario político. Por ello, ha hecho hincapié en que es necesario que se dé un cambio generacional que permita seguir el combate de la corrupción en todos los niveles y todo aquello que el periodo neoliberal permitió, a fin de acabar con la desigualdad social en nuestro país.
Javier Ramírez
De acuerdo con el presidente Andrés Manuel, México ha pasado por tres grandes etapas que transformaron por completo al país: la Guerra de Independencia, la Guerra de Reforma y la Revolución Mexicana.
Pero mientras las tres se dieron de manera violenta, la que él emprende es totalmente pacífica.
De esta manera, el 1 de julio de 2018 Andrés Manuel comenzaría a colocar las bases de esa ‘cuarta transformación’, primero expresando su respeto a sus contrincantes y a quienes votaron por ellos en las urnas, y luego llamando al pueblo a la reconciliación. A casi tres años de ese momento, los avances son palpables, dice, pero aún queda mucho por recorrer y para asegurar que los tiempos del neoliberalismo no retornen.
Las bases de la ‘cuarta transformación’
“La transformación que llevaremos a cabo consistirá, básicamente, en desterrar la corrupción de nuestro país”, aseguró Andrés Manuel ante miles de personas durante su histórico discurso del 1 de julio de 2018.
En ese sentido, expresó que no tendría problema en lograr ese cometido, pues la corrupción no es un fenómeno cultural, sino el resultado de un régimen político en decadencia. Advirtió, entonces, que no habría impunidad para nadie, pues fuese quien fuese sería juzgado de ser culpable.
Su Gobierno, dijo, garantizaría la libertad de expresión, de asociación y de creencias, mientras que en materia económica se mantendría la disciplina financiera para poder cumplir con los compromisos contraídos con los organismos nacionales y extranjeros. No habría, pues, más endeudamiento a costa de los mexicanos.
Entre otras cosas, mencionó que el combate a la inseguridad y la violencia sería, más que con la fuerza, contra las causas que originaban esos males, como la pobreza y la desigualdad. Aclaró que todos los mexicanos serían atendidos, pero que se pondría especial interés en los pueblos indígenas.
Afirmó que, en política exterior, se volverían a aplicar los principios de no intervención, de autodeterminación de los pueblos y de solución pacífica de los conflictos. Puso especial atención en Estados Unidos de América, enfatizando que se mantendría una relación de amistad y cooperación, fincada en el respeto mutuo.
La segunda parte
El presidente pronto pondría en marcha reformas para intentar avanzar en tales propuestas, incluyendo la reducción de salarios para que ningún funcionario ganase más que el Ejecutivo federal; creó la Guardia Nacional para hacer una limpieza de las corporaciones policiacas federales que durante décadas estuvieron infiltradas por los grupos criminales, y emprendió un plan para detener de una vez por todas el robo de combustible a Petróleos Mexicanos. Poco a poco se han dado avances en dichos rubros, pese al rechazo de figuras como Lorenzo Córdova Vianello -quien apenas este 11 de marzo volvió a interponer un amparo en contra de los recortes salariales-, de ministros de la Corte, de opositores políticos y de grupos empresariales que han visto afectados sus intereses.
Pero es en el rubro de las obras donde los progresos son mayores. A pesar de ser fuertemente criticado por algunos, quienes aseguran que está dilapidando el dinero en proyectos faraónicos, el mandatario puso en 2019 un plan de infraestructura con 859 mil millones de pesos, a fin de invertir en carreteras, puertos, ferrocarriles, aeropuertos y telecomunicaciones, siendo sus principales proyectos el aeropuerto de Santa Lucía, que permitiría cumplir con la demanda de vuelos de conexión con la Ciudad de México al tiempo de ahorrar y preservar el medio ambiente (algo que no fue considerado en proyecto de aeropuerto que se construía en Texcoco), y el Tren Maya, que no sólo ayudaría a incrementar el turismo, sino también abriría miles de oportunidades de empleo dentro de las zonas más pobres de la Península de Yucatán y el sureste de México.
Y por ello, el pasado 5 de diciembre el presidente dio por iniciada la segunda parte de la ‘cuarta transformación’, con la que se daría continuidad en los próximos dos años a las bases y obras comenzadas.
Continuidad, sólo con relevo generacional
Recientemente, durante una conferencia ofrecida en Yucatán, el mandatario reiteró que debido a su compromiso de no buscar la reelección y de retirarse por completo de la vida política una vez acabado su mandato, la continuidad de la ‘cuarta transformación’ no estaba asegurada, aun si el Morena conservara la presidencia del país, y que, por ello, era su prioridad terminar con todas las obras emprendidas, a fin de no dejar pendientes a su sucesor.
Poco después, desde Palacio Nacional, comentó que para que la continuidad se diese, era necesario un relevo generacional, algo que la oposición no podría significar. Pero que había un “abanico” de hombres y mujeres de más de 50 años que podrían continuar con su proyecto.