El Minotauro
Nicolás Durán de la Sierra
El domingo 22 de marzo, Donald Trump, el presidente norteamericano, anunció pautas para el control de la enfermedad en Estados Unidos, entre ellas un virtual cierre de las ciudades y, por ende, el cierre de gran número de actividades económicas. Unas 72 horas después, pasó de las órdenes estrictas a sugerencias de cómo los ciudadanos debían enfrentar la crisis sanitaria.
Ejercicios matemáticos realizados en Estados Unidos señalan que, en el corto plazo, la desaceleración de su economía significaría un desempleo de cerca del 20 por ciento y que la pérdida de vidas, como consecuencia de la pérdida de los seguros médicos, sería mucho mayor que el volumen de decesos atribuibles al Covid 19, que se espera menor al uno por ciento de los contagiados.
A medida que muchos negocios cierran y millones de personas comienzan a ser despedidas, algunos expertos comienzan a preguntarse: ‘¿qué demonios le estamos haciendo a nuestra economía? ¿Esta cura, el cierre de ciudades, por breve que sea, no resultará peor que la propia enfermedad?’.
Entre los especialistas que alertaron sobre las secuelas de este fenómeno, está el doctor Steven Woolf, director del Centro Sociedad y Salud de la Universidad de Virginia, quien afirmó que “los salarios perdidos y los despidos están dejando a muchos trabajadores sin seguros y obligando a muchas familias a renunciar a la atención médica para pagar los alimentos, la vivienda y otras necesidades básicas.
“Los negros y los pobres, los que por generaciones han tenido las tasas de mortalidad más altas, serán los más afectados y los menos apoyados. Las amas de casa, los empleados de negocios cerrados, quedan al garete si se cierra el transporte público. La gente que logra ahorrar para comprar comida, halla las tiendas con los estantes vacíos por las compras de pánico”.
A su vez, David Katz, titular del Centro de Investigación de la Universidad de Yale y experto en salud pública, escribió en The Times que los Estados Unidos tiene tres metas: salvar tantas vidas como pueda, asegurar que el sistema médico no se vea rebasado y asegurarse de que en el proceso no caiga la economía y, como resultado, incluso se pierdan más vidas.
John P.A. Ioannidis, epidemiólogo de la Universidad de Stanford, por su parte señaló que “cerrarse el mundo tiene secuelas sociales y financieras tremendas, descomunales, y es totalmente irracional. Es como un elefante atacado por un gato. Desesperado y por tratar de evitar al gato, por accidente el elefante salta de un acantilado y se mata”.
Las citas de este comentario, reducidas por razones de espacio, se publicaron en un amplio artículo de The New York Times, cuyo autor es Thomas Friedman, uno de los periodistas más reconocidos en los Estados Unidos, quien ha ganado en tres ocasiones el Premio Pullitzer.