El bestiario
El dueño de una de las grandes fortunas del planeta, gracias a Microsoft, sigue dando que hablar. Recientemente ha sido muy mencionado por asuntos muy distintos, especialmente por todo aquello que se relaciona con el Covid-19. Y es que el magnate estadounidense, durante una conferencia en 2015, habló sobre el alto riesgo de que un virus desconocido terminara desatando una pandemia: “Si algo va a matar a más de 10 millones de personas en las próximas décadas, es más probable que se trata de un virus altamente infeccioso que de una guerra”. Estas palabras le valieron para que los conspiradores lo señalaran como uno de los creadores de la pandemia. Pero la idea de Gates pasaba más por el sentido común: con el análisis de la información que manejaban los expertos se podía deducir que la posibilidad era más que real, dada la cantidad de virus desconocidos y las pocas acciones para controlarlos. Así entonces, cualquier predicción que lanza Bill Gates no deja de llamar la atención de los expertos, entendiendo que su perspectiva, análisis de la realidad y entendimiento del mundo en el que vivimos le han dado autoridad para prever los riesgos a los que nos exponemos.
Recientemente, en 2021, durante una entrevista, el fundador de Microsoft ha puesto sobre la mesa las potenciales amenazas que más daño pueden causar a la humanidad en los próximos años. Conversando con el divulgador científico Derek Muller, Gates explicó en el canal de YouTube ‘Veritasium’ que los principales problemas a los que la humanidad se puede enfrentar dentro de muy poco tiempo están relacionados directamente con dos factores: el cambio climático y el bioterrorismo. “Ser trata de los dos frentes que potencialmente serán los responsables de la mayoría de muertes en los próximos años y que, desde ahora, deberíamos esforzarnos para evitarlas”. En lo que respecta al cambio climático, Gates está plenamente convencido del peligro que debemos enfrentar, pues un incremento de la temperatura media entre 1 y 3ºC provocaría catastróficos cambios al planeta: desde extinción de especies animales hasta un devastador aumento del nivel del mar o la desertización, entre muchos otros efectos negativos. Es consciente de que el cambio climático puede matar a más personas que el Covid-19 y, por esta razón, ya está trabajando en el asunto.
De hecho, a comienzos de 2021 dio a conocer la iniciativa en la que trabaja junto a la Universidad de Harvard: “Tratar de ‘tapar’ el Sol para frenar el calentamiento del planeta”. La idea es utilizar globos que permitirán lanzar a la atmósfera toneladas de polvo de carbonato de calcio no tóxico para disminuir la cantidad de luz solar que entra a la superficie terrestre y desviarla en una dirección diferente, conformando una especie de escudo protector que servirá para paliar el impacto del calentamiento global. Sin embargo, Gates considera que el cambio climático no es el único factor de peligro a corto plazo. Él piensa que el bioterrorismo es otro riesgo que necesitamos vigilar de cerca para evitarle una desgracia a la humanidad. El empresario estadounidense tiene la certeza de que un virus creado en laboratorio y propagado deliberadamente en ciertas poblaciones puede generar un verdadero desastre. Incluso cree que es más factible que ocurra esto en lugar de una nueva pandemia “natural”. Así lo explicó: “Alguien que quiera causar daño grave podría diseñar un virus y creo que la posibilidad de encontrarnos con esto es mayor a que aparezca una epidemia causada naturalmente como la actual. Las enfermedades respiratorias son muy temidas por el tipo de contagio, por encima de otras enfermedades como el ébola, donde cuando podrías contagiar ya te encuentras en una cama de hospital. Para Bill Gates es fundamental que, cuanto antes, Gobiernos y organizaciones comiencen a actuar para evitar ambos frentes, que pueden suponer severos problemas para el mundo a corto plazo: “Es básico poner remedios ya para que nunca tengamos un número de muertos cercano a lo que tenemos hoy”. El creador de Windows no se equivocó cuando predijo la pandemia de Covid-19 en 2015. Ahora, siquiera por prudencia, habrá que poner mayor atención a las palabras del reconocido filántropo.
Santiago J. Santamaría Gurtubay
Con la peor sequía en 50 años, alrededor de 18 millones de personas dependientes de los suministros de alimentos de emergencia y los organismos de cooperación alertando de que el dinero y la ayuda se agotarán en dos meses, no parece el momento más indicado para que Etiopía se promocione a sí misma como destino turístico de calidad. Sin embargo, este mes está renovando su imagen para darse a conocer como la tierra del ‘Origen de la Vida’ con la esperanza de multiplicar por más de tres el número de turistas occidentales que visitan este país interior habitado por unos 100 millones de personas y situado en uno de los entornos más peligrosos de la tierra: el Cuerno de África. La iniciativa pretende que para 2022 los ingresos de esta nación desesperadamente pobre aumenten hasta rondar los 3,000 millones de dólares anuales, una cifra nada despreciable en un país en el que, según el Banco Mundial, la renta media per cápita es de 550 dólares. Etiopía presume de tener ocho sitios declarados patrimonio de la humanidad por la Unesco y un Gobierno estable, de ser una nación orgullosa de haber sido el único Estado africano no colonizado, y de sus exportaciones de café y vino del valle del Rift, que constituyen un atractivo turístico. Pero en la actualidad se enfrenta también a una sequía catastrófica, agravada por ‘El Niño’, que ha dejado a otros 10.2 millones de ciudadanos -en gran parte agricultores de subsistencia del norte y el este- totalmente dependientes de la ayuda alimentaria de emergencia. Esto viene a sumarse a otros ocho millones de agricultores de subsistencia que ya dependen de esta ayuda, lo cual supone un total de casi el 20% de la población.
Aunque no les gusta que se use la palabra “h” (hambruna), las organizaciones de cooperación llevan alertando desde diciembre de que la ayuda actualmente comprometida se agotará a finales de abril de 2016, lo cual pondrá a millones de personas en peligro de morir de inanición. Esta semana, Wolfgang Jarmann, presidente de Care International, advertía de que es como contemplar “un desastre a cámara lenta”. Y añadía: “El impacto de ‘El Niño’ ha sido devastador para la gente vulnerable… del sur y el este de África, pero en ninguna parte el panorama es tan preocupante como en Etiopía en ese momento”.
Ya han muerto centenares de miles de cabezas de ganado y se han perdido los cultivos, tras lo cual ha quedado un paisaje casi extraterrestre, estéril y sediento, de polvo y roca roja que cubre cientos de kilómetros cuadrados de territorio del norte y el este del país. Según Care, en este momento hay casi dos millones de niños, mujeres embarazadas y madres lactantes que necesitan apoyo nutricional. Naciones Unidas ha hecho una petición internacional de 1,400 millones de dólares de fondos de emergencia para Etiopía. Hasta el momento, los donantes han cubierto menos de la mitad de esa cifra. Estados Unidos ha aportado 97 millones de dólares, mientras que el Gobierno de Addis Abeba se ha comprometido a poner 380 millones. El Gobierno ha puesto en marcha una Unidad de Emergencia y Resiliencia ante la Sequía Nacional a la que se han asignado unos 230 millones de birrs etíopes (unos 10 millones de euros) para que los colegios sirvan más comidas con el fin de que los niños dejen de abandonar los estudios para ayudar a sus padres en el campo, salir a buscar alimento o mendigar. Pero ahora el Gobierno también ha empezado a admitir que necesita ayuda. El viceprimer ministro Demeke Mekonnen ha suplicado “socorro inmediato” y ha añadido que las consecuencias de un desastre humanitario no solo serían perjudiciales para Etiopía, sino para “la paz y la estabilidad de toda la región”.
Una histórica sequía etíope, la de 1973-1974 contribuyó a la caída del emperador Haile Selassie, el último supuesto descendiente de Salomón
Etiopía ha sido víctima de recurrentes sequías, entre las que destacan sobre todo las de 1973-1974 (que contribuyó a la caída del emperador Haile Selassie) y 1984-1985 (que terminó en una hambruna que acabó con la vida de más de un millón de personas, en parte debido a la mala gestión del régimen comunista del Derg en el poder entre 1974 y 1991, y que hizo que se pusiese en marcha la iniciativa Live Aid). En esta ocasión, debido a la pérdida de dos cosechas en la estación seca y a los efectos de ‘El Niño’, los expertos y las ONG advierten de que se trata de la peor hambruna en 50 años. Con un déficit de financiación superior a los 600 millones de dólares, actualmente se calcula que la ayuda se agotará en abril, lo cual dejará a más de 18 millones de personas sin comida ni suministros de alimentos. Hasta el momento, Naciones Unidas ha concedido 42 millones de dólares a Etiopía específicamente para la sequía provocada por El Niño. El comisario europeo de Ayuda Humanitaria, Christos Stylianides, ha prometido otros 24 millones de dólares de ayuda humanitario al país. Una portavoz de la Dirección General de Cooperación Internacional y Desarrollo (DEVCO) ha declarado que “la Unión Europea apoya a Etiopía y está contribuyendo a proporcionar asistencia para salvar vidas”. “Seguiremos trabajando sin descanso para que la ayuda humanitaria llegue a la población más vulnerable del país”, añadía.
Entre 80 y 90 millones de etíopes tratan de sobrevivir, en el mejor de los casos, con la agricultura de subsistencia. Viven en chozas de barro y chabolas de chapa, en su mayoría sin agua corriente ni electricidad, cultivando unas cuantas verduras, criando el ganado que tenga la familia, y acarreando cada día haces de leña y bidones de plástico llenos de agua. Actualmente Adds Abeba, a diferencia de cuando estaba en el poder el régimen comunista del Derg (1974-1991), incapaz de gestionar la hambruna de 1984-1985, cuenta con un Gobierno fuerte y una economía en auge con un crecimiento del 10% del PIB anual durante más de una década. “Este año no ha habido muertes, reservamos grano, estoy seguro de que la gente sabe que hay sequía en California, y eso no le impide viajar allí”. Si bien el Gobierno central ha pedido a la comunidad internacional recursos adicionales para luchar contra la sequía, es reacio a dar resonancia al problema durante su campaña turística. En las afueras de Lalibela -donde se encuentran las iglesias ortodoxas del siglo XII talladas en la roca que constituyen la atracción principal de la iniciativa turística del Gobierno- los lugareños recogían raciones de comida de emergencia mientras los turistas se achicharraban a 33 grados mientras hacían cola para visitar los monumentos. Sin embargo, los funcionarios gubernamentales que acompañaban a los periodistas se negaron a parar el minibús en un puesto de distribución de socorro situado junto a la carretera para permitirles hacer fotografías o entrevistar a los receptores de la ayuda.
“Estamos seguros de que la gente sabe que hay sequía en California, y eso no le impide viajar allí”
¿Qué pasa en California? Cuando se le pregunta por la sequía y las penurias de la gente, el director de la oficina estatal de turismo explica que la respuesta del Gobierno es una muestra de que este protegía a la población, y comparó la situación con la actual sequía en California. Solomon Tadesse, consejero delegado de la Organización de Turismo Etíope, protestaba diciendo que en Etiopía “la historia no gira siempre en torno al mismo tema” (en referencia a la hambruna de 1984), y declaraba: “Hay una cosa de la que le gente no se ha dado cuenta. Esta sequía es la peor en 50 años. Pero lo positivo es que el Gobierno ha hecho un buen trabajo al reservar la cantidad necesaria de grano sin perjudicar a la gente. Este año no ha habido muertes, a diferencia de lo que sucedió en 1974 y 1984. Tenemos una buena infraestructura para llegar a las zonas afectadas por la sequía. No ha habido consecuencias mayores en cuanto a víctimas humanas. Solo hemos tenido bajas en el ganado. Estoy seguro de que la gente sabe que hay sequía en California, y eso no le impide viajar allí”.
En referencia a la preocupación de las ONG por el posible agotamiento de la ayuda alimentaria en unas semanas si no se consiguen más fondos, Tadesse añadía: “Puede que las cifras sean verdaderas o que solo sean pronósticos”, e insistía en que ningún turista había cancelado su viaje cuando las imágenes de la sequía habían empezado a filtrarse en los medios de comunicación occidentales. “El juego al que estamos jugando se llama fortaleza interior”, concluía. Actualmente, Etiopía atrae a la modesta cifra de 750,000 turistas anuales.
‘El Origen de la Vida’ se centra en Lucy, su esqueleto de 3.2 millones de años se conserva en el Museo Nacional Etíope de Addis Abeba
La campaña ‘El Origen de la Vida’ se centra en los sitios patrimonio de la humanidad de la Unesco, en la naturaleza del parque natural de los montes Simien, y en Lucy, su esqueleto de 3.2 millones de años, actualmente conservado en el Museo Nacional Etíope de Addis Abeba. Además, tienen las delicias del café etíope, el vino del valle del Rift y la cocina típica a base de injera (pan ácimo) y guisos de carne. Hace cuarenta años, una mañana de domingo a fines de noviembre de 1974, un equipo de investigadores estaba excavando un sitio remoto de la región de Afar, en Etiopía. Durante un reconocimiento del área, el paleoantropólogo Donald Johanson descubrió un pequeño trozo del hueso de un codo. Inmediatamente se dio cuenta de que era un ancestro humano. Y encontró muchos restos más. “Cuando miré hacia mi izquierda vi pedacitos de un cráneo, un trozo de mandíbula y un par de vértebras”, dice Johanson. Era evidente que el hallazgo del esqueleto representaba un hito: los sedimentos de la zona tenían más de tres millones de años de antigüedad. Era el homínido más antiguo que se había encontrado.
Por la noche, en el campamento, Johanson puso un casete de los Beatles que había traído y ‘Lucy in the Sky with Diamonds’ comenzó a sonar. Debido a su tamaño, Johanson creía que el esqueleto era de una mujer. “¿Por qué no la llamas Lucy?”, le dijo alguien. La sugerencia cayó como anillo al dedo. “De repente”, recuerda Johanson, “ella se convirtió en una persona”. Pasaron unos cuatro años hasta que Lucy fue descrita oficialmente. Pertenecía a una nueva especie llamada Australopithecus afarensis y era evidente que era uno de los fósiles más importantes nunca antes descubierto. Pero a la mañana siguiente del hallazgo, la discusión de los investigadores estuvo dominada por una serie de interrogantes. ¿Qué edad tenía Lucy cuando murió? ¿Tenía hijos? ¿Cómo era? ¿Es nuestro ancestro directo, el eslabón perdido en la cadena de la familia humana? Cuarenta años más tarde, la ciencia está empezando a responder algunas de estas preguntas.
Se desconoce por qué Lucy dejó la seguridad de los árboles para desplazarse por el suelo, pudo haberlo hecho para buscar comida
El hallazgo le dio peso a la teoría de que nuestra evolución no fue lineal. Su cráneo, mandíbula y dientes eran más como los de un simio que las de otros Australopithecus. El lugar donde estaba encajado el cerebro era muy pequeño, no mayor que el de un chimpancé. Tenía una mandíbula robusta, una frente pequeña y brazos largos y colgantes. Caminaba erguida por la forma y posición de su pelvis. Sus rodillas y tobillos también reflejaban que caminaba en dos pies. Esto reforzó la idea de que el caminar erguido fue una de las presiones selectivas que empujó a la humanidad hacia adelante. Se cree que Lucy vivió en un grupo social pequeño. Probablemente, en una sociedad polígama. Los primeros homínidos no necesitaron un cerebro más grande para alejarse evolutivamente de los simios. La potencia cerebral adicional llegó recién un millón de años más tarde con la aparición del Homo erectus. Aunque el cerebro más grande sería importante más tarde, el caminar es uno de los rasgos que nos hacen exclusivamente humanos. Pero, también, Lucy pasaba tiempo en los árboles. Y puede que ello la impulsara a caminar como una forma de acercarse a las ramas que eran demasiado flexibles para subirse a ellas. Se desconoce por qué Lucy dejó la seguridad de los árboles para desplazarse por el suelo. Una teoría es que pudo haberlo hecho para buscar comida, dice Chris Stringer, del Museo de Historia Natural de Londres. En la misma línea, evidencia reciente indica que se produjo un cambio en la dieta de los Australopitecinos. La dieta de varias especies -según evidencia hallada en restos preservados en dientes de homínidos-, incluida la de Lucy, comenzó a expandirse hace 3.5 millones de años. Especies más tardías como el Homo erectus utilizaban herramientas. Además de frutas, comenzaron a comer pastos y juncos y, posiblemente, carne. Esto les pudo haber permitido viajar y moverse de forma más eficiente en un ambiente cambiante. ¿Cómo procesaban esta comida? Otras especies más tardías, como el Homo erectus, usaban herramientas simples, pero no se han encontrado herramientas tan antiguas. No obstante, en 2010, se hallaron huesos de animales con marcas que parecen haber sido hechas por herramientas de piedra. Esto podría indicar que Lucy y sus parientes empleaban herramientas de piedra para comer carne.
Según fósiles hallados en Hadar, Lucy parece haber vivido dentro de un grupo social pequeño. Ella era pequeña en comparación con los hombres de su especie. Esto ha llevado a pensar que su sociedad estaba dominada por hombres. Pudo haber sido una sociedad polígama, como los grupos de gorilas hoy día. Por lo general, los machos son considerablemente más grandes en especies donde un macho controla a varias hembras. También parece que la infancia de Lucy fue más corta que la nuestra y que tuvo que valerse por sí misma desde pequeña. Sabemos que era adulta porque tenía muelas de juicio y sus huesos estaban fusionados. Pero, a diferencia de los humanos modernos, parece haber crecido hasta alcanzar su tamaño muy rápido. Murió a los 12 años, y su cerebro alcanzó su tamaño final más rápido que el nuestro. En síntesis, Lucy era algo a mitad de camino entre los simios y los humanos. ¿Dónde se ubica entonces en nuestro árbol genealógico? Al parecer, Lucy no nos remonta a nuestros ancestros comunes con el chimpancé como se pensaba. Los últimos estudios genéticos indican que nos separamos de los chimpancés mucho antes, quizá incluso hace 13 millones de años. De ser así, Lucy llegó bastante tarde en la historia de la evolución humana. Etiopía, con el apoyo de Lucy, espera aumentar el número de visitantes a un millón este año, en buena medida a través de grandes viajes organizados de turistas procedentes de Francia, Alemania, Holanda, Estados Unidos y Japón. Por supuesto, los porfiados turistas que actualmente visitan el país aportan ingresos a través del consumo de comida y bebida, los servicios de guías, la compra de recuerdos, el alojamiento y el transporte. Y el turismo no tiene que estar en competencia, o ser un “juego de suma cero”, con la ayuda humanitaria de emergencia. Pero el momento elegido no parece el más oportuno.
Solo haría falta un atentado del ‘Estado Islámico’ o de Al Shabaab contra occidentales para acabar de golpe con el incipiente sector turístico
Como un funcionario del sector turístico admitía en privado, los mayores obstáculos para dar un impulso a las cifras del turismo en Etiopía son “las deficientes infraestructuras y el entorno nocivo en el que vivimos”. Los vecinos de Etiopía, que no tiene mar, son Somalia (un Estado fallido en guerra civil); Eritrea (Naciones Unidas ha acusado al Gobierno de crímenes contra la humanidad y contra su propio pueblo); Yibuti (con grandes bases militares estadounidenses y francesas); Sudán del Sur (en guerra civil); Sudán (con un presidente perseguido por crímenes de guerra); y Kenia (sometida a repetidos atentados terroristas por parte de Al Shabaab). Además, al otro lado del golfo de Adén está Yemen (un Estado fallido en guerra civil). Aunque el país está formado aproximadamente por dos tercios de cristianos ortodoxos y un tercio de musulmanes que parecen convivir pacíficamente, solo haría falta un atentado del ‘Estado Islámico’ o de Al Shabaab contra turistas occidentales para acabar de golpe con el incipiente sector turístico, como demuestran los recientes ataques contra turistas en Túnez.
Las Líneas Aéreas Etíopes presumen de disponer de una flota moderna, un personal profesional y un buen historial de seguridad, pero los controles preventivos en los aeropuertos regionales pueden ser caóticos. Un piloto de la aerolínea jubilado, nacionalizado en Europa pero que nació y se crió en Etiopía, confesaba: “En mi opinión, en cuanto a seguridad, las Líneas Aéreas Etíopes están solo un escalón por debajo de compañías como Lufthansa, pero los aeropuertos son otra cuestión. Sería un juego de niños poner una bomba en uno de los aviones. Pero, ¿para qué tomarse la molestia? Bastaría con situarse al lado de la pista y acribillar el aparato con una ametralladora cuando está despegando cargado de combustible. Saltaría por los aires como unos fuegos artificiales”.
Etiopía, “seguridad tiene un precio”, es uno de los mayores destinatarios de ayuda de África, en el 2015 recibió 4,000 millones de dólares
Sin embargo, cuando se le pregunta por la amenaza que representan el ‘Estado Islámico’ y Al Shabaab para su naciente sector turístico, el director gerente de servicios internacionales de la compañía aérea, Esayas Wodemariam Haitu, se niega a responder directamente a la pregunta y lo hace con una enrevesada anécdota acerca de un forastero que llegó a un pueblo etíope y le preguntó a un chico del lugar dónde vivía cierta persona. “En otros pueblos, el chico le habría indicado la casa. En Etiopía le preguntó quién era y qué quería”, afirmaba Hailu. “Para nosotros la seguridad es importante. La llevamos en la sangre” remachaba. Pero la seguridad tiene un precio. Human Rights Watch declara que el Gobierno “sigue bloqueando incluso las páginas web y los blogs moderadamente críticos”. La mayoría de los sitios web de los medios de comunicación de la oposición están bloqueados, y los medios en general suelen limitar sus críticas al Gobierno para poder trabajar en el país. “Etiopía es uno de los mayores destinatarios de ayuda de África. En 2015 recibió casi 4,000 millones de dólares, que representaban aproximadamente el 45% de su presupuesto. Los donantes tratan de suavizar sus críticas sobre el historial de derechos humanos de Etiopía y apenas emprenden acciones significativas para investigar las denuncias de violaciones de los mismos”.
Ninguna de las principales ONG con las que se puso en contacto EurActiv quiso comentar públicamente su relación con el Gobierno etíope, pero una de ellas, a condición de que se mantuviese el anonimato, se refirió al país como “probablemente el más difícil y restrictivo de todos los lugares de África en los que trabajan”. Pero, aunque los organismos de cooperación guarden silencio, eso no detiene a las ONG pro derechos humanos ni al Parlamento Europeo. En enero, los eurodiputados dictaron la que se considera la resolución condenatoria contra Etiopía más enérgica hasta el momento. En ella reprobaban con dureza las declaraciones de Addis Abeba según las cuales las fuerzas de seguridad solo han matado a “algunas docenas” de manifestantes durante el reasentamiento forzoso de la población de Oromía que vive alrededor de Adís Abeba para permitir la expansión económica de la capital. Human Rights Watch y otras organizaciones afirman que han muerto al menos 140 personas, y que muchas más han sido torturadas. Además, el Parlamento Europeo ha condenado el acoso a los periodistas del país, las injerencias en los medios de comunicación y el uso de la legislación antiterrorista “para reprimir a los oponentes políticos, a los disidentes y a los defensores de los derechos humanos”.
Addis Abeba tendría que tomar ejemplo del emblemático esqueleto de Lucy, y hacer que su turismo aprenda a andar antes de intentar correr
Etiopía suele considerarse a sí misma el “león de África”. El país está construyendo un ferrocarril eléctrico de alta velocidad a Yibuti (que sustituirá a una línea francesa construida en 1894), ha completado dos líneas de tranvía en Addis Abeba y proyecta un nuevo aeropuerto internacional a 100 kilómetros al sur de la capital con una autopista de seis carriles y conexión con el ferrocarril. Se espera que la polémica Gran Presa del Renacimiento, el mayor proyecto hidroeléctrico de África, esté concluida al final de la pandemia Covid-19 y que proporcione una fuente de electricidad (más) fiable que incluso permita a Etiopía convertirse en exportador de energía.
Con frecuencia, los altos cargos desdeñan las críticas a su historial en materia de derechos humanos, a las medidas de seguridad o a las iniciativas para prevenir los efectos de la sequía con una actitud de suficiencia con respecto al resto de África. Pero si Etiopía aspira a convertirse en un país de ingresos medios en el plazo de una década, tal vez tenga que poner el listón un poco más alto en vez de compararse con algunos de sus desastrosos vecinos. Y quizás Addis Abeba tendría que tomar ejemplo del emblemático esqueleto de Lucy, y hacer que su sector turístico aprenda a andar antes de intentar correr. Hablar de Etiopía, de su emperador Haile Selassie, el ‘Rey’ de los Rastafari, le obliga a uno a referirse a Bob Marcely, el cantante de reggae jamaiquino que tenga huella dejó en poblaciones de Quintana Roo como Carrillo Puerto.Movimiento Rastafari es un movimiento espiritual que considera que Haile Selassie es la tercera reencarnación de Jah, abreviación de Yahvéh, después de Melquisedec y Jesús. Surgió en los comienzos de los años 1930 en los barrios marginales de Kingston, Jamaica y en los sectores rurales adyacentes, siendo la visión social y cultural de Marcus Garvey lo que inspiró a los Rastafaris, que incluso lo consideran una reencarnación de San Juan Bautista, y atribuyeron un carácter mesiánico a Selassie.
Los rastafaris son conocidos popularmente por sus ‘dreadlocks’ (cabello característico) y su uso sacramental del ganja (marihuana)
Notable es el gran deseo de sus descendientes de esclavos negros de volver a África, de las aspiraciones sociales y culturales de la comunidad negra y de las enseñanzas del organizador nacido en Jamaica Marcus Garvey que clamaba ‘África para los africanos’. El fin de un rastafari es ir por un sendero recto y verdadero, siempre con bondad, hermandad, verdad. Son conocidos popularmente por sus ‘dreadlocks’ (cabello característico) y su uso sacramental del ganja (marihuana). “La hierba es la salud de la nación, como el alcohol es la destrucción de la humanidad. Fumar ganja es un acto positivo hacia el Creador, donde se realza el poder de la meditación y se revela la presencia divina que vive dentro de todos. Jah Rastafari, Dios Viviente, creó la ganja para que nos sanara, nos revelara sus caminos y lo adoráramos, sin embargo, los rastas no tienen la obligación de fumarla. Dios la dispuso para que en estos tiempos de grandes tribulaciones, sus hijos resistan y la humanidad recupere su salud. Nosotros experimentamos las vibraciones del arbusto ardiente como un eufórico y místico sacramento, capaz de iluminar y aliviar la crucial realidad de alienación social y vil pobreza. La ganja no es una droga, porque no es un fármaco, lo que implicaría la mano del hombre. Es una planta que se siembra, germina, crece y da sus frutos, es una creación en la que está implicado Dios Todopoderoso…”, dicen los teóricos ‘rastas’. En general, las drogas sí producen adicción, pero afirman que la marihuana no crea dependencia física. Los rastafaris no consideran prohibirla. Creen que es producto de la ignorancia. La defienden como una creación divina, que no puede estar sujeta a las leyes del hombre, sino a las leyes naturales, al igual que el hombre. “Cualquier ser humano tiene derecho a que en su hogar, en la tierra que habita, siembre lo que necesite para alimentarse y sanarse, corporal, espiritual y mentalmente”.
La música reggae comenzó a internacionalizarse en la década de 1970, aumentando también la popularidad de Rastafari en gran parte debido a la fama de Bob Marley, que incorporó elementos de música Nyahbinghi y de los cantos Rastafari en su música. Canciones como ‘Rastaman Chant’ hicieron que Rastafari y la música reggae fueran vistas como estrechamente ligadas en el imaginario del público en todo el mundo. Sin embargo, algunos Rastafari ortodoxos desdeñan la música reggae como una forma de música comercial, o incluso que “el reggae es muerte”; mientras que para otros la música reggae puede ser vista como una música de alabanza moderna. En realidad, la música Rastafari, subsume por un lado, la música Nyahbinghi, y por el otro lado, la música reggae. La investigadora japonesa Yoshiko Nagashima explica: “La música Rastafari es la unión entre el mundo de lo sagrado y el mundo secular. La música Nyahbinghi es más exclusiva, ya que se centra en la fe, mientras que el reggae es más incluyente, porque la fe es diluida por sentimientos más humanistas, reclamos y protestas de los pueblos oprimidos como víctimas del sistema moldeado dentro y fuera de Jamaica”.
Turismo frente a hambruna en Etiopía; víctima de la peor sequía en los últimos 50 años, el país de Lucy, Haile Selassie y Bob Marley se reinventa como destino viajero con el eslogan “Origen de la Vida”; de sus 100 millones de habitantes, 18 dependen de suministros de alimentos de emergencia que se agotarán en dos meses; el impacto de ‘El Niño’ ha sido devastador para la gente vulnerable del sur y el este de África; ya han muerto centenares de miles de cabezas de ganado y se han perdido los cultivos, tras lo cual ha quedado un paisaje casi extraterrestre, estéril y sediento, de polvo y roca roja; Naciones Unidas advierte de que es como contemplar “un desastre a cámara lenta”.
Etiopía notifica a Egipto que ha comenzado segundo llenado de la Gran Represa del Renacimiento Etíope en el Nilo, en Guga, Woreda
Etiopía mandó este lunes a Egipto una carta oficial informando de que ha comenzado el segundo proceso de llenado de la presa que Adís Abeba está completando en el Nilo Azul, a pesar del rechazo de El Cairo y Jartum, capitales egipcia y sudanesa, a que se llevara a cabo esta acción sin un acuerdo previo. En un comunicado en Facebook, el Ministerio de Recursos Hídricos de Egipto dijo que su titular, Mohamed Abdelaty, “recibió una carta oficial de su homólogo etíope en la que se indicaba que Etiopía había comenzado el proceso de llenado por segundo año de la Gran Presa del Renacimiento Etíope (GERD)”. Según la nota, el titular egipcio respondió con otra carta a su homólogo expresando el “rechazo categórico de Egipto a esta medida unilateral, que constituye una violación flagrante y grave” de los acuerdos de principios alcanzados con anterioridad, así como de las “leyes y normas internacionales”. Esta es la primera notificación oficial que hace Etiopía sobre el proceso de llenado de la presa, a pesar de que Sudán ha denunciado varias veces que Adís Abeba ya lo puso en marcha de acuerdo con imágenes de satélite que obtuvieron las autoridades sudanesas. Por otra parte, la nota indica que también el Ministerio de Exteriores egipcio mandó una carta a las autoridades etíopes e informó de la situación en una misiva al presidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, órgano que precisamente este jueves día 8 celebrará una sesión extraordinaria sobre la disputa de la presa.
En la carta dirigida al Consejo de Seguridad, Egipto manifestó su preocupación por “este peligroso desarrollo, que una vez más revela las malas intenciones de Etiopía y su insistencia en tomar medidas unilaterales”. Según la nota, tomar esta medida sin un acuerdo que tenga en cuenta los intereses de Egipto y Sudán, los dos países situados río abajo, “aumentará el estado de crisis y de tensión en la región y creará una situación que amenaza la seguridad y la paz a nivel regional e internacional”. A pesar de los desacuerdos entre los tres países, Adís Abeba ha asegurado en diversas ocasiones que continuará con sus planes para la segunda fase de llenado -la primera tuvo lugar el año pasado- durante la temporada de lluvias. Este paso, además, se produce a tan solo tres días de que el Consejo de Seguridad de la ONU celebre una sesión extraordinaria sobre el expediente de la presa etíope a petición de los países árabes, algo que Etiopía rechaza al considerar que el problema se tiene que discutir a nivel africano. Tanto Sudán como Egipto consideran que el proceso de llenado de la presa podría afectar severamente los niveles de agua del Nilo en sus respectivos tramos, principalmente el Nilo Azul.
Etiopía niega que vaya a tener un impacto negativo “aumentará los flujos de agua hacia Egipto al reducir la evaporación en el lago Nasser”
La Gran Presa del Renacimiento, con una capacidad de producción eléctrica de 6000 MW, será el más potente de África4 (cerca de tres vez la potencia del elevado embalse de Asuán por ejemplo), pero menos que la represa de Itaipú o de las Tres-Gargantas. El proyecto, devuelto público el 31 de marzo de 2011, ha arrancado el 28 de mayo de 2013 y la construcción tendría que durar hasta julio de 2022, por los retrasos de la pandemia. El emplazamiento final de la presa del Gran Renacimiento Etíope fue identificado por la Oficina de Reclamación de los Estados Unidos en el curso del estudio del Nilo Azul, que se llevó a cabo entre 1956 y 1964 durante el reinado del emperador Haile Selassie. Sin embargo, debido al golpe de Estado de 1974, el proyecto no avanzó. El Gobierno etíope inspeccionó el lugar en octubre de 2009 y agosto de 2010. En noviembre de 2010, James Kelston presentó un diseño para la presa. El 31 de marzo de 2011, un día después de que se hiciera público el proyecto, se adjudicó un contrato de 4,800 millones de dólares sin licitación a la empresa italiana Salini Impregilo, y la primera piedra de la presa fue colocada el 2 de abril de 2011 por el entonces Primer Ministro Meles Zenawi. Se construyó una planta de trituración de rocas y una pequeña pista de aterrizaje para el transporte rápido. La expectativa era que las dos primeras turbinas de generación de energía entraran en funcionamiento tras 44 meses de construcción, es decir, a principios de 2015. Todo se ha pospuesto. Egipto, situado a más de 2,500 kilómetros aguas abajo del emplazamiento, se opuso a la presa, que considera que reducirá la cantidad de agua disponible del Nilo. Zenawi argumentó, basándose en un estudio no identificado, que la presa no reduciría la disponibilidad de agua aguas abajo y además regularía el agua para el riego. En mayo de 2011, se anunció que Etiopía compartiría los planos de la presa con Egipto para poder examinar el impacto aguas abajo. La presa se llamaba originalmente “Proyecto X”, y tras el anuncio de su contratación se denominó Presa del Milenio. El 15 de abril de 2011, el Consejo de Ministros la rebautizó como Gran Presa del Renacimiento Etíope. Etiopía tiene un potencial de unos 45 GW de energía hidroeléctrica. La presa se financia con bonos del Estado y donaciones privadas. Su finalización estaba prevista para julio de 2017.
Los impactos potenciales de la presa han sido fuente de graves controversias regionales. El gobierno de Egipto, país que depende en gran medida de las aguas del Nilo, ha exigido a Etiopía que cese la construcción de la presa como condición previa a las negociaciones, ha buscado apoyo regional para su posición y algunos líderes políticos han discutido métodos para sabotearla. Egipto ha planeado una iniciativa diplomática para socavar el apoyo a la presa en la región, así como en otros países que apoyan el proyecto, como China e Italia. Sin embargo, otras naciones de la Iniciativa de la Cuenca del Nilo han expresado su apoyo a la presa, incluido Sudán, la única otra nación aguas abajo del Nilo Azul. Sudán ha acusado a Egipto de exacerbar la situación. Etiopía niega que la presa vaya a tener un impacto negativo en los flujos de agua aguas abajo y sostiene que, de hecho, la presa aumentará los flujos de agua hacia Egipto al reducir la evaporación en el lago Nasser. Etiopía ha acusado a Egipto de no ser razonable; Egipto exige aumentar su parte del flujo de agua del Nilo del 66% al 90%. En octubre de 2019, Egipto declaró que las conversaciones con Sudán y Etiopía sobre la explotación de una presa hidroeléctrica de 4.000 millones de dólares que Etiopía está construyendo en el Nilo han llegado a un punto muerto. El gobierno etíope ha declarado que tiene la intención de financiar por sí mismo la totalidad del coste de la presa para no depender de países extranjeros que puedan verse presionados por Egipto para retirar su apoyo. Para ello, Etiopía ha emitido un bono dirigido a los etíopes del país y del extranjero. Las turbinas y los equipos eléctricos asociados de las centrales hidroeléctricas, que cuestan unos 1,800 millones de dólares, habrían sido financiadas por bancos de China. Esto dejaría 3,000 millones de dólares para ser financiados por el gobierno etíope a través de otros medios. El coste de construcción estimado en 4,800 millones de dólares, aparentemente excluyendo el coste de las líneas de transmisión de energía, corresponde a cerca del 5% del producto interior bruto de Etiopía, que es de 87,000 millones de dólares. El gobierno de Etiopía quiere el desarrollo de la agricultura, el final de la falta de energía y con la energía sobrante, venderla al extranjero para reducir la deuda del estado. Suenan los tambores de guerra por el agua en el África Oriental
Extraer lecciones de lo que está pasando será fundamental para afrontar otras pandemias, incluidas las imaginables como bioterrorismo
‘Covid-19 y bioterrorismo’, de Fernando Reinares, director del Programa sobre Radicalización Violenta y Terrorismo Global en el Real Instituto Elcano y catedrático de Ciencia Política y Estudios de Seguridad en la Universidad Rey Juan Carlos, de Madrid. Pongámonos por un momento en la mente de un ideólogo o de un estratega que pertenezca al mando central de alguna importante organización yihadista. Bien podría tratarse de una de las dos organizaciones yihadistas con liderazgo reconocido, estructuras descentralizadas y alcance global, cuyos respectivos repertorios de violencia colectiva tienen en común el hecho de que otorgan preferencia al uso sistemático del terrorismo. Es decir, podría tratarse tanto de al-Qaeda como de Estado Islámico. Pues bien, puestos en la mente de ese ideólogo o de ese estratega al que aludo, consideraríamos plausible que actualmente esté contemplando a través de los medios de comunicación y de las redes sociales, desde algún lugar situado en, por ejemplo, el sur de Asia, en Oriente Medio o en el oeste de África, cómo la pandemia del Covid-19 está alterando drásticamente el funcionamiento ordinario de las instituciones políticas y el normal desenvolvimiento de la sociedad civil en países que definiría, textualmente, como territorio de guerra dominado por infieles y que corresponden al mundo occidental. “La extensión y la letalidad del Covid-19 están poniendo de manifiesto que ni en el nivel nacional, ni en el europeo, ni en el global, estábamos en condiciones de reaccionar adecuadamente”. No nos costaría demasiado imaginar, puestos en la mente de ese ideólogo o de ese estratega yihadista, que estos días estuviese además pensando en cómo los atentados del 11 de septiembre de 2001, pese al excepcional impacto que tuvieron, no impidieron que la inmensa mayoría de los estadounidenses, aun sobrecogidos por tan inesperado acto de megaterrorismo, continuasen con sus rutinas cotidianas sin que se clausuraran empresas ni se cancelaran espectáculos. Tampoco se nos antojaría raro que discurriese sobre cómo, pese a su alta letalidad y a la indudable conmoción que ocasionaron, los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid o los del 7 de julio de 2005 en Londres no derivasen en una perturbación tan severa de la vida social y de las economías nacionales. Ni nos resultaría extraño que diera vueltas a cómo el enorme impacto de los atentados del 13 de noviembre de 2015 en París no hizo que los ciudadanos franceses se confinaran temerosos en sus hogares durante semanas o que las autoridades cerraran escuelas, universidades, salas de concierto, hoteles y restaurantes.
Es muy probable que ese ideólogo o estratega yihadista esté convencido de que la pandemia que se extiende por Europa Occidental y Norteamérica es un castigo que Alá hace recaer sobre los no musulmanes. Puestos en su mente, sin embargo, podemos entender con facilidad que esté mascullando si, una vez que Occidente supere la crisis del coronavirus que en estos momentos observa a través de la prensa online y de las aplicaciones de mensajería instantánea, incluso sin conocer todavía cuáles serán la duración y los efectos finales de la misma, no sería posible volverlo a sumir en otra que conllevara su irreversible decadencia. Una nueva crisis derivada no ya de una gran epidemia o una pandemia desencadenada a partir de un brote natural sino mediante la liberación intencionada de patógenos virales suficientemente dañinos y contagiosos. Ello causaría decenas o centenares de miles de muertos y un pánico en millones de personas que, agravado por el carácter provocado de la propagación de la enfermedad, desbarataría los fundamentos del orden social occidental. Eso es bioterrorismo. Pero un ataque bioterrorista de esa magnitud, similar o mayor en sus efectos sociales y económicos a los que está produciendo el Covid-19, requiere de unos medios que, como el ideólogo o el estratega en cuya mente nos hemos puesto reconocería, no están hoy al alcance de las organizaciones yihadistas. Aunque tanto al-Qaeda cuando tenía su base en Afganistán, como Estado Islámico mientras impuso su califato en Siria e Irak, han mostrado interés en utilizar con propósitos terroristas bacterias o toxinas, cabe deducir que si no lo han conseguido es debido a su incapacidad para aunar el conocimiento, los materiales y la infraestructura necesarios. Es improbable, más aún respecto a la obtención, multiplicación y diseminación de patógenos virulentos, que estas condiciones cambien a corto plazo, aunque serán distintas si esas organizaciones yihadistas movilizan una masa crítica de extremistas con formación o experiencia científica, consiguen acceso a recursos tecnológicos en laboratorios, se establecen en nuevos santuarios o negocian acuerdos con algún proveedor estatal. “Las medidas de protección necesarias ante una pandemia como la que estamos viviendo y las que nos prepararían ante otra derivada de un ataque bioterrorista coinciden en gran parte”. Ahora bien, ¿acaso un ataque bioterrorista diseñado para ocasionar una gran epidemia regional o una pandemia que, como la del Covid-19, previsiblemente incida con especial intensidad sobre las sociedades occidentales no pondría en peligro la vida de los propios terroristas o de musulmanes residentes en ellas? El ideólogo o estratega en cuya mente nos hemos puesto tendría respuestas que dar a esta pregunta. En primer lugar, definiría como acto de martirio la muerte de cualquier yihadista que pereciera tras haberse implicado directa o indirectamente en el ataque. En segundo lugar, aduciría que, antes de llevar a cabo el ataque, su organización cumpliría con la obligación religiosa de instar a los infieles a que se conviertan y de advertir a los musulmanes que emigren hacia territorios del islam. Por último, siempre podrá acudir a algún conocido doctrinario salafista que alegaría un hadiz como prueba literal de que no hay transmisión de enfermedades infecciosas sin permiso de Alá, de que el contagio de una persona sana por otra infectada sólo ocurre si es voluntad de Alá. Añádase a todo ello que los actores individuales y colectivos del yihadismo global cuentan desde 2003 con un edicto religioso que justifica la utilización de armas de destrucción masiva si disponen de ellas y no pueden derrotar a los infieles por otros medios.
Los terroristas inspirados por la ideología del salafismo yihadista no son los únicos supremacistas que han aspirado a utilizar el bioterrorismo
La realidad del Covid-19 y la generalizada zozobra que está produciendo en un buen número de naciones occidentales, además de la crisis ocasionada en China, de donde procede el brote de ese coronavirus, o de la inquietud en distintos países de otras regiones del mundo, nos sitúan frente a la amenaza real de una pandemia de origen natural y diseminada involuntariamente. Pero también nos emplaza a reflexionar sobre la amenaza potencial de una epidemia a escala regional o de una pandemia derivada del bioterrorismo. La probabilidad de que una organización yihadista consiga preparar y ejecutar un ataque bioterrorista comparable en sus resultados a la enorme crisis del nuevo coronavirus desencadenada por una masiva infección que tiene en Europa Occidental el epicentro de su transmisión, es baja. Pero la realidad del Covid-19 permite vislumbrar su posibilidad, incluso como amenaza existencial. Sin olvidar que los terroristas inspirados por la ideología del salafismo yihadista no son los únicos supremacistas que, en las últimas décadas, han aspirado a utilizar el bioterrorismo. Las medidas de protección necesarias ante una pandemia como la que estamos viviendo y las que nos prepararían ante otra derivada de un ataque bioterrorista coinciden en gran parte.
Esas medidas, basadas en la prevención, la detección y la respuesta, muy especialmente en lo que atañe a la existencia de vacunas que permitan contener y mitigar la propagación de un virus, pero también a la cobertura de los sectores sociales más vulnerables y al mantenimiento de la seguridad pública, exigen programas de anticipación y emergencia diseñados de manera coordinada en el ámbito nacional, que en escenarios tan interconectados como el de la UE han de ser complementados con iniciativas regionales a su vez enmarcadas en una estrategia global. La extensión y la letalidad del Covid-19 están poniendo de manifiesto que ni en el nivel nacional, ni en el europeo, ni en el global, estábamos en condiciones de reaccionar adecuadamente. Extraer lecciones de lo que está pasando será fundamental para afrontar otras pandemias, incluidas las imaginables como bioterrorismo. El estratega o el ideólogo yihadista en cuya mente nos acabamos de poner también extraerá las suyas.
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