CIUDAD DE MÉXICO.- Luego de que en la última semana se reportara un cambio de color en la Laguna de Bacalar, comenzaron a circular noticias que señalaban a la construcción del Tren Maya como la causa.
Entre los críticos se encuentra la senadora del PAN, Kenia López, quien se basó en este hecho para denunciar el daño ecológico que encabeza la administración de López Obrador.
Sin embargo, el mandatario, desmintió las acusaciones. A través de un plano explicó que existen dos amplias brechas que separan los actuales trabajos de construcción del megaproyecto y la Laguna de Bacalar.
La primera es la que separa a Escárcega de Bacalar por 287 kilómetros. El mandatario argumenta que los trabajos del tramo 1 que va de Escárcega a Palenque aún están muy alejados de la estación de la laguna, “en Escárcega apenas es el terraplen”, indicó.
La segunda brecha, desde Chichén Itzá, tiene una distancia de 289 kilómetros. Esta estación pertenece al tramo 4 que va de Izamal a Cancún y en donde también se está trabajando.
“Cómo es que si se está trabajando acá, que además es una composición geológica, un terreno completamente distinto a este, cómo es que se está afectando”, cuestionó y calificó las críticas de “absurdas”.
En la sección del ‘Quién es quién en las mentiras’, Elizabeth García Vilchis también descartó las acusaciones e incluso afirmó que no ha cambiado de color.
“Es falso que haya cambiado de tono, en este tramo, cerca de Chetumal ni siquiera se ha comenzado con la construcción del tren”.
“El cambio de color se debe a múltiples factores como la expansión de la agricultura intensiva en la Península de Yucatán, el uso de agroquímicos como el glifosato, el mal manejo de las aguas negras ademas de la deforestación de la selva entre otras causas”, agregó.
Con las primeras lluvias de la temporada de tormentas y huracanes, Bacalar se ha vuelto a pintar de café y verde, advirtió este sábado a EFE, David Martínez, miembro de Guardianes de la Laguna, organización que nació con la tormenta Cristóbal de 2020 para defender el medioambiente en la laguna.
En junio de 2020, la tormenta Cristóbal descargó como pocas veces volúmenes de agua sobre la Península de Yucatán, especialmente sobre Campeche, desde donde las escorrentías fueron a dar hasta la Laguna de Bacalar, conocida popularmente como la “laguna de siete colores” y ubicada a 40 kilómetros de la frontera con Belice.
Tras el paso del ciclón, el cuerpo de agua quedó con la peor apariencia de su historia, de la que aún no se había recuperado del todo.
Entonces y ahora, las escorrentías llegaron cargadas no solo de agua pluvial, sino de tierra suelta producto de la deforestación, materia orgánica, basura, agroquímicos y demás sustancias tóxicas acumuladas con el tiempo, dijo a EFE Alfredo Yáñez, investigador del Colegio de la Frontera Sur (Ecosur).
Teresa Álvarez Legorreta, también investigadora del Ecosur, ha tomado muestras de agua en la Laguna de Bacalar desde 2010 para comprobar su calidad.
Además del nitrógeno y fósforo, ha hallado en las muestras de la laguna plaguicidas, metales pesados y tóxicos como mercurio y cadmio, y otros como plomo, cobre, zinc, además de agroquímicos e hidrocarburos.
Estos elementos, aclara, los ha encontrado en mayor medida en el centro y sur de la laguna, donde está la ciudad y se concentran las actividades turísticas, cerca también de campos agrícolas.
Fuente: El Financiero