Luego de que en la última semana se reportara un cambio de color en la Laguna de Bacalar, cambiando sus característicos colores turquesa transparente a marrón, comenzaron a circular noticias en el centro del país que señalaban a la construcción del Tren Maya como la causa.
Entre los críticos se encuentra la senadora del PAN, Kenia López, quien se basó en este hecho para denunciar el daño ecológico que encabeza la administración de López Obrador.
Sin embargo, el presidente de la República desmintió las acusaciones en la mañanera de este lunes, señalando que ni siquiera han comenzado los trabajos cerca de la Laguna. A través de un plano explicó que existen dos amplias brechas que separan los actuales trabajos de construcción del megaproyecto y la Laguna de Bacalar, por más de 287 kilómetros.
En la sección del ‘Quién es quién en las mentiras’, Elizabeth García Vilchis también descartó las acusaciones e incluso afirmó que no ha cambiado de color en últimas fechas.
Puntualizó que las fotografías en las que se basó Kenia López corresponden al 2020, y es que en realidad sí es verdad que la Laguna de Bacalar suele cambiar su tonalidad durante algunos meses, pero esto sucede casi cada año después de las temporadas de lluvias, y en otro par de meses recupera su hermosa tonalidad.
“El cambio de color se debe a múltiples factores como la expansión de la agricultura intensiva en la península de Yucatán, el uso de agroquímicos como el glifosato, el mal manejo de las aguas negras ademas de la deforestación de la selva por grupos menonitas, causas naturales como los sedimentos que arrastran las lluvias, entre otras causas”, agregó.
En junio de 2020, la tormenta Cristóbal descargó como pocas veces volúmenes de agua sobre la Península de Yucatán, especialmente sobre Campeche, desde donde las escorrentías fueron a dar hasta la Laguna de Bacalar, conocida popularmente como la “laguna de siete colores” y ubicada a 40 kilómetros de la frontera con Belice.
Tras el paso del ciclón, el cuerpo de agua quedó con la peor apariencia de su historia, de la que aún no se había recuperado del todo en algunas zonas, mientras que otras ya presentan tonalidades azules claras.
“Entonces y ahora, las escorrentías llegaron cargadas no solo de agua pluvial, sino de tierra suelta producto de la deforestación, materia orgánica, basura, agroquímicos y demás sustancias tóxicas acumuladas con el tiempo”, dijo a EFE Alfredo Yáñez, investigador del Colegio de la Frontera Sur (Ecosur).