Signos
Por Salvador Montenegro
El fentanilo ha matado a cien mil estadounidenses, asegura el Presidente Joe Biden en México.
Entonces los culpables de esos crímenes no son el vicio masivo y la dependencia congénita de las adicciones sino los productores latinoamericanos de fentanilo, cuya responsabilidad para acabar con ellos es, por tanto, de los Gobiernos latinoamericanos donde prospera el ‘narco’.
Y, en esa lógica, no serían, entonces, la adrenalina criminal y los criminales que produce, los responsables de las múltiples masacres y asesinatos cometidos en Estados Unidos con armas de fuego, sino los fabricantes y vendedores de las mismas, que son los proveedores del consumo y autores reales de las tragedias homicidas. Pero, como hay que defenderse de los asesinos, debe preservarse la inamovible Segunda Enmienda constitucional o el derecho a que cualquier ciudadano pueda poseer, portar o usar armas de fuego hasta de alto poder. (Porque, ni modo: contra las armas ofensivas, las defensivas, de igual calibre y letalidad).
A diferencia de los productores de fentanilo con los que los Gobiernos latinoamericanos deben acabar para poner fin a las muertes de los miles y miles de drogadictos estadounidenses víctimas de los fentanileros, a las potenciales víctimas de la masividad del crimen por armas de fuego hay que ampararlas con la ley para que se protejan a sí mismas de los criminales y acabar de ese modo con la violencia homicida propiciada, al parecer, por los armeros.
Y bueno, por ese camino del sentido común estadounidense, ¿por qué no se combate a quienes acaban con la vida de millones de estadounidenses alcohólicos? ¿No son, acaso, como los fentanileros, los productores y vendedores de alcohol, los culpables de esa barbarie adictiva? ¿No aplicaron un día ‘la prohibición’ contra la venta y el consumo de bebidas alcohólicas y les salió el tiro por la culata con la efervescencia enfermiza de la demanda masiva y la de las violentas organizaciones gangsteriles que la abastecían de manera clandestina?
Una sociedad genéticamente hambienta y dependiente de las armas, las drogas, el alcohol y los antidepresivos, es una sociedad de la guerra, la infelicidad y el hedonismo imperialista.
Combatir a los fentanileros, los armeros y los alcoholeros para acabar con sus patologías originarias y propias de su naturaleza, es como combatir a las Iglesias para acabar con los perjuicios del fanatismo religioso.
Por supuesto que su retórica es falaz y que si alguien es consciente de sus vicios y sus males son ellos mismos, ‘los americanos’; que los fentanileros existen porque la tóxica demanda del profético pueblo líder del ‘mundo libre’ los necesita y los promueve, igual que su incurable hedonismo imperial y demagogo requiere de culpables que, de cualquier manera, no han de salvarles el pellejo de sus infelices miserias espirituales, colonialistas y vengativas.
Los imperios lo son por su poder de ocupación de cualquier soberanía bajo cualquier pretexto, en tanto la fuerza de las armas determina la legalidad y la ilegalidad y la condición de las libertades extraterritoriales.
¿Y Las Vegas, no vive en sus sobrados y mafiosos y excéntricos lujos de la densa y extrema ludopatía desde sus sangrientos orígenes? ¿Habría que incendiar ese reino del vicio y los placeres del pecado y… ¡de la gran derrama fiscal!?
No, la prioridad son los fentanileros latinoamericanos. ¿Porque matan a la comunidad drogadicta ‘americana’? No, no sea imbécil: porque no pagan impuestos.
La moral imperial es fiscal. Si timbra la caja de los caudales públicos, mate a quien quiera. La democracia imperial, que es la de los contribuyente, se lo permite. La moral es la del árbol de la recaudación desde las leyes que autorizan todas las invasiones, todas las guerras y todas las fuentes de riqueza y avasallamiento del poder del Estado. Impuestos, señor… Los fentanileros no pagan impuestos. Por eso son unos criminales. Ya los viciosos del imperio, si no es con fentanilo, verán con qué enloquecen.
SM