El minotauro
Por Nicolás Durán de la Sierra
Lo que tiene ante sí el gobierno de Mara Lezama es una gran oportunidad para reformar el transporte público de todo el Estado, no sólo el de Cancún, sino también la de desarmar una bomba que más temprano que tarde le va a estallar otra vez, la que orquesta el amafiado grupo de taxistas que recién bloqueara el tránsito vehicular de la principal zona turística del país.
La convocatoria para que mañana se realice la protesta civil “un día sin usar taxis”, aunque de difícil aplicación, muestra el hartazgo de buena parte de la sociedad con respecto del este servicio y ello le da al Gobierno estatal el aval necesario para intervenir en el sindicato taxista de Cancún, y con ello, cardinal, sentar un importante precedente de autoridad.
No sobra decir que la imagen de autoridad del Gobierno estatal sufrió gran menoscabo a manos de un puñado de taxistas amotinados, que se afectó el perfil turístico de Cancún, tanto que el Gobierno de los Estados Unidos emitió una alerta turística respecto de la agresión, y que además se precisó la entrada en el escenario de la Guardia Nacional.
Desde luego, como debe ser obvio, es impropio apuntar “los taxistas” en general, pues la mayoría de los operadores del vehículo, los que sufren los abusos del propio sindicato, nada tuvieron que ver en el bloqueo y, de hecho, aplaudirían se reformasen las condiciones del servicio.
Las generalizaciones muchas veces sirven para enmascarar a los abusivos.
Razones existen y de sobra para que el Estado, con “E” mayúscula, invoque el interés público y, como otorgante de la concesión del servicio de transporte, intervenga en el sindicato taxista, que al fin y al cabo lo encabeza una mafia tan ingenua como cerril como para retar al propio Estado, y creer que va a ganar.
El daño a la imagen de la autoridad debe ser reparado, por el bien general.