Signos
Por Salvador Montenegro
Al mismo tiempo que la peste verde que lo impulsa desfigura el rostro ético de Ebrard, fortalece la causa de su candidatura presidencial en términos de adhesiones electorales.
Pero la sociedad de intereses de poder con esa escoria mafiosa que él contribuyó a formar, lo desacredita, aún más, como potencial elegido de su jefe, Andrés Manuel, para sucederlo, por tanto como riñe con su causa moralizadora esencial de la vida pública del país, y cuya poderosa popularidad, influencia y capacidad de decisión -presidenciales- en su partido y en el proceso sucesorio mismo serán factores determinantes en el proyecto del Canciller.
No es, Ebrard, el preferido del Presidente, por supuesto, y es, por el contrario, el más proclive a Washington, al modelo neoliberal y a los fueros salinistas de la oligarquía, tanto como enemigo -soterrado y convenientemente discreto y demagogo defensor del mismo- del Estado del Bienestar.
Y ahora, hábil y simulador como es, camina en la cuerda floja de tener que decidir sobre el uso de la fuerza del Verde y las rupturas o actitudes disciplinarias respecto de la causa de su jefe máximo, lo que tendrá que asumir de manera definitiva y de cara a los cuatro vientos, en momentos ya muy próximos.
¿Está negociando posiciones estratégicas ulteriores o está articulando rupturas que implican el desfiladero o la apuesta del todo por el todo hacia la cumbre y el derrumbe consecuente de la 4t, amado por el viejo estatus quo y odiado por la implacable masividad obradorista?
¿Está armando fórmulas de enfrentamiento o de convencimiento, el inteligente y ladino Canciller?
SM