Miles de toneladas de indolencia

Signos

¿Se requería de una fuerte tempestad para poner a flote la magnitud de algunos de los principales problemas que padece la ciudad, y de los que las autoridades estatales y municipales acusan más a la población que a sí mismas en tanto desbordan, dicen, sus capacidades institucionales de respuesta y mitigación? ¿Desde cuándo la ciudad crece de manera más o menos organizada; que las barriadas y las colonias irregulares y al cabo municipalizadas se expanden sin ton ni son en peligrosas áreas marítimas, lacustres, ribereñas, de manglares y humedales de todo tipo que hacen de Chetumal y sus inmediaciones casi un islote en donde si algo se necesita es previsión en todos los órdenes para la conservación biótica y la prevención de catástrofes ambientales y humanas, rigurosa planeación urbana y de usos de suelo, estimaciones migratorias y fiscales orientadas al equilibrio del crecimiento y a prevenir el precarismo y la anarquía poblacional? ¿Desde cuándo se cuida el erario y la capacidad de endeudamiento para responder con servicios públicos eficientes al problema de los residuos, de la insolvencia en la recoja de basura y los rellenos sanitarios, de la insuficiencia de drenajes y procesos de evacuación de aguas residuales? ¿Desde cuándo no se roban el dinero de las arcas públicas en contratos de arrendamiento de camiones de basura, en arreglos superficiales de basureros colapsados, en obras sobrefacturadas de deficiente y fallido alumbrado público, en carpetas asfálticas y bacheos de nula durabilidad? ¿Desde cuándo se hacen proyectos de obra consecuentes con el suelo laxo y permeable del entorno urbano y se autorizan desarrollos inmobiliarios y vivienderos de mínima calidad y sustentables y armoniosos con el medio, y se rinden buenas cuentas del uso eficiente del erario, de la situación fiscal, del manejo de la deuda y la relación de las reservas financieras con los desafueros de la demanda social y las desmesuras precaristas que no parecen inquietar a nadie? Se acusa la incivilidad y la insalubridad comunitaria que arroja miles de toneladas de desechos (de los que se sabe hasta que impacta un fenómeno atmosférico extraordinario y no antes, porque se anda en otras cosas políticamente más importantes), no la de la gestión institucional desbordada por la propia insanidad y la incompetencia de las autoridades. En todo caso, la mayor de las culpas es, en efecto, de la población, por elegir a las autoridades que tiene. ¿Es la medida de su naturaleza idiosincrática y ciudadana?

SM

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