Signos
En temas como el del narcoterror y la violencia incontenible que despedaza la gobernabilidad de narcoEstados como el morenista de Sinaloa, más le hubiera valido a Andrés Manuel cerrar la boca que decir tantas necedades como las que ha proferido, al tiempo que hereda un país con regiones enteras a merced del crimen y ensangrentadas por su miedo, su impotencia y su renuncia a enfrentar con las armas constitucionales del Gobierno de la República -porque las estatales y municipales están corrompidas o son incompetentes o cómplices del delito- las impunes y despiadadas fuerzas homicidas de las bandas en guerra.
‘Nos duelen todos los muertos de esos enfrentamientos’, ha blasfemado. Como si la pérdida de un sádico sicario insensible y asesino por naturaleza le fuese tan lamentable a su cristiano corazón creyente y humanista que la de un ser inocente, y no se tratase de un discurso defensivo para evitarse amenazas y problemas de imagen con las feroces manadas de pistoleros y torturadores.
‘Antes de que los estadounidenses se llevaran al Mayo todo estaba tranquilo en Sinaloa’, ha dicho. Como si la paz derivada del acuerdo entre los grupos del narcopoder y el respeto mutuo a sus empresas e intereses fuese tan suficiente para los pueblos que la existencia misma de dichos grupos armados y sus actividades ilegales debiera preservarse y hasta garantizarse desde la autoridad mientras su clandestinidad fuese tranquila y tolerable.
En ese orden, como en el de la educación, donde acabó con la reforma peñista sin reemplazarla por otra tan estructural como necesaria en un país de los peor educados y sin conciencia crítica -y por tanto uno de los más violentos del mundo-, Andrés Manuel hizo tan mal las cosas como, por supuesto, hizo tan bien muchas otras.
En ‘el segundo piso de la transformación’, como gusta llamarse a la tarea del régimen obradorista heredero, se tendrán que remediar ambas tragedias o el país y el Estado de derecho serán sometidos a la dominación, violenta o pacífica, del crimen organizado. (Porque hay zonas y narcoEstados donde los grupos criminales controlan Gobiernos estatales y municipales sin matar más que a los enemigos indispensables y donde son ellos mismos los que garantizan la paz social que a Andrés Manuel le gusta, como en algunas partes de Tamaulipas.)
SM