Harfuch tiene en la mira a Querétaro y a su Gobierno panista.
La plaga del huachicoleo está muy esparcida en la entidad, tanto como las disputas de las bandas que lo operan, y como bien lo saben, asimismo, la Fiscalía y las Policías locales que con su pasividad o su complicidad la fomentan.
El panista Gobernador Mauricio Kuri sabe bien lo que pasó con el huachicolero asesinado, “La Flaca”, en “Los cantaritos”, y acerca del escarmiento de los sicarios que repartieron nueve víctimas mortales colaterales y 13 más heridas en ese bar de la capital queretana el pasado sábado 9 de noviembre por la noche.
Poblados y ciudades de dicha entidad -tan pacífica y de tan envidiable calidad de vida, “la que no vamos a permitir que se pierda” como ocurre en otros lugares tomados por el crimen, dice el mandatario estatal tan señalado en la opinión pública como padrino, además, de una vasta porción del negocio inmobiliario del Estado que gobierna y cuyas urbes principales se saturan con la comercialización inmoderada del suelo- y sus tranquilas inmediaciones son reservorios de combustible robado y traficado al menudeo por numerosos vendedores precaristas.
Y si bien no había tenido lugar una masacre como la de “Los cantaritos” sí han ocurrido incontables ‘accidentes’ y altercados trágicos de menor escala relacionados con el negocio y sus inseguros y pobres almacenes disfrazados de todo tipo de establecimientos lícitos, protegidos por la Policía y de sobra conocidos por los vecinos.
Es más bien extraño que en una zona de tanta actividad huachicolera no hubiese ocurrido una matanza de dimensiones tales como la de la capital queretana.
Porque son diversas las bandas en conflicto y el control del negocio está muy lejos de ser monopolizado por alguna de ellas, como ocurre en otros casos donde la violencia cede en tanto un bando se impone a los enemigos e instala la paz obligatoria desde el control de la autoridad y el condicionamiento de las reglas del juego de la gobernanza política y el crimen organizado.