Signos
Qué pena da leer ahora a personajes que antes fueron los más importantes referentes intelectuales y ahora son consumidos por la rabia, la impotencia militante y la decadencia. Cuando a pesar de su elegido activismo perdedor bien podrían seguir siendo revisores críticos y conceptuales de los faltantes o los excesos y las naturales imperfecciones de los ganadores políticos; es decir, pese a haber decidido convertirse en parte de los perdedores.
No tendrían que seguir siendo hoy día las más elocuentes y sonoras voces de un fracaso que ellos mismos dan por hecho con tanta y tan obstinada y febril consigna condenatoria que publican contra todo lo que hacen y dicen sus enemigos en el poder del Estado nacional -por positivo que pudiera ser para el país- en lugar de proponer ideas fundamentadas y sostenibles; un fracaso del que, por eso mismo, son justamente las figuras mediáticas más representativas: por los valores conocidos de su pasado intelectual, ensayístico y académico.
Y en lugar de las muy poderosas y respetables conciencias del análisis más objetivo posible del proceso histórico que podrían seguir siendo -aun con esas naturales subjetividades adversarias propias de la pérdida de sus particulares aspiraciones y de los intereses suyos lastimados en la contienda partidista- se ponen en el aparador de la opinión pública como ancianos plañideros víctimas de una autocracia condenable contra la que tiran todas sus pobres piedras filosofales que bien se guardaron cuando el poder político neoliberal y privatizador más rapaz de todos los tiempos los puso a su servicio y los hizo multimillonarios y al que adularon tanto y de manera tan poco edificante para el ejercicio conceptual y crítico, ahora tan tremendamente devastado.
SM