Signos
Claro que con la fama sobreviviente de García Márquez y de “Cien años de soledad”, los lectores de bisutería literaria de las generaciones digitales y marvelianas de la civilización del espectáculo analfabeta hacen uno de los más grandes mercados de consumo de las narrativas de ficción convertidas en productos audiovisuales. Y que allí donde se juntan la masiva frivolidad cultural y la impostura estética de los tiempos terminales del humanismo, es donde está la genialidad, esta mercadológica, de los hijos de García Márquez, para pervertir la obra más célebre de su padre y realizarla en uno de los productos tan más convencionales como vendibles de la era de la hojarasca civilizatoria. Porque saben bien que son horas de pantalla y no de lectura. Horas de simplismo y superficialidad, y no de mínima inversión en sensibilidad, imaginación y sabiduría.
SM