
Signos
El oficialismo mediático de izquierda es más pedestre que el de derecha.
Recibe muchísimo menos de los grupos del poder político que le pagan por una propaganda que, por más que quiera ser lavada con detergentes periodísticos y editoriales, vil propaganda de boletín se queda.
La diferencia con el oficialismo mediático omnipresente de derecha de la vieja historia es que en aquel no había disfraces: se trataba de la industria de la corrupción política inequívoca mezclada sin enredos con la de la comunicación social predominante.
Hoy día, la casi totalidad de gobernantes y lideres de la izquierda en el poder son tan corruptos y simuladores e incompetentes como sus opositores y sus antecesores y, en muchos casos, peores.
¿Cuántos de ellos no tienen el mismo origen y los mismos o más condenables modos delictivos de ser y de lucrar con la investidura?
Pero fatuos y engreídos y triunfalistas y poco sensatos y pobres de inteligencia que son, no asumen que la tolerancia y la complicidad de sus electores se deben a los saldos de la popularidad obradorista heredada del jefe máximo (que merced a ella sigue imponiendo condiciones que no puede sino atender su relevo presidencial) y sobre todo, pagadas -esa tolerancia y esa complicidad-, con los recursos del Banco del Bienestar, por cuya permanencia constitucionalizada sufragan sus grandes sectores populares beneficiarios.
Y por eso hoy día la adulación del oficialismo mediático hacia la petulancia gobernante de ‘izquierda’ es tan complicada para el propagandismo más apto en el orden informativo y editorial, y tanto exhibe la mediocridad oficiosa de la mayoría.
Porque aparte de cínicos y traidores a la encomienda representativa y a la regeneración moral que dicen encarnar con pasión humanista y corazón feminista y esas hierbas de la mayor vulgaridad ideológica y política, son tan rufianes y tan narcisistas (el complejo de inferioridad segrega la intransigencia) como avaros y tacaños, que para verse en el espejo de sus panegíricos disponen para el pago de los mismos de minucias, apenas, y bagatelas, del vasto erario y de los bienes públicos que se roban.
¿Claudia no sabe quién gobierna los Estados del país que ella preside?
¿Se les puede llamar de izquierda a esos Gobernadores de su partido y del verde aliado que se viste de guinda donde quiere y cuando quiere; huachicoleros o socios del crimen organizado a través de Fiscalías y sistemas de Justicia a su merced?
¿No sabe qué clase de delincuencia de su izquierda regeneradora de la moral política impone sus fueros del Pacífico al Golfo y al Caribe mexicano?
¿Es izquierda? ¿Es del pueblo? ¿Es mejor que la piltrafa opositora? ¿Es peor el Monreal que ahora quiere ser Gobernador de Zacatecas -reprendido por la Presidenta para evitar el pecado del nepotismo consignado en los nuevos mandamientos del partido de la regeneración moral-; es peor ese Monreal que su hermano, el Monreal que ya fue Gobernador de su Estado y que controla el Congreso de los Diputados federales y es uno de los grandes embusteros y traidores y expriistas defensores de la prédica de la transformación nacional?
¡Qué país!, diría Virgilio.
SM