Los mártires del odio imperial

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Signos

¿Hay modo de que los ‘americanos’ (los de la Unión Americana, el reino del Mundo Libre) acaben con el vicio de las drogas que los matan acabando con quienes se las suministran? Y si acaban con la legalidad de la venta y el uso libre de las armas de fuego, como un día penalizaron el comercio de bebidas alcohólicas para impedir que los matara el vicio del alcoholismo que también los mata (una prohibición que debieron suspender porque más los mataba la sed de alcoholizarse y las mafias sanguinarias que lucraban con la misma), ¿acabarían con el insaciable vicio de matar de la multitud de asesinos por naturaleza -como congénitas son sus adicciones provocadas por la insatisfacción perpetua de no poder suplir con bienes materiales la demanda espiritual de la felicidad- que, del mismo modo que todas las adicciones, son causa y consecuencia -un círculo vicioso de la decadencia imperialista- de la ansiedad de conquista, de las guerras de ocupación, del imperativo de tener y de ganar a toda costa para complacer el complejo narcisista de querer ser superior ganando todo cuanto no significa el apacible bienestar de la conciencia y del alma que no tienen?

Por supuesto que en una sociedad de lo insaciable y de los vicios y la inhumanidad materialista (como la más grande e irrepetible de todos los tiempos) siempre habrá una poderosa comunidad de espíritus que alienten el racismo y el supremacismo y la causa sectaria de los predestinados en contra de los seres que pueblan su entorno como especies indeseables, inferiores y contaminantes de su impecable reino de pureza. Y lo harán a costa de que, tan temerarios como ellos, ejemplos de conquista y superioridad y vanagloria, otros iguales -en su radicalizada condición de exterminio pero con ideas de salvación contrarias- saldrán de sus también numerosos guetos justicieros, acosados por sus propios demonios de redención universal y sus verdades igualmente absolutas e irrevocables, a matarlos sin piedad y con calculada frialdad, en el nombre del dios de su particular infierno, al que elevan la gracia de su sacrificio, lejos de toda conciencia de culpa, de todo arrepentimiento.

SM

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