ESTADO DE MÉXICO.- La doctora Érika Reyes no da abasto. A su consultorio en una barriada de Tultitlán, llegan decenas de pacientes sospechosos de Covid-19 que prefieren acudir allí antes que dirigirse a un hospital, donde temen morir solos.
Como ella, miles de médicos que atienden en pequeños consultorios de barrio son la esperanza y salvación de muchos mexicanos.
En un local rentado de nueve metros cuadrados, Reyes recibe a unas 30 personas al día, la mayoría con coronavirus, a quienes trata siguiendo una guía del Gobierno y recomendaciones de colegas.
Los médicos de barrio “somos la entrada número uno” de pacientes de covid-19 y un actor clave “para que no se sature el sector salud”, dice Reyes, de 30 años.
En la acera de enfrente seis personas aguardan su turno, mientras una asistente ofrece gel antibacterial y toma la temperatura a quienes entran al modesto consultorio.
En México, el 43% de las consultas generales se realizan en sitios privados, según la Unión Nacional de Farmacias, Clínicas y Consultorios (Unifacc).
Esa red da 180 mil consultas diarias, casi la misma cantidad que el Instituto del Seguro Social en tiempos normales, señala Óscar Zavala, presidente de la Unifacc.
El covid-19 dejó 205 mil contagios entre los trabajadores mexicanos de la salud. Durante la pandemia murieron 2 mil 687 del sector, de los cuales un 47% eran médicos, un 19%, personal de enfermería, y el resto empleados de otras áreas, según el más reciente balance oficial.
Los doctores barriales, cuyos locales suelen funcionar como anexos a cadenas de farmacias, tampoco escapan a esa realidad.
Solo Unifacc reporta la muerte de 32 médicos y 48 farmacéuticos entre sus agremiados, a lo que se añaden 186 decesos de familiares contagiados por los doctores.
La cifra podría ser mayor, pues en el país funcionan 18 mil consultorios adjuntos a droguerías.
En los consultorios de barrio, una consulta cuesta de 35 a 100 pesos, frente a 200 o 500 pesos en clínicas o centros médicos más grandes.
Fuente: Excélsior