El Minotauro
Nicolás Durán de la Sierra
La borrasca política que se vive en el Estado es inédita y no sólo por los manejos evidenciados por la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) en cuentas de funcionarios y empresarios locales; o por los transas de los partidos, sino porque tanto los candidatos como sus adversarios han buscado el escaparate nacional para exhibir, unos y otros, su acendrada codicia, su desfachatez.
No sólo se han valido de inserciones en diversos medios periodísticos nacionales, pues creen que así brilla más su figura, sino también han tratado de lucirse en las conferencias del presidente López Obrador, tablado en que, cándidos, intentan quemar a sus rivales, iniciando con Mara Lezama, de Cancún, y Laura Beristain, de Playa del Carmen, que son las figuras a vencer.
Los contrincantes de las alcaldesas tienen una dilatada cauda de trapicheos, pero su descaro les hace creer que la memoria ciudadana no existe. Su forma de buscar el poder muestra lo bajo de sus tallas, pero a pesar de ello van por lana a las conferencias matinales y, claro, salen trasquilados, como dice el refrán. Peor aún: les allanan el camino a las que dicen detestar.
Por otra parte, de la borrasca que augura la tempestad que traerá el cambio del poder estatal, muchos grupos quedarán fuera, como lo exhiben las purgas en el PT y en el Partido Verde, partidos que no van por la mejoría de sí mismos, sino que quieren poner nuevas fichas en el dominó político. Despiden a Villatoro y a De la Peña, y no por decoro sino porque toca a otros beber de la fuente de la abundancia.
Conforme se avecine el día electoral, el panorama será cada vez más turbulento y la lucha no será de partidos, sino de clanes. No de ideologías, que la oposición carece de proyecto político y se desgasta en ataques mediáticos contra Morena que evocan la frase “mucho ruido y pocas nueces”; la lucha será de grupos de interés, y la comunidad será accesoria. Al tiempo.