Han pasado apenas siete semanas de este 2021, y el crimen y la violencia constituyen las actividades más dinámicas y exitosas en la entidad, estimuladas por el desinterés general de los personajes de la vida pública, por la impunidad casi absoluta que reina en las instituciones responsables de hacer justicia, por la inoperancia inercial y sin cambios de ninguna especie en las estructuras de la seguridad en todos los niveles del Estado nacional, y porque el caos poblacional, la sostenida degradación social en las urbes de mayor y más disparatado crecimiento, la ingobernabilidad general, la corrupción y la insignificancia de las autoridades ante las catástrofes que se padecen, constituyen factores estructurales que estimulan la masividad y la diversidad del crimen común, y un contexto consecuente de libertinaje y consolidación de las actividades del narcoterror, donde todo lo favorece: la insolvencia crónica e irreversible del Estado de derecho, la inexistencia de un debate y de un frente político y de opinión pública diverso en torno de temas tan capitales como ese de la violencia y la inseguridad, y la pobreza representativa y crítica –traducida en indolencia, en contemplativa pasividad y en complicidad, a fin de cuentas- de todos los presuntos liderazgos populares e institucionales (partidistas, legislativos, gubernamentales, sociales, etcétera), más proclives a la demagogia y a la guerra política facciosa, que al compromiso con los hechos capitales que derogan el ejercicio democrático, la vida constitucional, la convivencia pacífica y el bienestar social. La politiquería está en el centro de la realidad histórica del país y de Quintana Roo. Y la politiquería militante, el fanatismo electorero y el activismo insustancial y demagogo son los mejores ingredientes para el despliegue de la industria de la ilegalidad, del crimen y del lucro corrosivo. No hay acción contra el delito. Las mafias no tienen fronteras de combate alternativo que las limite y las someta. No hay política novedosa y eficaz ninguna de seguridad. Y en tiempos electorales y cuando más corre la sangre y se dispara la muerte, lo único que crece a su lado es la dinámica codiciosa del poder. Ningún pronunciamiento de valor. Ningún anuncio ni iniciativa ni promesa de asumir la gravedad de los problemas, como el de la criminalidad creciente. Los homicidas andan sueltos y más libres que nunca. Las ejecuciones, provocadas principalmente por el control de la narcoventa entre grupos delictivos, son cosa de todos los días en todo el territorio estatal, con saldos cada vez mayores de víctimas inocentes y eventuales, porque, cada vez más confiados e impunes, los sicarios despliegan su brutalidad balacera sin reparar en quién caiga más allá de sus objetivos. ¿Y las detenciones?, casi nulas. ¿Y las investigaciones?, las rutinarias de siempre. ¿Y la reincidencia letal?, prosperando. El crimen crece. La institucionalidad parece más enana que nunca. ¿Y el activismo político y la especulación electorera y el barullo escénico sobre los aspirantes y posibles gobernantes y representantes populares que habrían de hacerse cargo de las demandas ciudadanas y de enfrentar los graves problemas de la crítica realidad que se padece?… Pues bien, lo de siempre: la política es un asunto de intereses de los profesionales de la política. La realidad de los demás, es cosa de los demás.
Javier Ramírez
De acuerdo con los números del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en Quintana Roo la incidencia delictiva correspondiente al fuero común disminuyó en 2020 en comparación con 2019, principalmente -y por razones que sólo pueden atribuirse al encierro de cientos de familias por la cuarentena- en el robo a viviendas (al pasar de 3 mil 299 a mil 762).
Pero en los delitos graves, los números no fueron muy diferentes. Por ejemplo, en 2020 se registraron 581 homicidios dolosos, mientras que en 2019 fueron 685. Y en los llamados ‘feminicidios’ (el asesinato de mujeres a manos de machos por el hecho de ser hembras) hubo 15 el año pasado, cuando hace dos años fueron 16.
Enero de 2021 finalizó con 14 ejecuciones tan sólo en Cancún, pero febrero no ha terminado y ya se han registrado más de 20 de ellas, y, lo que es peor, con saldo también de víctimas colaterales, incluidos niños.
Comienzo violento
La violencia no tardó mucho en aparecer este año en Quintana Roo, pues el primer asesinato fue reportado apenas siete horas después de finalizado 2020. Se trató, según el parte policiaco, de un sujeto que recibió varias puñaladas estando cerca del mercado conocido como ‘El Chetumalito’, en la Supermanzana 66 de Cancún.
Unos días después, el 5 de enero, el conductor de un vehículo recibió varios disparos, en la Supermanzana 524 de esa misma ciudad. Aunque pudo manejar hasta llegar a un hospital privado, falleció momentos después de ser ingresado al quirófano.
El sábado 9, el chofer de un taxi con número 5130 fue asesinado a balazos en la Avenida 137 de Cancún. Dos mujeres, de 18 y 22 años de edad, fueron aprehendidas como presuntas sospechosas del crimen.
El reporte, a finales de ese mes, de un albañil que había sido torturado por integrantes de un grupo delictivo cerca del Hotel Riu, en la zona continental del Municipio de Isla Mujeres, hizo recordar que a finales de 2020 al menos una docena de trabajadores de la construcción fueron ‘levantados’ y asesinados cerca de los hoteles donde trabajaban, aparentemente por negarse a vender droga. Varios cuerpos han sido localizados y dos sujetos han sido detenidos, pero no existen avances reales que permitan resolver dicho caso.
Las ejecuciones también han comenzado a multiplicarse en el sur, sobre todo en Chetumal.
El 23 de enero, gatilleros interceptaron y abrieron fuego contra el taxi 1218 en la Colonia Adolfo López Mateos, dando muerte al conductor y un acompañante, mientras otro pasajero resultó herido.
El 27 de enero, una mujer fue asesinada a balazos afuera de su vivienda, en la Colonia Antorchistas. Aunque se desconocía el móvil del crimen, las autoridades decidieron iniciar una carpeta de investigación por el delito de ‘feminicidio’.
Así, el primer mes del año cerró entonces con 14 ejecuciones en Cancún y tres en Chetumal
Niños, principales víctimas colaterales
Fue el día 18 de enero cuando el primer inocente pagó las consecuencias de la violencia, pues en un intento de ejecución en el Fraccionamiento Villas Otoch Paraíso, en Cancún, un niño de nueve años que estaba parado cerca de una tienda de abarrotes resultó lesionado con un disparo en el abdomen, mientras que el blanco del ataque también terminó herido.
Luego, el 24, una persona que conducía frente a la plaza de toros de Cancún, en la Avenida Bonampak, recibió una herida de bala en el pecho cuando un grupo de sujetos disparó contra quien era su verdadero objetivo.
El 4 de febrero, sujetos que viajaban en una motocicleta abrieron fuego contra un hombre en la Avenida Hodzonot, en la Colonia Tumbenkah, en la cabecera municipal de Tulum. El sujeto falleció en el lugar. Las autoridades pensaron que eso había sido todo, pero minutos después una persona solicitó auxilio en una casa cercana, pues una anciana que estaba dormida en su hamaca había recibido un balazo y murió horas después.
El 17 de febrero, dos menores que estaban recogiendo latas cerca del campo de béisbol de la Delegación Alfredo V. Bonfil resultaron lesionados al quedar en medio de un ataque armado. Los sicarios habían disparado contra un hombre, el cual murió al instante, pero las balas alcanzaron también a un niño de 10 años en una pierna y a una niña de 12 en el abdomen.
Febrero, por más
Febrero aún no termina, pero el número de muertos ya supera los 20 en todo el Estado. Y los criminales van aumentando su nivel de violencia, pues apenas el día 18 dispararon contra varios conductores de taxis que aguardaban estacionados en la Avenida José López Portillo, de Cancún. El saldo fue de un muerto y dos heridos.
La detención de 15 sujetos la tarde del martes 16 fue presumido como un gran logro de la Fiscalía General del Estado, al haberse logrado también el rescate de un secuestrado y el aseguramiento de varias armas y drogas en una vivienda de la Región 232 de Cancún. Sin embargo, noticias así ya no tienen el mismo efecto en la opinión pública. Un caso positivo entre cientos impunes no vale como propaganda.
Es verdad que los índices delictivos bajaron el año pasado, pero por más que las autoridades intenten resaltarlos, para la opinión pública dichos números no significan nada, si las noticias contrarias y las nociones y experiencias personales sobre la inseguridad abruman. Noticias como la detención de una persona por trasladar pacas de ropa en la frontera sur terminan siendo patéticas en su uso promocional.
Ahora crece el ruido y las expectativas en torno de los comicios venideros y sus protagonistas. Y también crecerá la verdad inefable de que ninguno de los problemas importantes del Estado será exitosamente atendido por la mano gestora de ninguno ni de todos juntos de quienes se propongan como representantes de los intereses de los ciudadanos. Los perfiles en movimiento tras el voto no dan para eso. Su agenda es la de los negocios particulares de poder. Por eso, hoy mismo, no se sabe de nada de ellos ni de sus posturas ni de pronunciamientos y debates suyos en relación con fenómenos tan críticos como el de la violencia, tan definitorios del presente y el futuro del Estado.