
Signos
El río no suena en balde.
Donde la delincuencia organizada hace su agosto, es porque el poder político se lo permite.
Tomás Yarrington apadrinó el narcoterror más violento del mundo en los territorios de su origen, los del noreste del país, donde los grupos criminales siguen dominando la vida pública y social y cuyos fueros parecen importar más en Estados Unidos que en México.
Porque la plaga política que gobierna es de la misma especie que la de Yarrington, sea del partido que sea, porque la política, si alguna vez las tuvo, ya no tiene ideologías y está a merced de unos u otros intereses.
Y el liderazgo del Estado nacional no sólo no se atreve a perseguir a los personajes políticos más identificados con el crimen organizado (no sólo los señalados por Washington sino por cualquier vecino que los conoce de sobra por el ambiente de peligro en el que viven y que más que a nadie se debe a ellos y a la corrupción absoluta de su autoridad).
Cada día es más evidente que ese liderazgo nacional los protege.
SM