
El minotauro
Por Nicolás Durán de la Sierra
A la mayoría de los políticos estatales les gusta el pleito ranchero, es decir del pleito en donde la línea lógica es adorno y la pasión, capitana. Véase si no el sainete que se armó por los peregrinos decires de Gabriel Mendicuti, exedil playense que, acaso montado en el albo corcel de la santa cólera, acusó al exgobernador Carlos Joaquín de haber vendido Quintana Roo al crimen organizado.
La tal venta sería, cuando menos, portentosa. Acusarlo de vender al crimen organizado algo que este ya tenía en sus manos, resulta un prodigio, y más en el sexenio de López Obrador, quien federalizara la lucha contra el narcotráfico, si es que la voz luchar se pudiera ajustar a su política de “abrazos, no balazos”, pero ese es asunto semántico que no vienen a cuento. Minucias.
La lógica de mero ornato. En el pleito ranchero entraron luego otros notables, el exgobernador entre ellos, quien descalificó a su acusador. ‘Es venganza’ dijo al referirse a que durante su mandato Mendicuti fue apresado por fraude entre 2018 y 2019. Don Gabriel es de muy largas muinas, pues esto ocurrió hace seis años; se dijo que su corcel era albo, blanco, no rápido, que conste.
Antes de ir a la rural gala, se asienta que la frase “pleito ranchero” se popularizó en México en 1935 tras la cinta Allá en el Rancho Grande, de Fernando de Fuentes. En lo urbano la frase sería “pleito de vecindad”. Lo de la venta del Estado al narco se ilustraría con un lucidor “Le quieren vender chile jalapeño a la Clemente Jaques” y hasta aquí el breviario cultural.
Vamos a la gala, aunque sea un anticlímax para los que buscan sangre: en la cima de la moderna mañanera, la presidenta Claudia Sheinbaum dijo que no pensaba en cambios en el cuerpo diplomático –Carlos Joaquín es embajador en Canadá-, mientras que la gobernadora Mara Lezama, evanescente, dijo que la acusación sería vista en la Mesa de Seguridad. Niebla.
Mendicuti debe odiar los bumerangs.
Colofón: Otro sainete campirano es el del ‘Chicharito’ Hernández, notable futbolista y flaco promotor de sí mismo. Con expresión libre apuntó en video lo que para él debe ser el rol de la mujer en pareja y ello desató la furia del Santo Oficio feminista. Fue censurado hasta en Palacio Nacional, y multado por su equipo por andar de misógino, entre otras cosas.
Él, que dista de la filosofía, exhibió ideas comunes en los 60s y 70s, con tonos hasta de la marital epístola de Melchor Ocampo, nada ofensivo en sí, aunque fuera de tiempo, pero válido aun para millones de ellas que no oyen su voz en la teoría del género. Hay muchas voces de Mujer, no una. Lo del “Chicharito” fue un desatino, un abuso, una exageración con ribetes autoritarios.
El tipo sólo expresó su punto de vista.