Degradación de valores en los jóvenes, origen de la violencia en Cancún

Desde hace casi una década Cancún se ha convertido en una ciudad azotada por la delincuencia, que, de acuerdo con organismos internacionales y asociaciones civiles, se debe a la pérdida de valores de los jóvenes, quienes cada vez más se ven inmiscuidos en actos vandálicos que son finalmente opacados por la guerra entre los cárteles de la droga. Y es que afectados por el desempleo y la falta de oportunidades en una de las ciudades más hacinadas del país, cientos de niños y adolescentes crecen en un ambiente en el que la violación, la violencia intrafamiliar, los suicidios y el consumo de drogas y alcohol son cosa de todos los días. Motivados quizá por el constante bombardeo de música, series de televisión o películas que hacen alegoría de la vida de los delincuentes del norte, la juventud benitojuarense no repara en la consecuencia de sus actos y, tarde o temprano, termina cayendo en el crimen organizado. Si esta tendencia continúa, en otros 10 más de la mitad de la población adulta de Cancún tendrá tendencia a la violencia y estará condenada al colapso social.

Armando Galera

Los principales protagonistas de la violencia e inseguridad en Cancún no son las organizaciones criminales, sino los adolescentes y jóvenes, advierten asociaciones civiles y organismos internacionales.

Y es que los medios de comunicación dan mayor cobertura a las ejecuciones por ajuste de cuentas entre los cárteles, relegando casos como el del niño de tres años que fue abusado sexualmente por un par de adolescentes, el del joven de 18 años que apuñaló 23 veces a su pareja de 16 por una discusión mientras se emborrachaban, o el del suicida víctima del abandono, la desesperación del hacinamiento, el desempleo, la miseria y el fracaso.

“El problema es que la gente se aterra por una balacera en la Zona Hotelera donde perdieron la vida sicarios, pero considera como algo normal que la joven vecina haya cometido suicidio por problemas con su novio; o que un grupo de adolescentes participe en una riña callejera con el saldo de varios heridos”, dice Alejandro Alvarado Hernández, doctor en Ciencias Sociales, catedrático del Centro de Estudios Sociales del Colegio de México, coordinador del Observatorio de la Violencia en Quintana Roo y coautor del libro “Violencia Juvenil y Acceso a la Justicia en América Latina”.

El entrevistado reveló a este semanario que en Cancún casi el 45 por ciento de los jóvenes se han visto involucrados en un hecho violento, desde peleas callejeras, violencia familiar o de pareja, robos, vandalismo, delitos en la escuela, portación de armas, bullying y otras situaciones delictivas.

Además, el 60 por ciento de los jóvenes benitojuarenses ha sufrido algún tipo de violencia física o psicológica.

Pero lo anterior no es el único dato que exhibe la situación de vulnerabilidad que enfrentan los cancunenses de entre 10 y 21 años, pues el 89 por ciento de este sector de la población consume alcohol o algún tipo de drogas.

En 2011 estaban identificadas 101 pandillas, concentradas en cinco de las regiones más marginadas de la ciudad (75, 94, 99, 100 y 102); pero hacia finales de 2016 el número de estas agrupaciones juveniles problemáticas había aumentado a casi 320, apareciendo incluso en las zonas donde impera la clase media-alta.

“Hasta hace diez años, ocho de cada diez jóvenes de Cancún vislumbraba su futuro insertado en el mercado laboral del turismo. Su meta era ganar lo suficiente para tener una familia, casa y coche. Pero hoy, sólo tres de cada diez tiene esa visión. La mayoría es pesimista sobre lo que depara el mañana, así que ha perdido interés en prepararse y mejor opta por satisfacer su necesidad de alcohol, fiesta y drogas.

Se está perdiendo el sector joven de la sociedad, y de continuar con esta tendencia, la ciudad de Cancún está condenada al colapso social, y entonces ningún programa o estrategia podrá salvarla”, sentencia Alvarado Hernández.

El verdadero origen de la violencia

Nidia L., a sus escasos 16 años, ya había sido víctima de violación por parte de su padrastro. Con tal de escapar del infierno en que vivía, decidió escapar a la casa de su novio, E.R.P, de 17 años, con quien ya tenía un bebé de un año. Seis meses después, la adolescente fue asesinada de cinco puñaladas por su pareja, luego de una discusión originada por celos.

Un niño de apenas tres años y medio fue víctima de abuso sexual en los sanitarios del colegio “Mano Amiga Cancún”. Los primeros sospechosos fueron sus maestros, pero las investigaciones revelaron que los culpables fueron dos adolescentes, de 12 y 14 años, y cuyos motivos, según su confesión, era porque les pareció ‘divertido’.

María R.T. y Sofía J.C. caminaban rumbo a su escuela cuando fueron sorprendidas por dos muchachos con uniforme de otro plantel. Sus gritos e intentos de escapar no impidieron que fueran violadas por los adolescentes en un lote baldío. Cuando terminaron, los agresores les dijeron que se trataba de un mensaje para el hermano de María, miembro de una pandilla rival.

Roberto C.H. se encuentra en rehabilitación, y los doctores piensan que pasarán tres años para que vuelva a caminar. Esto luego de que la golpiza que le propinaron cinco compañeros de su escuela porque supuestamente “coqueteó” con la novia de uno de ellos.

Carlos M.C., de 17 años de edad, es un pandillero de la Región 101. Fue arrestado por vender drogas afuera de la Secundaria Técnica 25.  Cuando le preguntaron el porqué de sus acciones, respondió que su interés era escalar hasta llegar a ser sicario, “porque pagan hasta 20 mil pesos sólo por matar a los otros tiradores”.

Estos hechos sucedieron en Cancún en el último año, y todos fueron protagonizados por adolescentes. De acuerdo con la encuesta de Cohesión Social para la Prevención Social de la Violencia y la Delincuencia (Ecopred), el 76 por ciento de los delitos en el Municipio fueron cometidos por personas de entre 13 y 22 años; mientras que en ocho de cada 10 casos donde se reportó algún tipo de hecho violento (bullying, violencia familiar, agresiones de pareja) fueron adolescentes los protagonistas.

“Si se considera que el 38 por ciento de la población benitojuarense pertenece a este rango de edad, podemos llegar a dos conclusiones: primero, que la juventud cancunense es propensa a la violencia; y segundo, que si continúa esta tendencia, dentro de 10 años más de la mitad de la población de la ciudad (cuando los jóvenes de hoy formen parte de la comunidad adulta) tendrá algún tipo de inclinación hacia este tipo de desorden”, afirma el doctor en Ciencias Sociales, Alejandro Alvarado Hernández.

El factor del inmigrante

Hace quince años Cancún no figuraba en la listas de la ciudades más violentas e inseguras del país. Hoy encabeza los primeros lugares de Latinoamérica, de acuerdo con el libro “Violencia Juvenil y Acceso a la Justicia en América Latina”.

“Cancún fue concebida y diseñada originalmente como una pequeña ciudad al servicio del principal polo de desarrollo turístico de México. Pero el éxito de la economía fue un imán para la población del resto del país, principalmente la gente de escasos recursos y con menos preparación. Esto ha generado un crisol de contrastes de bonanza económica para un pequeño sector, frente al rezago y exclusión de las nuevas oleadas de personas que llegan cada año”, dice Alejandro Alvarado, uno de los autores del libro.

Explica que diariamente se incorporan a Cancún 110 personas, que se traduce en 15 familias nuevas que requieren 15 viviendas, 11 automóviles, 42 plazas laborales, así como 300 mil pesos de inversión pública para servicios de salud, escuelas, recoja de basura, etc.

“Es una demanda casi imposible de atender para cualquier Gobierno. Ocho de cada 10 familias que llegan a la ciudad nunca llegan a satisfacer sus necesidades básicas, lo que genera ansiedad y depresión entre sus miembros, lo que al poco tiempo se manifiesta en violencia”, puntualiza el experto.

Añade que en si bien la ola de crímenes y ejecuciones entre narcos que ha sacudido en los últimos cinco años a Cancún aún no se puede comparar como el que se presenta en ciudades con mayor presencia del crimen organizado, como Ciudad Juárez al norte del país; Medellín, Colombia, o San José de Costa Rica, sus índices delictivos y de violencia casi están a la par de estas urbes gracias a los propios benitojuarenses.

“En Colombia si escuchas que masacraron a puñaladas a una mujer, es porque fue un ajuste de cuentas entre los cárteles. En Cancún se debió a una riña entre la pareja por celos”, concluye Alejandro.

Cancún, camino a la ruina

El pasado 11 de julio, la asociación “Red Posithiva” de Quintana Roo, que preside Roberto Guzmán Rodríguez, presentó un diagnóstico a la XV Legislatura del Congreso del Estado sobre la situación de vulnerabilidad en la que se encuentra la juventud benitojuarense.

Los datos son crudos: la violencia está presente en seis de cada diez parejas jóvenes. El 70 por ciento de los adolescentes identifica situaciones de conflicto o peleas entre miembros de su familia. El 60 por ciento ha sufrido algún tipo de maltrato en la escuela por parte de sus compañeros.

El 55 por ciento de los adolescentes de entre 12 y 16 años consume bebidas alcohólicas, y el 20 por ciento gusta de drogas ilegales. El 10 por ciento de los jóvenes entre 14 y 20 años ha portado un arma, y el 38 por ciento ha tenido algún problema con la Policía.

Pero la cifra más dura es que ocho de cada 10 jóvenes considera que cometer algún acto violento es algo ‘común’ y no es mal visto ‘a menos que te atrapen’.

Siete de cada 10 muchachos no tiene algún interés en su futuro; sólo les preocupa ‘vivir el momento’, pues consideran que no tendrán alguna oportunidad de sobresalir laboralmente, mucho menos de desarrollarse plenamente.

No les interesa formar una familia. Sólo quieren ‘tener una novia(o) para pasar el rato’. Si de su relación queda embarazada la mujer, el 70 por ciento cree que puede separarse y vivir cada quien por su lado.

“En nuestra sociedad actual, el éxito de una comunidad depende de la lógica del trabajo basada entre el esfuerzo y el logro. Mientras más oportunidades tengan de lograr el éxito, con un empleo bien remunerado que permita la satisfacción de las necesidades básicas, mayor es el esfuerzo de los jóvenes para sobresalir.

Pero en sociedades como la de Cancún, donde por un lado está el desempleo estructural y la precarización de las relaciones laborales, y por el otro el aumento de las familias disfuncionales, los jóvenes no tienen incentivo alguno para superar las condiciones adversas. Así que las adicciones, la violencia y su potencial reclutamiento a la delincuencia serán su salida”, puntualiza Roberto Guzmán.

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