
Signos
En el debate (no en las encuestas de opinión donde sigue ganando la fanaticada obradorista) está igualando, casi, el cuatroteísmo, a la oposición. No por la consistencia intelectual y moral de los opositores, claro está. Sino por el grueso de la ralea (un día privatizadora y neoliberal, y otro estatista e izquierdista radical) que está tomando la plaza del obradorismo, y por la pérdida absoluta de congruencia para defender -en los hechos y en la propaganda y en las ideas- la causa ideológica de la transformación nacional.
Porque lo mismo que hoy aducen los defensores de la corrupción arrepentida y evangelizada por los predicadores del cambio, no se diferencia mucho de la promesa vindicativa del delamadridismo postulante de la modernización del país sobre el principio de “La renovación moral de la sociedad”, donde se incubó la usurpación salinista de la Presidencia de la República mediante aquel gran fraude electoral.
Digamos que como en su tiempo el PRI -que traicionó su equilibrio ideológico entre la oligarquía emergente de la guerra civil y la política social legitimadora del ‘Estado revolucionario’-, cuya izquierda expulsada derivó en la fuerza electoral del PRD -que al cabo se traicionó, también, en un revoltijo de intereses que lo hundieron en favor del movimiento carismático de Andrés Manuel-, ahora el Morena se recarga de simuladores y empieza a venirse abajo, a falta de un poder supletorio de unidad, evidenciado por la imposible defensa de su doctrina moral.
SM