Vendida como “el secreto mejor guardado de la Península de Yucatán”, Bacalar vio como en menos de cinco años se convertía en el principal detonador turístico del sur de Quintana Roo, por encima incluso de Mahahual y la llamada Costa Maya. La bonanza comenzó beneficiando a la economía local, pero al mismo tiempo trajo consigo la sobreexplotación, el caos y la contaminación de una de las reservas de agua dulce más importantes y bellas del sur del Estado. Tras la pandemia del Covid-19 y el breve oscurecimiento de la laguna debido a fenómenos naturales, hoy Bacalar vuelve a ser uno de los principales punto de descanso tanto de locales, turistas y figuras de la farándula, pero el ecocidio sigue en aumento con el número de embarcaciones y la destrucción de los estromatolitos, por más advertencias que hagan las autoridades. Esto, sin mencionar que también ha crecido la delincuencia ante la demanda de droga por parte de los visitantes.
Javier Ramírez
Hasta antes de 2012, el 68 por ciento del turismo que llegaba a Bacalar era de procedencia europea, que buscaba en ese paraíso un espacio para descansar. Sin embargo, gracias al “boca a boca”, a partir de ese año el porcentaje de turistas nacionales ha ido en aumento hasta sobrepasar en cuatro a uno al turista extranjero.
Cada vez llega más gente a Bacalar, y al no existir ningún proyecto o plan de atención, los visitantes y los servicios que demandan están presionando el frágil ecosistema local, según señalan los expertos; lo que es peligroso tanto para la laguna, como para los propios turistas, los cuales han llegado a sufrir accidentes a causa del gran número de embarcaciones navegando al mismo tiempo.
Cantidad en lugar de calidad
Hasta hace ocho años, a la Laguna de Bacalar llegaban un promedio de 38 mil visitantes al año, de los cuales casi dos terceras partes eran norteamericanos o europeos, de entre 35 y 60 años, con una estadía media de ocho días y una derrama económica de 120 dólares diarios.
Los principales servicios que demandan este tipo de turistas son alojamientos en cabañas de lujo, cenas en restaurantes y actividades de bajo impacto como el snorkel, caminata y kayak.
Pero la masificación del turismo en la zona sur del Estado, al ofrecer a Bacalar como uno de los más recónditos “destinos de belleza natural” del país, ocasionó que la cantidad de turistas nacionales aumentara hasta los 196 mil en 2019, año previo a la pandemia que dañó al sector turístico en todo el mundo.
Fidencio Huicab comenta que hace más de 10 años, cuando llegó a la laguna a trabajar en los paseos en lancha, el precio por usuario rondaba entre los 800 y los mil 500 pesos, con tres tours programados a la semana.
“En ese entonces tampoco había regulación, pero como éramos pocos los que nos dedicábamos al negocio, no había tanto problema. Era rara la vez que nos cruzáramos, y uno ya sabía perfectamente cuáles eran las zonas de nosotros (los que se dedican a los paseos en lancha), aquellos que hacían snorkel, kayak, o que tenían sus propias motos acuáticas”, platica don Fidencio.
“Pero comenzaron a llegar más turistas, sobre todo gente de Yucatán, Veracruz, hasta de Sinaloa y del Estado de México. Nos pedían más y más tours, y muchas personas vieron la oportunidad de aprovechar la demanda y hacer su negocio. El precio bajó hasta los 300 pesos por cabeza; y al hacerlo más barato, más gente llegaba”.
“No tenemos problema con eso, pues creo que el sol sale para todos. Pero llegó un momento en que navegaban demasiadas embarcaciones, hasta 12 lanchas en un mismo lugar, todos llegando al Canal de los Piratas. De repente llegaron más veleros, jet sky, hasta volverse casi imposible maniobrar durante ciertas horas, como al mediodía. Advertimos que habría problemas, pero como nadie tiene control sobre esto, y la capitanía de puerto se hace de la vista gorda con unos cuantos miles de pesos, pues nada hicieron. Y empezaron entonces los problemas”, puntualiza el hombre.
De las 17 embarcaciones turísticas que antes recorrían la Laguna de Bacalar, hoy se han convertido en casi 300, de acuerdo con datos de la Asociación de Prestadores de Servicios Náuticos de Bacalar, razón por la cual se ha solicitado que Capitanía de Puerto regule la navegación de estas naves.
Aún no existe un estudio que pruebe que en términos económicos la masificación del turismo en Bacalar es benéfica. Se estima, según los propios hoteleros y restauranteros locales, que el turista nacional gasta en promedio 40 dólares diarios, tres veces menos que el europeo; lo que con un rápido cálculo significa que aunque se cuadruplicó el número de visitantes, la bonanza económica no creció de manera proporcional, sino que apenas un 80 por ciento, en lugar del 400 por ciento esperado.
Ecocidio imparable
Investigadores de las universidades Nacional Autónoma de México y de Quintana Roo, así como de los colegios de la Frontera Sur y Bachilleres del Estado de Quintana Roo, coinciden en que la masificación del turismo en el Municipio Bacalar ha provocado un incremento del 25 por ciento en la contaminación del cuerpo lagunar, debido a la presencia de fosfatos, nitratos, dióxido de carbono, aceites (de los motores de las embarcaciones) y otros químicos que incluso están causando que el color natural de la Laguna pase de tonalidades azules a verdes.
En su estudio denominado “Alerta Bacalar”, la bióloga Shanty Acosta Sinencio, advierte que la Laguna de los Siete Colores está en peligro de un desastre ambiental, toda vez que la conectividad de la laguna con otros cuerpos de agua, como la Bahía de Chetumal, Raudales y Milagros, podría generar la contaminación de la reserva de agua dulce más importante del sur del país, con más de 240 millones de litros.
“La falta de un crecimiento urbano y turístico controlado, es el principal detonante de este problema. De continuar la tendencia actual, dentro de cinco años Bacalar podría recibir casi 300 mil turistas al año, para lo cual el ecosistema no está preparado; mucho menos si no existe un plan de manejo de residuos sólidos, falta de drenaje, y la contaminación directa que provocan las embarcaciones de motor, pues al día cada una llega a verter hasta 200 mililitros de aceite, gasolina y otros químicos en 40 litros de agua, una cantidad preocupante para un ecosistema tan frágil”, puntualiza la experta.
Comentó que si bien se está desarrollando un Programa de Ordenamiento Ecológico local, éste sólo contempla la parte continental, no el cuerpo de agua. Aunque existe una iniciativa ciudadana de una Ley Estatal de Agua para regular el número de embarcaciones y desagües permitidos en la Laguna, pero hasta ahora ninguna autoridad les ha hecho caso.
“No podemos sentarnos a esperar que repitamos los mismos casos de Cancún, Tulum y Playa del Carmen, que apostaron por un incremento masivo del turismo, sacrificando los recursos naturales locales”, advierte.
En este sentido, el dirigente de la Asociación de Prestadores de Servicios Náuticos de Bacalar, Edwin Cano Várguez, afirma que es evidente el exceso de lanchas navegando en el principal atractivo turístico del sur, lo que, dijo, es debido a que la Capitanía de Puerto ha estado expidiendo permisos sin corroborar si las lanchas cumplen o no con las condiciones necesarias para el cuidado del entorno.
Señala que por este motivo prácticamente cualquier persona, local o foránea, puede ingresar su embarcación a la laguna, con el consecuente peligro tanto para turistas como para la laguna.
Daños sin castigos
Las advertencias de los especialistas han servido de muy poco. Recientemente, fue denunciado la manera en que gente que supuestamente llegó para promocionar a Bacalar y difundir la protección del entorno natural, se encargó de dañar los estromatolitos.
Y es que el pasado 15 de marzo, el mismo secretario federal de Turismo, Miguel Torruco Marqués, otorgó un reconocimiento a los integrantes de la producción del programa “Senderos del Mundo”, del canal TVE de España, que había llegado a Bacalar para promoverlo como parte de sus especiales de “Turismo rural”.
Pero apenas cinco días después, fueron exhibidos en las redes sociales caminando sobre estromatolitos. A pesar de que se les dijo que no podían estar en el lugar, los productores hicieron caso omiso, asegurando que tenían el permiso de un restaurante para promocionar la laguna.