El minotauro
Por Nicolás Durán de la Sierra
Iniciado ya el tercio final de su mandato, la herencia del presidente López Obrador se perfila con mayor nitidez. Desde luego, sus logros en el área petrolera y el tendido de una gran red ferroviaria en el sur del país, pudieran ser tomados como ejemplo, al igual que su modelo de atención a la población más desprotegida, pero existe un legado intangible del que poco se habla.
Me refiero a la politización de amplias capas sociales de México que hasta antes de su gobierno, poco o nada tenían que ver con la vida pública, más allá de censurar al poder en turno, y que hoy participan, opinan y hasta hacen proselitismo a favor o en contra de las figuras políticas del país. Hablo de una gran masa que al fin se dio cuenta de que su opinión sí pesa.
Hace unos días, en una de sus conferencias matutinas, el mandatario afirmó que los conservadores no volverían al poder en México, pues el pueblo “ya despertó y no se los permitiría” y no se trata de ingenuidad alguna. Aún más: quien resulte candidato presidencial de Morena, por la vigilancia popular se verá obligado a seguir las pautas políticas dejadas por su antecesor.
No sólo en México, sino en el mundo, el neoliberalismo está a la baja, pues es ya inadmisible que la riqueza de los países quede en unas pocas manos, dejando en la pobreza a las “masas”, como alguna vez las calificara Adam Smith, el llamado “padre del capitalismo”. Los disturbios que vive Francia por el intento oficial de bajar las pensiones de los trabajadores, dan ejemplo de ello.
La politización popular tiene que ver con la “4T”, con la Cuarta Transformación y aunque malentendida y hasta ignorada por morenistas, es el motor tras la política del presidente. Esta heredad -existe ya- de López Obrador tiene un gran valor, pues es en sí misma un seguro que evitará los derrumbes de los sexenios anteriores. Este es, quizá, su legado más trascendente.