El más idolatrado fraude nacional

Signos

Los negocios sucios de Andrés Manuel y su partido con el Niño Verde y el suyo no son de una importancia meramente pragmática y coyuntural.

Siempre se han tejido alianzas de conveniencia entre grupos políticos que concilian sus intereses. Son procesos propios de las guerras y las ambiciones de poder, para bien o para mal.

La circunstancia actual es que el color y el olor moral del Verde aliado del líder del Estado mexicano configuran la negación más absoluta de los principios de virtud y rectitud pública, ideológica y cívica que la causa del partido y del jefe presidencial jura defender y abanderar como decisiva condición de cambio histórico y de progreso y de justicia y bienestar para las grandes mayorías del país.

El enfoque moral es el de la regeneración nacional, y el que ha fundamentado la popularidad y el éxito del obradorismo. Es esa una motivación inédita en la historia de la política y la democracia mexicanas. Y el abrazo de esa causa y de su liderazgo supremo con los verdes en las inmediaciones del fango de los meros intereses particulares y sectarios de ambos grupos, evidencia su verdadera naturaleza compartida, simbiótica e identitaria

Nunca se había defendido tanto una causa moral como el instrumento estratégico de superación de una cultura y una nación postradas por la degradación ética e institucional. Y nunca había sido tan evidente que ese proyecto político e ideológico no sólo no era mejor que sus predecesores, cuyos niveles de degradación estaban en la base de su épica y de sus victorias populares y conquistas vindicativas para erradicarlos y revertirlos como condición de progreso. Era, más bien, la cumbre de todas las blasfemias democráticas padecidas, con el agravante de su legitimidad en un espíritu nacional más alienado que nunca por la propaganda y la esperanza del más grande de todos los espejismos redentores.

La suciedad del Verde, abrazada por el Morena, no tiene justificaciones pragmáticas. Es basura demagoga, químicamente pura.

SM

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