¿El suicidio de los locos o el asesinato con cargo a nosotros?

Signos

En los tiempos de ‘La Prohibición’, de ‘La Ley Seca’ de los treinta, cuando se creía en el absurdo de que la abstinencia forzada obraría la cura automática contra el alcoholismo -que entonces no se consideraría un mal congénito de la viciosa sociedad ‘americana’ sino solo un sórdido pasatiempo que afectaba cada vez más todas las cosas de la vida pública-, no se entendía a las mafias del clandestinaje que abastecían a los ansiosos consumidores como grupos de asesinos que mataban a las víctimas mortales del alcohol vendiéndoles el alcohol que los mataba sino que se les culpaba no más que de la violencia y de las víctimas provocadas por ella y de los actos propios de la transgresión de la ley, como no pagar impuestos, ese calvario de Capone, que de otra manera hubiese sido condenado a la pena capital culpado del vicio y de la muerte de los alcohólicos. Ni ahora mismo que el alcohol sigue matando alcohólicos y que se sabe que el alcoholismo no es un pasatiempo y un desahogo trágico sino una patología social provocada por los traumas anímicos propios del ‘ser’ de los ‘americanos’ -que lo mismo consumen y son dependientes de drogas que de pornografía y antidepresivos, o son ‘víctimas’ de la ludopatía extrema en todo tipo de apuestas y juegos como lo documenta su historia desde los tiempos fundacionales de la Unión Americana- se considera que los productores de alcohol que abastecen el desaforado consumo etílico que mata a tantos ebrios irredentos sean homicidas culpables que deban ser castigados a causa de las víctimas mortales de ese vicio atroz que fortalece la colosal industria de las bebidas embriagantes. ¿La ebriedad fatídica es culpa de los abastecedores de alcohol que tantos dividendos fiscales dejan, tan altos como todos los de la mala vida hecha negocio legal? ¿El vicio extremo y demoledor del juego es culpa de los industriales del mismo? ¿Las masacres a mano armada son culpa de los armeros? Si se abolieran el consumo y el abasto de cocaína, heroína o fentanilo, como en su momento fueron liberados los del alcohol en tanto ese consumo y ese abasto estaban en el modo enfermizo y cultural de ser de la sociedad ‘americana’ como están el consumo y el abasto de drogas, el juego, las armas y los antidepresivos, los ‘narcos’ fentanileros y mercaderes de la cocaína y la heroína ¿seguirían siendo considerados asesinos de los consumidores últimos de sus productos, incluso más que las pandillas intermediarias que controlan el mercado interno estadounidense? Y si en la virtud de que la demanda ‘americana’ de las actuales drogas decayera porque ya no tuviesen el poder alucinógeno exigido por la creciente y nueva clientela enferma o porque se agotara la fuente de suministros para fabricarlas o por lo que fuere ¿no se encontrarían sustitutos aun más letales y ‘narcos’ más peligrosos y temerarios que los abastecieran? ¿Y serían ellos los culpables del agravamiento tóxico de los ‘americanos’ y de la multiplicación de sus decesos?

¡Por supuesto!

Se trata del más imbécil y necio y ridículo de los cuentos chinos ‘americanos’ para negar el veneno anímico, moral y cultural de su decadente infelicidad incurable y el único instrumento de demolición imperial de sus fantasmas del otro lado de la verdad con que quieren justificar lo que saben que no tiene remedio: que la basura del ‘narco’ la producen ellos, sus desesperantes infiernos anímicos, su mrda espiritual, su ser narcodependiente, su impotencia frente a sus excesos irremediables, y que odiar y querer matar al ‘narco’ es verse en el espejo y saber que si lo matan se matan a sí mismos. No se puede. Lo que sí se puede es esconder y transferir las culpas a los pobres diablos gubernamentales a los que, desde su almena supremacista, creen que pueden convencer de asumirse como tales, aceptar las calificaciones y las culpas que se les impongan y negociar las consecuencias menos graves de sus imperdonables actos.

Es repulsivo, por decir lo menos. Asqueroso.

Los gritos delirantes del halcón bélico que ya se sabe ‘zar de la frontera sureña’ sentenciando al Estado mexicano como el cártel criminal supremo que ampara la impunidad de los asesinos del fentanilo que llevan en su cuenta la masacre de más de cien mil inocentes drogadictos de la impoluta democracia madre del ‘mundo libre’, son de una repugnancia alarmante, de una condición humana de primates propia de una vuelta completa y vertiginosa al origen cavernario y prehistórico de la especie.

¿Qué tipo de diplomacia ha de usarse ante tales monos de la guerra? ¿Con qué tipo de lenguaje ha de hablarse con esos representantes de la manada? ¿Hay una diplomacia que sirva en el estercolero de sus cuevas y praderas? Ya se verá por dónde vienen los plantígrados del norte y sus rugidos primarios y absolutos. ¿Pero cómo tratar e intentar resolver con esa plaga humana sin cabeza los males catastróficos y la tragedia humanitaria de las masivas migraciones de la pobreza, y cómo hacerlo sin criminalizar, cual delincuentes mayores, a los caminantes más inocentes y vulnerables de todos esos éxodos de víctimas desplazadas por la injusticia y la devastación en sus pueblos originarios ingobernables y sometidos por la corrupción, el hambre, la violencia y el despojo; ese holocausto global en los extremos de la exclusión civilizatoria y la brutal concentración de la riqueza que produce guerras fanáticas y analfabetas, mortandades en más y más regiones iletradas del inframundo, y un horizonte incendiario del que quiere Elon Musk que huyan a Marte los privilegiados en sus poderosas naves de fantasía para hacer del nuevo mundo de la inteligencia artificial el paraíso que por culpa de los pobres se está quemando en la anacrónica hojarasca macondiana de la Tierra?

¿Cómo hablar de diplomacia humanista con los humanoides regresivos cuyas soluciones no van más allá de sus rojas narices de farsantes trogloditas viciosos de cualquier cosa y de sobra descerebrados?

Esa, es la cuestión… ¿Cómo?… 

SM

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