El minotauro
Por Nicolás Durán de la Sierra
El amparo interpuesto por un juzgado federal contra el tramo 5 del Tren Maya, alegando que le falta el cambio de uso de suelo –sí, el que otorga el propio gobierno- no sólo suena ridículo, sino deja entrever que, como dijera el presidente López Obrador, tras la bandera ecológica que enarbola el grupo que invierte en recursos legales, hay intenciones políticas.
Quizá además de tales intenciones, exista también una gran dosis de obcecación, pues se antoja difícil de creer que, sin ella, y pese al anuncio de que la obra interesa a la seguridad nacional y de que buena parte del tendido del tren será elevado para cuidar la selva, se insista en la misma piedra. Me pregunto: ¿Qué Eugenio Derbez y compañía no tendrán otra forma de publicitarse?
Desde su anuncio en noviembre de 2018, el proyecto ha enfrentado y enfrenta el ataque no sólo de partidos de oposición, sino también de empresas que dicen serán afectadas, como las del autotransporte, pero el tendido de casi mil 500 kilómetros de vías sigue en marcha y ha creado más de 114 mil empleos, con una derrama de 70 mil millones de pesos, al cierre del 2022.
De hecho, en un reciente “mañanera presidencial” en el Palacio Nacional, la gobernadora Mara Lezama abundó en la relevancia que el Tren Maya tendrá para hacer que la riqueza que genera el turismo en la zona norte estatal llegue al centro y sur de Quintana Roo, donde hay más pobreza, y este fenómeno de expansión se reflejará en las otras cuatro entidades que capta la red ferroviaria.
De nuevo en el tema del grupo promotor del amparo, el hecho de asumirse como “la voz de alerta ecológica” tiene tintes del juego infantil de los buenos y los malos; olvidan que un valor añadido del tren es, precisamente, el cuidado ambiental en la oferta turística. No obstante, este grupo reincide en la misma piedra… Entre tanto, el Tren Maya continúa su ruta.