Signos
Por Salvador Montenegro
Decimos que la llamada 4T es la cuarta transformación del Partido Nacional Revolucionario o PNR -fundado por el presidente Plutarco Elías Calles-, porque procede del ‘ala izquierda’ desprendida del ‘tricolor’ (el partido revolucionario era el del mexicano sincretismo ideológico del movimiento popular de principios del siglo pasado y de los traidores que lo vencieron y usurparon sus causas para defender las propias) y refundada por sus liderazgos -Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo, Ifigenia Martínez, Andrés Manuel López Obrador y otros- en el Partido de la Revolución Democrática, o PRD (la 3T, después de las transformaciones de Lázaro Cárdenas -Partido de la Revolución Mexicana, o PRM- y Miguel Alemán -Partido Revolucionario Institucional, o PRI-), de cuya descomposición -del PRD- voló la facción izquierda (la derecha acabó siendo lo mismo que el Partido Acción Nacional, o PAN, y que los restos neoliberales del PRI, con los que terminaría haciendo alianzas); misma facción que -con expriistas, experredistas y expanistas- derivaría en el partido Movimiento de Regeneración Nacional, o Morena, y que hoy, aliado con el Partido Verde (que lo mismo se asocia con el PAN que con el PRD o con el PRI, porque no apela a idearios demagogos para sus muy percudidas sociedades y negocios de poder, y cualquiera sabe que el ecologismo suyo es sólo el colmo cínico de su impostura), se define como el de la ‘Cuarta Transformación’ del país (después de la de la Independencia, la Reforma y la Revolución), defendiendo las mismas causas del PRI de antes del salinismo privatizador y neoliberal (enemigo de las empresas públicas, la economía mixta, y los programas sociales del partido y el Estado emanados de la Revolución Mexicana), y de la pérdida del ‘ala izquierda’ que fecundó al PRD, pero acudiendo a los mismos recursos y modos de hacer política del partido revolucionario fundacional y de todos los tiempos posteriores: refrendando la demagogia de las causas populares, haciendo el mismo proselitismo y la misma política clientelar, postulando candidatos elegidos ‘a dedo’ por el ‘jefe máximo’ y su inapelable poder, y defendiendo las causas populares y las reformas democráticas e institucionales para el desarrollo y el bienestar -del ‘pueblo bueno y sabio’- como consigna, mientras sus candidatos hacen campaña con mecanismos y dineros sucios, como los del ‘acarreo’, la ‘cargada’, la compra de ‘simpatizantes’ y sufragios, y la suma de liderazgos inconformes y competidores críticos dentro del partido -en torno de los candidatos elegidos por el ‘jefe máximo’- para realizar la unidad indivisible e invencible del movimiento del progreso nacional, mediante la concesión de beneficios lícitos o ilícitos desde el poder público disponible, o la coerción y el chantaje y la amenaza contenida en expedientes de pasados criminales de los inconformes y potenciales contendientes poderosos que fuesen postulados por los partidos de oposición.
SM