Signos
Siendo pragmáticos, Trump ganaría las presidenciales estadounidenses. ¿Hay intereses distintos a los económicos que más importen en Estados Unidos? Por intereses económicos Trump prefiere la paz en Medio Oriente y en Ucrania. La guerra ofende el tráfico comercial en perjuicio de la Unión Americana. Trump no es partidario de la OTAN ni de los financiamientos de Washington que la sostienen más que nadie sólo por el prurito imperialista de ganarle a Moscú y a sus aliados. Sí, al respecto el debate es convergente: ¿mantener la primacía de la dominación global es menos importante que el mercado? Pues no, podría ser la respuesta. Pero en el inmediatismo electoral importa que las guerras son largas, costosas y de éxito dudoso como botín de conquista imperial. No lo fueron Vietnam, Irak, Libia ni Afganistán. Ni lo está siendo Ucrania. Ni el exterminio palestino está resultando el mejor negocio de la alianza con el sionismo genocida. Es cierto que gana la industria armamentista. Pero no se mejora la economía, que no vive sólo del sector militar. El largo plazo no es la aspiración de los electores, sino el aquí y ahora, que es lo que defiende el discurso trumpista. ¿Y los inmigrantes (no sus derechos humanos sino lo que significan en términos fiscales y económicos)? Para los electores una cosa es el discurso humanitarista y otro el de la realidad del espíritu ‘americano’. Si lo que importa en una nación donde la moral (mayoritaria, claro está, la que se impone y define a los pueblos) depende del estatus económico de los individuos y de la riqueza fiscal del Estado para asegurarlo, entonces Trump es el líder representativo de ese realismo espiritual de las mayorías, cual lo proclama a los cuatro vientos. Ganaría Harris la mayoría de los sufragios populares. No los que importan y deciden en los colegios electorales y los Estados decisivos. Y en México deberán cambiar ciertas políticas, como las de la relación bilateral en el orden de la seguridad. El pragmatismo necesario debe suplir al soberanismo recalcitrante. Estados Unidos no dejará de asumir que el fentanilo y las drogas que matan a los adictos que representan su condición de sociedad enferma y dependiente de vicios y armas en que sobrevive y se matan sus ciudadanos entre sí, son culpa de los Gobiernos, como los mexicanos, que no combaten a las organizaciones criminales que suministran esas drogas (sin las que tampoco sobrevivirían ellos, o que cambiarían por otras, igualmente letales, porque no pueden estar sin ellas dada su dependencia alterada del alcohol y los opioides). Cuando Colombia y su particular soberanismo decidió prescindir de la colaboración estadounidense para perseguir y castigar a sus poderosos narcos, fracasó rotundamente y los grandes capos le impusieron sus condiciones y le ganaron la batalla. Y entonces debió de optar por una colaboración más amplia y estrecha con Washington para acabar con ellos y conseguir la seguridad relativa que al cabo conseguiría. Reforzar los mecanismos anticrimen y propiciar una mejor relación bilateral contra la narcoviolencia y la inseguridad, debería ser parte de la nueva estrategia mexicana.
SM