Signos
Mientras más escatológicas las sentenciosas expresiones, más reveladoras de la catadura espiritual de quien las emite y, acaso -en la antípoda de ese emisor-, del valor moral de su destinatario.
Su carácter de virulenta minoría expresa, asimismo, su virtud democrática y la naturaleza usurpadora del régimen al que servían. Prueba que el sistema electoral, y los inventados para la transparencia y la anticorrupción, no tuvieron más propósito que el de legalizar la usurpación y favorecer a las clientelas corrompidas -políticas, empresariales y mediáticas- beneficiarias de la misma.
Esas voces, como la de Pedro Ferriz de Con -activista opositor y uno de los líderes morales del periodismo militante (por decirlo así, contradictorios y excluyentes que son el periodismo y la militancia, y sobre todo si la militancia es más facciosa y ultra que de interés público y valor social, en tanto la objetividad periodística precisa de una relativa neutralidad y del mayor distanciamiento de prejuicios e intereses privados y de poder, y más si se identifican con el sectarismo oligárquico y confesional)-, son tan afiebradas y tan beligerantes y vulgares y libertinas hoy día, como tan lívidas y castas y cortesanas -y hasta pretendidamente graciosas y simpáticas- fueron cuando sus patrones eran los dueños absolutos del Estado nacional.
Y mientras más basura satanizadora escupen, más enseñan las entrañas de su incompetencia verbal y su analfabetismo funcional y visceral, y más se ahogan en los excusados de la impericia, la impotencia y la exclusión ética, cultural e histórica.
El estercolero declarativo es el estandarte conceptual del alma ideológica de las manadas más rudimentarias y golpistas. No sólo no es, ni puede ser, el verbo de una conciencia y un ejercicio críticos y con derechos participativos, sino que es su antítesis incivilizada: la de los bárbaros y depredadores homínidas que hacen la más aberrante y estridente negación de la democracia. Es el signo más rupestre de los tiempos; el más retardatario y regresivo.
SM