La última palabra
Por Jorge A. Martínez Lugo
Adán Augusto, Monreal, Layda, dejan sola a la Presidenta Claudia Sheinbaum. La primera crisis interna evidente del proyecto 4T, se da antes de cumplirse los primeros cien días. Quizá porque es mujer, pero no le tienen el mismo respeto (miedo) a la PRESIDENTA, que al PRESIDENTE Andrés Manuel López Obrador.
Mientras la primera mujer presidenta se afana en construir los ladrillos de su gobierno, incluyendo el Plan Nacional de Desarrollo que apenas se está redactando, estalla la primera crisis, protagonizada por los presidentes de las cámaras de diputados y senadores y una gobernadora, supuestamente del ala dura del obradorismo.
La situación no fue una sorpresa, más bien, era esperada; la comentocracia, tanto la afín como la contraria a la 4T, vienen coincidiendo en que el peligro para el cuatroteísmo no está afuera, sino adentro.
La disciplina era una de las características del antiguo régimen, tanto como virtud como vicio. La disciplina era el distintivo principal del presidencialismo; el acatamiento de la última voluntad presidencial, por encima de legisladores, gobernadores y hasta empresarios, era la máxima que se cumplía.
En los Estados del país, los gobernadores podían ser acusados o denunciados ante la figura presidencial y había consecuencias. Los dirigentes tenían que actuar con la “línea” que provenía del máximo pedestal de la nación. Tanta era la disciplina, que otra máxima era: “gobernador no pone gobernador”, pero este será otro tema para futura entrega.
El caso de Adán Augusto López Hernández y Ricardo Monreal Ávila, contraviene todo principio, tanto de disciplina como de lealtad al proyecto de nación que dicen representar.
Su diferencia no es por causa ideológica o por un plan, causa o proyecto de la 4T, sino por el tema tan banal como poderoso del dinero; ni siquiera de un gran dinero, sino por una centena de millones de pesos, que puede parecer mucho a nivel ciudadanía, pero que es nada en comparación de los grandes recursos y niveles de corrupción con los que están relacionados tanto el tabasqueño como el zacatecano. Incluso, es también un tema de egos personales. Pero ambos están traicionando al obradorismo y a su presidenta. De ambos no extraña: Monreal jugó con la oposición y ganó en las elecciones de 2021 en la Ciudad de México y Adán Augusto hizo un berrinche-chantaje mucho más grande que sus verdaderas posibilidades para ser presidente del país.
Lo que es inobjetable, es que ambos no son leales al proyecto 4T y dejan sola a su presidenta. Simplemente, les vale.
El caso de Layda Sansores Sanromán no es lo mismo, pero es igual. Reclutar en su gabinete a la peor basura prianista, a la corrupción que representa el “casto divino” Jorge Lavalle, integrante del grupo duro enemigo del proyecto 4T, no tiene mala ni buena justificación; es una traición a los principios que dice representar. No extraña la conducta de Layda, pero llegamos a pensar que ya se había “transformado” –genia y figura hasta la sepultura.
Estas son traiciones que estallan y se hacen evidentes. Pero hay otras deslealtades silenciosas, que van socavando el proyecto lentamente por dentro, como el comején que se mimetiza con la madera que lo alimenta; como los verdes que se mimetizan del guinda que los amamanta aunque saben que le van a sacar los ojos; hasta como los azules y tricolores que también sacian sus ambiciones de poder y dinero en el discurso transformador de segundo piso.
La decadencia prematura, no vendrá, ya se está dando desde adentro y es el principal problema de la gobernabilidad, aunque se intente negar la realidad. Usted tiene la última palabra.