Ha sido tan la intensa vida amorosa del ‘Don Juan Tenorio’ de la globalización y todavía marido infiel de la sufrida Sofía de Grecia, que es una ‘Misión Imposible’ el diferenciar el rumor de la realidad. Durante muchos años, gracias al silencio cómplice de los ‘mass media’ eran ‘secretos de Estado’ los romances extramatrimoniales con protagonistas de la farándula cultural como la actriz alemana Nadiuska, secundera en ‘Conan el Bárbaro’, con Arnold Schwarzenegger, la italiana presentadora y cantautora de ‘Fiesta’ Raffaella Carrá, la ‘Evita’ madrileña y Premio Granmy Latino Paloma San Basilio o hasta la manchega ‘violetera’ Sara Montiel. En la larga ‘Lista Schindler’ del romántico José Zorrilla, aparece la mismísima Diana de Gales, esposa entonces del eterno jubilado aspirante a la Corona Británica hasta que su madre Isabel II del Reino Unido lo quiera, Carlos de Gales. Las relaciones ‘reales’ fueron con la diseñadora balear Marta Gayá, la princesa de origen danés Corinna zu Sayn-Wittgenstein, y la vedette y ex esposa del domador de tigres Ángel Cristo, la locuaz y cruel Bárbara Rey: “Estas son dos tetas y no las de la Reina”
Santiago J. Santamaría Gurtubay
‘De Botsuana a Bárbara Rey’ es el título de la genial chirigota, que con sus coplas humorísticas, se animaron pasados Carnavales de Cádiz. No hay mayor satisfacción para la plebe que carcajearse de la realeza de sangre azul en España. La chirigota es una agrupación músico coral de carácter carnavalesco que canta principalmente por las calles ofreciendo coplas humorísticas al pueblo. También se denomina genéricamente chirigotas a las canciones interpretadas por estas formaciones corales. Las chirigotas son coplillas recitativas y monólogas y poseen unas formas musicales muy simples procedentes del pasodoble, la rumba, la sevillana, el tanguillo, la seguidilla, la jota, la isa canaria etc. Las letrillas inventadas ad-hoc se acoplan a esta música y tratan de muy diversos temas, centrándose sobre todo en la actualidad, tanto política como de la prensa del corazón. En muchos carnavales del mundo se celebran concursos donde los grupos compiten por diversos premios, valorándose principalmente tres aspectos: el vestuario o presentación, la calidad de las voces y la agudeza de las letras. El objetivo principal de la chirigota es hacer reír al público a través de la crítica satírico-humorística. ‘De Botsuana a Bárbara Rey’ retrató los desmanes de Juan Carlos I. “Carnaval, carnaval. Carnaval, te quiero”, que dice la mítica canción. Situación sentimental no siempre compartida cuando se aproximan los meses de enero y febrero -o marzo, dependiendo del año- y percibimos que el acontecimiento en el que toca disfrazarse y bailar hasta que el cuerpo aguante tardará un tiempo en llegar. Claro que no todos vivimos en esta ciudad, sita en Andalucía, en el Sur de España, próxima al Marruecos del cannabis de Ketama, madre proclamadora de constituciones progresistas españolas y latinoamericanas, ni disfrutamos de los geniales concursos de comparsas y chirigotas.
De carácter ácido y corrosivo, el Concurso Oficial de Agrupaciones Carnavalescas que se celebra en el Gran Teatro Falla ilustra con grandes dosis de humor la actualidad de la España de nuestros días. Y claro, después de las últimas noticias que vuelven un día sí y otro también a salir a la luz alrededor de los escarceos de su rey emérito, Juan Carlos I sigue siendo uno de los grandes protagonistas. La actuación es pura hilaridad. Un Juan Carlos I que entra cojeando al teatro al ritmo del himno de España, con una escopeta que se convierte en metralleta, puesto de rodilleras y coderas por lo que pueda pasar y una riñonera en la que lleva ‘Trombocid’ para calmar los dolores. Por supuesto, arrancan con una versión de ‘Soy un truhán’, de Julio Iglesias: “Ya por fin me he jubilado, / esto es un flipe. / Ahora si tenéis problemas, llamad a Felipe. Hace ya tres años que cambié la corona / por echarle pan duro a las palomas. […] Y es que yo tengo la suerte de ser Borbón, / soy un truhán, soy un señor / y casi fiel en el amor… si no que le pregunten a Sofía…”, arranca la actuación.
Sofía, rota por el ‘Caso Bárbara Rey’, así se lo confesó a una persona muy próxima y no de total confianza: “Lo estoy pasando muy mal”
Pero uno de los momentos más épicos de la actuación llega con la versión de ‘La Bicicleta’ de Shakira y Carlos Vives. “Y aquí me tienen, ya jubilado, / con mi muleta que me lleva a todos lados, pa no pegarme tol día sentado, / me vengo al parque por la tarde y me paseo así, / Sofía me ha hecho hasta una riñonera, / y si me caigo no sufras por mí, / porque tengo aquí el ‘Trombocid’. / Pero qué bien me va de jubileta, / oye Juan Carlos qué bien va de jubileta, ya jubilado tengo que doblar el lomo / más o menos igual que estando en el trono. / Y qué bien me va de jubileta, esta muleta se convierte en escopeta”, dice la genial letra de Pablo de la Prida y Jesús Benárquez. Ya en la ‘versión chirigotesca’ de ‘La Bicicleta’ se hace mención a la afición de Don Juan Carlos por la caza y a su mediático “incidente” -por no decir “caza furtiva”- en Botsuana. Pero las siguientes letras hacen alusión a otra vertiente de la cinegética a la que nos tiene acostumbrados el ex monarca: la de mujeres. “Mi colección de cuernos es una virguería, / no he conocido a nadie con más cuernos que yo… / Sin contar con Sofía” o la alusión directa a la más rabiante actualidad rosa cuando narra que la que más le costó fue “cuando me estuve cazando a Bárbara Rey”, son algunos de los guiños al ya tildado de truhán, patriarca de los Borbones.
Y es que si hay una imagen recurrente de Don Juan Carlos en los medios de comunicación, esa suele ser junto a su familia y numerosos nietos. Tampoco faltan en la épica parodia: “Si le gustan las armas a Donald Trump, más le gustan a mi Froilán” al que siguen unos versos dedicados al “chiquipark” en el que se ha convertido Zarzuela con tantos nietos por allí rondando. “Si sus padres dicen noos, tiene que ser noos”, jugando con la negativa a los caprichos infantiles y la relación de los progenitores de los descendientes de cabellos más rubios en la trama de corrupción políticas, o “los padres en la crianza son muy ‘dejaos’, menos el Marichalar que está doblao”, son algunas de las lindezas que dedica a sus hijos y ‘nueros’. Acontecimientos históricos como el 23 F narrado a través de la versión del tema de Chayanne ‘Torero’ que pasa a llamarse ‘Tejero’ y se fusiona con otro exitazo veraniego como el ‘Yo quiero bailar’ de Sonia y Selena; alusiones a MasterChef y otros programas televisivos de moda o el momento David Bisbal con el “soy esclavo de tus yesos” recordando algunas de los achaques físicos del ex monarca, cierran la artistada.
“Te pido, desde nuestra amistad, que dejes de publicar sobre el Rey y Marta Gayá, es lo único que podemos hacer por la Reina como mujer”
Finales de agosto de 1992. Recién acabados los Juegos Olímpicos de Barcelona y con la Expo de Sevilla todavía en su esplendor. El entonces jefe de la Casa del Rey, Sabino Fernández Campo, llama por teléfono al periodista Jaime Campmany. La revista Época, que él dirigía, acababa de sacar al mercado su número 392 con el título ‘La dama del rumor: Atribuyen al Rey una relación sentimental con Marta Gayá, con foto en portada de esta última y firmada por mí’. Sabino le cuenta a Campmany que le llama desde el punto de vista personal, no como jefe de la Casa del Rey: “Mira, Jaime, te llamo desde el punto de vista humano; la reina está rota, no para de llorar, no hay persona que pueda consolarla. Te pido, desde nuestra amistad, que dejes de publicar más cosas sobre el rey y Marta Gayá, es lo único que podemos hacer por la reina como mujer”. Más de un cuarto de siglo después, la historia se repite. La reina emérita, doña Sofía, presidía junto a don Juan Carlos y los reyes Felipe y Letizia el acto de entrega de los Premios Nacionales del Deportes y que se celebró en el Palacio de El Pardo. Ese mismo día, la periodista Pilar Urbano contaba a través de sus ‘Cuadernos Cerrados’ la historia de cómo un diamante de dos millones sirvió de prenda entre Bárbara Rey y Juan Carlos. Tanto en los prolegómenos como después del acto de entrega de los deportivos galardones, se podía atisbar a una reina Sofía triste, abatida y apagada. Un pequeño círculo de personas próximas comentaba en privado que estaba desolada. Y así, incluso, lo comentó ella en audiencia privada: “Lo estoy pasando muy mal”. Se refería a la aparición de nuevo en los medios de comunicación de los amoríos del rey Juan Carlos. Hoy, la reina se refugia cada vez más en su propia familia, siempre tan unida y ahora protectora de doña Sofía: su hermano Constantino, su hermana Irene y su prima Tatiana. Reside sola en España e intenta llevar con el mayor temple posible el revuelo mediático, aunque no siempre lo consigue.
Empezó a perder la cabeza por la catalana Marta Gayá, una mujer alta y esbelta, de ojos verdes, una profesional seria, una señora respetable
No tiene confidentes en Madrid, no se la ve nunca con la infanta doña Pilar. Y apenas va ya a Londres. Sus hermanos Irene y Constantino no residen ya en la capital británica. Ahora sus pequeñas escapadas, que le sirven para sobrellevar la situación, las realiza a Atenas. Allí dicen que el millonario armador Domikos le reserva una suite en el hotel Grande Bretagne, el más lujoso hotel de la capital helena en la plaza Syntagma. También viaja discretamente a Suiza, donde además de poder ver a sus nietos y a su hija, la infanta Cristina, reside su prima Tatiana, su gran apoyo. No es la primera vez, afirman quienes la conocen, que ha sufrido tanto, “está acostumbrada a estos escándalos”. Pero en la intensa vida amorosa de don Juan Carlos lo más difícil es diferenciar el rumor de la realidad, habida cuenta de los infinitos rumores que han circulado durante años apuntando nombres tan variopintos como Nadiuska, Raffaella Carrá, Paloma San Basilio o hasta Sara Montiel, sin olvidar algo tan absolutamente improbable como un posible flirteo con Diana de Gales; sin duda, fruto de fantasías muy fértiles.
Pero las relaciones con Marta Gayá, Barbara Rey y la princesa Corinna zu Sayn-Wittgenstein han sido más que suposiciones. Durante muchos años, la decoradora Marta Gayá formó parte del núcleo duro de amistades que rodeaban al rey don Juan Carlos en Mallorca, junto al príncipe Tchokotua y su entonces mujer Marieta Salas o el aristócrata-escritor José Luis de Villalonga. Un grupo en el que el primer requisito era la discreción, y en el que entraban y salían “otros amigos” dependiendo de su “prudencia”. Cualquier filtración o rumor era suficiente para que se le “expulsara” del mismo.
El monarca empezó a descuidar las obligaciones familiares e, incluso, las oficiales. En un principio sus encuentros eran protegidos con gran cautela
En este punto Marta Gayá siempre lo ha cumplido a rajatabla. Siempre ha sido muy difícil captarla en cualquier acto público junto al monarca. Hija de una acaudalada familia mallorquina con recursos económicos propios, se casó muy joven con un ingeniero de renombre, de quien tiene una hija y del que se divorció al poco tiempo. Conoció a don Juan Carlos en 1978 y su relación más íntima comenzaría más tarde, a finales de los años 80, aunque su nombre no saltaría a la prensa hasta 1990, tras un cúmulo de circunstancias. El primer medio en publicar algo sobre el amor mallorquín del rey fue la revista Tribuna, dirigida por el fallecido periodista Julián Lago, aunque muy solapadamente. El rey empezó a perder la cabeza por la catalana Marta Gayá, una mujer alta y esbelta, de ojos verdes, una profesional seria, una señora respetable, siete años más joven que el rey y residente en la isla de Mallorca todo el año, en un lujoso chalé en La Mola. Por entonces don Juan Carlos acababa de entrar en la cincuentena. Tras más de 25 años de matrimonio con la reina Sofía, y una lista de amantes a la cual nadie se aventura ya a poner cifras, empezó a pasar muchos fines de semana con ella y otros periodos no vacacionales.
“El monarca empezó a descuidar las obligaciones familiares e, incluso, las oficiales. En un principio sus encuentros eran protegidos con gran cautela, los periodistas que cubrían la información en Mallorca siempre estaban atentos a cualquier salida de don Juan Carlos, pero públicamente nunca se le vio con Marta…”, recuerda el periodista Juan Luis Galiacho, en El Español, un magazine online dirigido por el ex director de El Mundo, Pedro J. Ramírez. Fue la atracción que tenía el uno por el otro lo que hizo que el secreto durara poco. Fue el viernes 29 de junio de 1990, con ocasión de las regatas de la Copa del Rey, cuando don Juan Carlos ofreció en el Beach Club de Mallorca una cena en honor de Karim Aga Khan y de Alberto de Mónaco. Allí saltó la sorpresa. La reina Sofía fue una las primeras personas en enterarse. Asistían al convite unos 200 comensales, y cuando todos estaban ya sentados, llegaron el rey, la reina y sus invitados ilustres.
Los encuentros tenían lugar en Mallorca, en Gstaad (Suiza) o en París, donde ella se instalaba en casa de José Luis de Vilallonga
Sin embargo, todavía había una mesa vacía. Ya casi en los postres, se presentaron José Luis de Villalonga, Marta Gayá y el príncipe Tchokotua con su mujer, Marieta Salas. Y en lugar de enfadarse, el rey se levantó de la silla y fue a saludarles efusivamente, gesto que denigró a la reina. Los presentes comentaron que aquello era hacer más o menos pública la relación de don Juan Carlos con Marta Gayá. En círculos monárquicos se consideró que no había otra explicación a la falta de tacto que había mostrado con la reina. Desde entonces doña Sofía siempre sospechó. Pero la aventura con Marta Gayá se convirtió en un problema meses más tarde. En primer lugar, porque las relaciones del monarca siempre habían sido más breves e intermitentes, y ésta empezaba a tener más intensidad y duración. La relación parecía más seria de lo normal, y podía hacer temblar hasta la estabilidad del matrimonio real. Marta, señora adscrita a la burguesía mallorquina, llevó aquello muy discretamente a pesar de ser un secreto a voces del que siempre se habló en los círculos monárquicos. Hasta se habló de una hija nacida de esos amores en Suiza el año en que el rey desapareció. La propia Marta Gayá siempre intentó evitar dañar lo más mínimo posible a doña Sofía. Los encuentros tenían lugar preferentemente en Mallorca, en Gstaad (Suiza) o en París, donde ella se instalaba en casa de José Luis de Vilallonga y de su segunda esposa Silyanne a la espera de ser llamada por Su Majestad.
Pero la relación empezó a tener consecuencias políticas y se convirtió en un serio conflicto cuando el rey desapareció del mapa. Fue el expresidente socialista Felipe González, quien el 18 de junio de 1992 a la pregunta de un periodista sobre el nombramiento del ministro que sustituiría en Asuntos Exteriores a Francisco Fernández Ordóñez, tras la renuncia de este el 2 de junio de 1992, apenas dos meses antes de su fallecimiento, quien levantó las sospechas: “No he podido hacerlo porque el rey no está”. Pero don Juan Carlos no tenía ningún viaje previsto en la agenda oficial.
“Bueno, lo que yo creo y lo que se me ha dicho es que está descansando, un pequeño descanso, descanso de montaña que le viene muy bien”
La excusa fue que el monarca estaba en Suiza para someterse a un chequeo rutinario. Sin embargo, Fernández Campo desmintió la noticia al día siguiente en la radio, y dijo literalmente sobre el viaje: “Bueno, lo que yo creo y lo que se me ha dicho es que está descansando, un pequeño descanso, descanso de montaña que le viene muy bien” La opinión pública ya dudaba y se produjeron todo tipo de suspicacias. Otra vez Sabino Fernández Campo entró en escena y recomendó a don Juan Carlos que volviera rápidamente a España. El rey se encontraba en Suiza, en una localidad próxima a Saint-Moritz, junto a Marta Gayá y su amigo el príncipe Txokotua, para animar a la decoradora catalana que había sufrido una crisis de ansiedad tras vivir en directo la muerte en accidente de coche de los amigos de ambos, el propietario de la compañía Spantax, Rudy Bay, y de su compañera Marta Girod.
Don Juan Carlos regresó un sábado por la mañana, despachó con el entonces presidente socialista Felipe González antes del mediodía y comió en privado con el presidente de Sudáfrica, Fredierik De Klerk, que estaba en Madrid de visita oficial. Por la noche ya estaba de nuevo en Suiza. Dejó plantada, sola, a doña Sofía, entre lloros, en la celebración familiar del último aniversario de don Juan, que cumplía 69, y que se celebró en el Club Financiero de la calle Génova de Madrid, junto a la Plaza de Colón. La reina, al día siguiente, presidió, sustituyendo al monarca, la apertura de la Cumbre Iberoamericana. La desaparición del rey desde un 15 al 23 de junio, víspera de su santo, levantó por primera vez en España todo tipo de especulaciones sobre una supuesta relación extramatrimonial. Y la polémica ya no se detuvo.
Días después, el diario El Mundo, dirigido entonces por Pedro J. Ramírez, publicaba que, como consecuencia de la escapada, se había incurrido en un presunto delito de falsificación de documento público. Según se reflejó en el BOE el Rey había firmado una ley en Madrid (la sanción real de la ley de creación de la Universidad de La Rioja) el día que estuvo en Suiza (el 18 de junio). “O el lugar es falso, o la fecha es falsa o la firma es falsa”, señalaba El Mundo. Y además advertía de que, aunque el rey no está sujeto a responsabilidad según la Constitución, el presunto delito se correspondía, atendiendo al Código Penal, con una pena de entre 6 y 12 años de prisión mayor.
Los servicios secretos españoles acusaron al exbanquero Mario Conde de la filtración, con Bárbara Rey también estuvo de por medio
El escándalo continuó, y cuando parecía que ya todo se había calmado, a primeros de agosto el semanario parisino Point de Vue abrió una nueva brecha entrando en las intimidades de la familia real española, entre ellas las supuestas relaciones de don Juan Carlos. Point de Vue había telefoneado a la clínica en la que el Rey había estado supuestamente descansando en Suiza y les colgaron el teléfono apresuradamente. Días más tarde, el 18 de agosto de 1992, la revista italiana Oggi publicaba un reportaje sobre las relaciones del Rey con Marta Gayá. Al día siguiente, lo reproducía El Mundo en una nota de portada, ampliada con más información en el interior. El reportaje de El Mundo provocó las iras del rey Juan Carlos. Pero escasos días después salía publicado en la revista Época, en portada, la foto de Marta Gayá con un titular contundente: ‘Atribuyen al Rey una relación sentimental con Marta Gayá’. La confirmación pública de esta supuesta amistad provocó un terrible abatimiento en la reina doña Sofía, algo similar a lo que ha ocurrido actualmente tras la aparición de nuevo en la prensa de su relación con la vedette Bárbara Rey.
Los servicios secretos españoles acusaron al exbanquero Mario Conde de la filtración, que en el caso de Bárbara Rey también estuvo de por medio. Sin embargo, el expresidente de Banesto culpó a Sabino Fernández Campo del desaguisado, cosa que después sirvió a Conde para recomendar al rey que lo cesara del cargo, algo que ocurriría un año después, y situar en el puesto a su fiel acólito Fernando Almansa. Después de ese verano tumultuoso, Marta Gayá dejó de aparecer en las primeras planas de la prensa española. Marta vive actualmente a medio camino entre su piso en un barrio céntrico de Madrid y su apartamento en Palma. Viaja a menudo a Miami con su amigo el galerista mallorquín Joan Guaita. Parte del verano se aleja de Mallorca y suele pasarlo con el matrimonio Bergareche en las Islas Griegas.
Con Francisco Franco, fueron años sin duda más sobrios pues el dictador, que tenía al príncipe controlado, no permitía devaneos de ese tipo
En las relaciones personales del hoy rey emérito cabe diferenciar tres épocas claramente marcadas. La primera, los años de su vida entre Estoril y Madrid previos a su matrimonio. Años que incluyen desde los primeros devaneos de la adolescencia con jóvenes de su entorno, como una de las hijas de la familia Posser de Andrade, hasta con la bella, avanzada y moderna aristócrata belga Chantal Stucky de Quay, hija del conde Stucky de Quay, luego casada y divorciada del español Alberto Coronel y ahora dueña de una tienda de tono en Estéril. O su sonadísimo romance, de fuerte carga sexual, con Olghina Nicolis de Robilant. De él anduvieron enamoriscadas las princesas Isabelle y Hélène de Orleans, hijas de los condes de París, pero aquello, como el romance real y continuado en el tiempo con la princesa Maria Gabriela de Saboya, fueron seguramente relaciones más platónicas y dentro del orden de lo conveniente en los circuitos regios que otra cosa. La relación con la “frívola” Olghina Nicolis de Robilant duró hasta su boda con doña Sofía en 1962. Según los especialistas en Casa Real, “ninguno de aquellos amoríos debió de ser exclusivo sino simultaneado”. También se habló por entonces de la bella Charo Palacios, luego condesa de Montarco y musa de Elio Berhanyer, de quien se dice que durante años tuvo una gran influencia sobre él, aunque sus amoríos fueron en los tiempos de Estoril.
La segunda época es la que va desde su matrimonio con la reina hasta la muerte de Francisco Franco. Fueron años sin duda más sobrios pues el dictador, que tenía al príncipe sometido a un estricto control, no hubiera permitido devaneos de ese tipo. Dicen que lo que pudiera haber por entonces habría tenido lugar con más probabilidad en viajes fuera de España. A eso hay que añadir la parca economía de los príncipes en aquellos años. La tercera época es la que comienza con el reinado y la libertad de acción que eso le permitió en base a su código moral. La primera gran quiebra de la pareja tuvo lugar en enero de 1976 cuando doña Sofía, aparentemente enterada de una sonada infidelidad, se marchó a la India llevándose con ella a sus tres hijos permiso explícito del Gobierno. Aquello dio lugar a una gran rumorología, y se cubrió bajo la pantalla de un viaje de la reina y sus hijos a la ciudad de Madrás para visitar allí a su madre la reina Federica de Grecia. Parece que aquella marcha de la reina se debió a una relación del rey con una folclórica, que podría haber sido Sara Montiel.
Se hizo amigo de Bárbara Rey por medio de Adolfo Suárez, otro ‘amante’ de la entonces vedette cuando apoyaba al líder de UCD
Pero las tres relaciones importantes de las que se tiene constancia, por ser las que se mantuvieron por más largo tiempo, son las conocidas: Bárbara Rey, Marta Gayá y Corinna zu Sayn-Wittgenstein. Algunos han hablado de la periodista inglesa Selina Scott, pero para los especialistas en la Casa Real aquello fue más un tonteo que algo serio. El encuentro tuvo lugar cuando ella vino a España para filmar un documental sobre la vida de los reyes. Selina venía recomendada por el rey Constantino de Grecia, que es quien le abrió las puertas de Zarzuela pues, se dice, era él quien había tenido algún affaire con ella. Cuando Scott consiguió el permiso de la Casa Real para realizar la entrevista de la que resultaría un documental sobre el rey, nunca imaginó que llegaría a mantener una relación tan cercana con don Juan Carlos. El que fuera jefe de la Casa Real, Sabino Fernández Campo, había desaprobado el citado documental de Scott para la televisión británica. De hecho, llegó a decir: “Sin duda el vídeo es un gran éxito para la reportera Selina Scott, pero no lo es para la Familia Real”. Sin embargo, por entonces Fernando Almansa era ya el jefe de la Casa Real en sustitución de Fernández Campo y no hubo problema. Lo cierto es que la atractiva e inteligente periodista mostró a un Rey, que coqueteaba con la periodista, lo que desató todo tipo de rumorologías.
La primera relación seria del monarca fue con Bárbara Rey, antes que con Marta Gayá. Comenzó a principios de la Transición Democrática. Se hicieron amigos por medio de Adolfo Suárez, otro amigo de la entonces vedette en una etapa en la que ella apoyaba al líder de UCD. La relación, iniciada a comienzo de los años ochenta, continuó de manera intermitente a lo largo de muchos años, hasta que un buen día, en el mes de junio de 1994, don Juan Carlos, con frases amables, le hizo saber que la historia había acabado. Pero Bárbara no estaba dispuesta a pasar página tan fácilmente, y más de dos décadas después siguen saliendo más detalles a la luz.
La princesa alemana (de soltera Corinna Larsen) y don Juan Carlos se conocieron en una cacería en Ciudad Real
Mientras que la relación del monarca con Bárbara Rey fue intermitente, la unión con Marta Gayá fue una relación casi matrimonial que se alargó en el tiempo hasta la aparición de la ínclita Corinna zu Sayn-Wittgenstein, la “amiga entrañable”. La princesa alemana (de soltera Corinna Larsen) y don Juan Carlos se conocieron en una cacería en Ciudad Real, en el año 2004. Ella, aunque aún no se había divorciado de su segundo marido, hacía ya vida separada. Desde entonces mantendría una larga relación con el rey Emérito no exenta de altibajos. Don Juan Carlos la introdujo en los círculos de la buena sociedad madrileña presentándola en cenas, acudiendo a monterías e incluso formando parte de la comitiva real en viajes de Estado. Tras estudiar Relaciones Internacionales en Ginebra, marchó a París con 21 años para trabajar. Tres años después contrajo matrimonio con Philips Adkins, padre de su primera hija y hombre de confianza del rey en la actualidad. De hecho, estaba en la cacería de Botsuana junto al monarca y Corinna.
En el año 2000, Corinna se convirtió en princesa consorte al contraer matrimonio con Johann Casimir zu Sayn-Wittgenstein. El acuerdo de divorcio permitió a la aristócrata utilizar el título de princesa y el apellido de la familia de su ex de manera vitalicia, algo que ha utilizado para sus negocios. El campo de acción de zu Sayn-Wittgenstein siempre ha estado principalmente en el Golfo Pérsico y los países de la extinta Unión Soviética. Hay que recordar que la princesa era una de las organizadoras de cacerías para estos magnates a través de la influyente armería británica, Boss, de la que era directora general.
El Rey ha estado considerado durante años en Europa como un ‘bon vivant’ su vida privada solo aparecía en revistas internacionales
Durante mucho tiempo la vida privada del monarca español sólo se publicó en revistas internacionales. Por ejemplo, el periódico inglés The Daily Telegraph no dudó en airear el gusto del Rey por las mujeres. Hoy, la prensa española ya acapara en sus portadas los supuestos escándalos sentimentales. Con el paso de los años parece que la relación con Marta Gayá ha sido una simple anécdota al lado de todo lo que ha venido. El rey Juan Carlos I ha estado considerado durante años en Europa como un ‘bon vivant’. Como ya es de sobras sabido, Bárbara Rey fue la amante -o una de ellas- de Juan Carlos I durante años. Al otro lado, se encuentra la Reina Sofía, la engañada por su marido, y que hoy en día sigue pasándolo mal por aquellos hechos, todavía más cuando toca revivirlos sí o sí. Desconocemos si la Reina emérita y la vedette se han visto muchas veces en su vida, pero de las no demasiadas ocasiones en las que Bárbara Rey ha dicho algo sobre el tema, no lo ha hecho precisamente con compasión o respeto -a pesar de todo- con la Reina. En esta ocasión, quien ha levantado la voz ha sido Jorge Javier Vázquez, en su blog de la revista Lecturas. El presentador de Telecinco explica una anécdota de cuando trabajaba en la competencia, Antena 3. “Coincidí con Bárbara Rey en maquillaje y le dije: Hola reina”, explica, para después “jurar” habérselo dicho “sin doble sentido”, ya que esta expresión “se dice mucho en Catalunya”. A eso, continúa Vázquez, Bárbara Rey contestó: “Pues yo podría llevar mejor que otras este título”, en clara referencia a la mujer de Juan Carlos I. Era, aquella, la época fuerte del affaire entre el exmonarca y la vedette. La confesión de Vázquez llega después de que se publicase que había una frase que Bárbara Rey repetía sobre Sofía, y que tampoco era precisamente benévola: “Estas son dos tetas y no las de la Reina”, habría afirmado en más de una ocasión la vedette. En cualquier caso, y después de las noticias sobre el affaire aparecidas en las últimas semanas, Bárbara Rey se ha pronunciado sólo en voz de su abogada, la que ha negado acusaciones como el hecho que la vedette hubiera hecho grabaciones “con finalidad intimidatoria”, pero sin desmentir la relación de ésta con Juan Carlos I. La prensa rosa ha abierto la veda de ‘caza’ contra la Familia Real, uno de cuyos ex integrantes, Iñaki Urdangarín, es ya reo real, por corrupción de dinero público. Su esposa, la todavía Infanta de España, Cristina de Borbón, ha visitado la cárcel para ir a visitar al yerno más importante de la España post dictatorial.
Todas las suegras soñaban con tener a un Iñaki en casa. Hoy no le quieren. Quereres compatibles en la España profunda de nuestro Federico García Lorca y ‘La casa de Bernarda Alba’, una obra teatral en tres actos de quien fuera asesinado por los falangistas de 1936, en pleno Golpe de Estado del Caudillo Franco. Tanto el estreno como la publicación, que contaron con la iniciativa y la mediación de Margarita Xirgu, en Buenos Aires, tuvieron que esperar a 1945. La obra cuenta la historia de Bernarda Alba, que tras haber enviudado por segunda vez a los 60 años, decide vivir los siguientes ocho años en el más riguroso luto. En la obra destacan rasgos de la España profunda’ de principios del siglo XX caracterizada por una sociedad tradicional muy violenta en la que el papel que la mujer juega es secundario. Otros rasgos destacados son el fanatismo religioso y el miedo a descubrir la intimidad. Con Bernarda viven sus cinco hijas (Angustias, Magdalena, Amelia, Martirio y Adela), su madre y sus dos criadas. Entre estas últimas se encuentra Poncia, una criada que ha vivido muchos años al servicio de la anciana. Después de la muerte de su segundo marido, Bernarda Alba se recluye e impone un luto con una duración de ocho años prohibiendo que sus hijas salgan de casa. En el momento en que Angustias, la primogénita y la única hija del primer marido, hereda un caudal, se pone en pareja con Pepe el Romano. El mismo se compromete con Angustias, pero, al mismo tiempo enamora a Adela, a la cual no le importa ser su amante. Durante un encuentro clandestino de los amantes, María Josefa, la madre de Bernarda que mantienen encerrada por su locura, sale con una ovejita en los brazos y canta una canción absurda pero llena de verdades. Cuando Bernarda se percata de la relación que mantiene su hija menor con Pepe, estalla una discusión muy fuerte y Bernarda dispara a Pepe con la intención de matarlo, pero éste huye por su vida. Luego de haber escuchado el disparo, Adela piensa que su amante ha muerto y se suicida. Al final de la obra, Bernarda pone en manifiesto que Adela, su hija menor, murió virgen para guardar apariencias, y ordena silencio, como en el comienzo de la obra.
Felipe VI, tras las ‘chorizadas’ de su cuñado, Iñaki Urdangarín, ahora, su padre, Juan Carlos I recibía dinero ‘negro’ de Arabia Saudita
La Casa del Rey difundió el domingo, 15 de este mes de marzo, un comunicado en el que Felipe VI hacía pública la renuncia a la herencia de su padre, don Juan Carlos, y retiraba a este la asignación económica prevista en el presupuesto de la Jefatura del Estado. Estas decisiones responden a las informaciones publicadas sobre la existencia de dos fundaciones en el extranjero en las que el Rey emérito aparece como beneficiario y no declaradas en España, una de las cuales habría recibido pagos de Arabia Saudí y en la que, sin su conocimiento, aparecería el rey Felipe VI, también como beneficiario. La gravedad de unos hechos presuntos sobre los que ya trabaja la justicia no puede ser minimizada con la excusa de proteger el sistema constitucional de 1978. Antes por el contrario, proteger el sistema constitucional, incluida la Monarquía como forma de gobierno que hoy encarna Felipe VI, exige que, según él mismo reclama, el Estado de derecho se aplique con escrupuloso rigor. Desde el punto de vista político significa, además, que bajo ninguna circunstancia se pueden confundir las instituciones con las personas que las encarnan. Ni siquiera en el caso de la monarquía parlamentaria, puesto que, al igual que sucede con otras formas democráticas de gobierno, es el mismo orden constitucional el que prevé las responsabilidades en las que pueden incurrir sus titulares y los procedimientos judiciales y parlamentarios para depurarlas. Ningún sistema político está en condiciones de garantizar que los más altos dignatarios tengan un comportamiento ejemplar, y no por ello son sistemas deficientes. Lo serán si, llegado el caso, no tienen respuesta, y la Constitución Española de 1978 sí la tiene.
Atenerse en las reacciones públicas ante el caso a las diferencias entre las instituciones y las personas será determinante para que el país y el sistema constitucional salgan de esta nueva prueba fortalecidos en lugar de debilitados. Los hechos recién conocidos, y de los que el rey Felipe VI se ha distanciado con acciones inequívocas, han producido conmoción e indignación entre los ciudadanos. Conviene no perder de vista, sin embargo, que, sea cual sea el itinerario judicial que aguarde al caso, se trata de hechos que en ninguna circunstancia han afectado, afectan ni tienen por qué afectar al escrupuloso cumplimiento de las funciones que la Constitución de 1978 otorga a la Monarquía. Y ello tanto por lo que respecta a Felipe VI, como también, y pese a todo, a Juan Carlos I. Este último tuvo en su mano ocupar un lugar en la historia que, dependiendo de lo que establezcan a partir de ahora los tribunales, podría quedar ensombrecido por no haber sabido resistirse al espejismo de una época. El respeto y el prestigio que supo ganarse entre los ciudadanos y los Gobiernos de todo signo deberían haber sido suficiente recompensa para quien, como él, desempeñó un papel político insustituible para dejar atrás la dictadura. Exigir que comparezca ante la ley si así lo estiman los jueces y lo permite la interpretación legítima de las normas no es incompatible con seguir reconociéndoselo. Pero no lamentablemente por afecto hacia su persona, sino por inequívoco compromiso con una Constitución que tanto le debe, y con sus instituciones.
Felipe VI ha tenido sus Annus Horribilis, Años Terribles, por acciones protagonizadas por miembros de su propia familia, por su cuñado Iñaki Urdangarín y su esposa Cristina de Borbón, y por su propio padre Juan Carlos I. La ‘sangre azul’ de la realeza no la inmuniza del bandolerismo que acompaña a las élites políticas, económicas, culturales, sociales… de nuestros siglos XX y XXI. Los asaltantes de las diligencias que trasportaban oro, joyas, dinero y otros enseres, en el pasado siglo XIX, caracterizados en series televisivas como ‘Curro Jiménez, con largas patillas, despeinados y con barbas de varios días, subidos a sus caballos y armados de trabucos, todos miembros de las plebes, que querían emular al anglosajón Robin Hood, se han transformado en reyes, príncipes, presidentes, empresarios, políticos, policías… Son los bandoleros en nuestros tiempos de cólera y coronavirus, mangando el dinero público de todos los ciudadanos. Estos tienen todavía esperanza en la Justicia, que aunque lenta, es en momentos aplastante, aunque, en otros, parece estar apoyando a los delincuentes. Ante los desmanes de Iñaki y Juan Carlos en España, y sus problemas, con el primero en la cárcel y el segundo a punto de ser llamado por los jueces, la plebe, el pueblo, carcajea… Recuerda la bárbara frase de una de las amantes del Rey Juan Carlos dirigida hacia la Reina Sofía, por parte de otra mujer que no es reina, pero arrastra un primer apellido regio, Bárbara Rey, y quiso vengarse de quedarse en la amante del rey y no poder ser reina de España: “Estas son dos tetas y no las de la Reina”.
¿Podría ser procesado el Rey emérito? La inmunidad se extingue cuando cesa como jefe del Estado, resultando así “justiciable”
La actual Monarquía española es constitucional y parlamentaria, muy distinta de las monarquías absolutas del Ancien Régime y de las meramente constitucionales que terminaron con Alfonso XIII. El Rey mantiene el atributo de la inviolabilidad que lleva implícita su inmunidad frente, al menos, su procesamiento en el orden jurisdiccional penal, disponiendo el artículo 56.3 de la Constitución que “la persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad”, complementando este aserto con la remisión al artículo 64, que prevé el necesario refrendo de todos sus actos constitucionales por otras autoridades del Estado, que asumen las posibles responsabilidades por dichas decisiones. Luís Rodríguez Ramos, catedrático de Derecho Penal y abogado español ha escrito una columna sobre la posibilidad de que Juan Carlos I pudiera compartir cárcel con su yerno Iñaki Urdangarín.
Una primera cuestión interpretativa es si tal inviolabilidad se extiende a todos sus actos, “cualquiera que fuera su naturaleza”, o únicamente a aquellas decisiones propias de su cargo, es decir, refrendadas por las autoridades correspondientes. Una interpretación sistemática e histórica de este precepto constitucional solo puede ser restrictiva, circunscribiendo la irresponsabilidad a los actos propios de su función, pues así lo exige la igualdad ante la ley del artículo 14 de la Constitución, en congruencia con el carácter parlamentario de la nueva Monarquía, tan diversa de las del Ancien Régime como de las meramente constitucionales que mantenían la competencia exclusiva del Rey para, entre otras, la libre designación y cese de los ministros, y a cuya real persona las sucesivas Constituciones, desde la de 1812 hasta la de 1876 inclusive, le asignaban el adjetivo de “sagrada” junto al de inviolable.
La vigente Constitución ha superado radicalmente el carácter divino del poder real, convirtiendo al Monarca en un ciudadano más, con el único privilegio-carga de heredar el cargo de la jefatura del Estado para reinar sin gobernar. En este contexto histórico y sistemático no parece posible que el Rey pueda matar, robar, estafar, falsificar, malversar o cohechar y resultar irresponsable e inmune para siempre. Que el jefe del Estado sea inmune, mientras ostente su cargo, es un atributo necesario tanto de reyes como de presidentes de república; pero que se mantenga dicha inmunidad por actos criminales ajenos a su condición pública, no parece una interpretación sostenible aplicando las reglas hermenéuticas del Código Civil. ¿Y qué hacer si el Rey, siendo merecedor de procesamiento por un delito no amparado por la inviolabilidad, se resiste a abdicar? Los más radicales amenazan con modificar la Constitución optando por la forma republicana, incurriendo en el sesgo cognitivo de extender la indignidad del titular de la Corona a toda la institución monárquica. La solución más proporcionada sería aplicar lo dispuesto en el artículo 59.2 de la Constitución, considerando que ese Rey delincuente se habría “inhabilitado” “para el ejercicio de su autoridad”, reconociendo las Cortes Generales la “imposibilidad” de que siguiera ejerciendo la jefatura del Estado y nombrando de inmediato regente al heredero de la Corona, para posteriormente proclamarle Rey. Solución que podría regularse con más detalle en una futura ley orgánica de la Corona.
La Constitución de España convierte al monarca en un ciudadano má ante cohecho pasivo impropio y contra la Hacienda pública
Pero centrando ya la atención en la figura del Rey emérito, y en las supuestas comisiones recibidas, tercia la ley orgánica 4/2014 para aparentemente complicar la interpretación de las normas constitucionales aplicables a este caso pues, aun cuando en su texto legal se limite a “aforar” en las Salas Primera de lo Civil y Segunda de lo Penal a “la Reina consorte o el consorte de la Reina, la Princesa o príncipe de Asturias y su consorte, así como” al “Rey o Reina que hubiere abdicado y su consorte”, su incongruente exposición de motivos afirma que “todos los actos realizados por el Rey o la Reina durante el tiempo en que ostentare la jefatura del Estado, cualquiera que fuere su naturaleza, quedan amparados por la inviolabilidad y están exentos de responsabilidad”, interpretación que excede lo dispuesto en la Constitución y que no deja de ser un deseo del legislador que no osó convertirlo en un texto legal consciente de su inconstitucionalidad. Invalidando este deseo extravagante parece claro que la “inviolabilidad” debe tener sus límites en el sentido expuesto y, en consecuencia, también debe extinguirse la inmunidad tras el cese del Rey como jefe del Estado, resultando así “justiciable” por los posibles delitos cometidos durante su mandato y no amparados por la inviolabilidad limitada. En otros países europeos la inviolabilidad del Rey, que incluye la inmunidad, coincide con esta interpretación restrictiva y, si hay abdicación, la inviolabilidad de los actos refrendados se mantiene como exención de responsabilidad penal, pero en cambio, al haberse extinguido la inmunidad, ya se pueden exigir al exrey responsabilidades por los delitos no prescritos que no gozaron de la inviolabilidad limitada por ser ajenos al ámbito del refrendo.
Otro debate jurídico penal es si existieron realmente posibles delitos imputables al exrey y, de existir, si ya habrían prescrito al no haberse dirigido contra el autor ningún procedimiento penal en el seno de la Sala Segunda del Tribunal Supremo. Pues bien, los posibles delitos cometidos por la supuesta comisión, subrepticiamente cobrada, se centran básicamente en dos: el cohecho pasivo impropio y, subsidiariamente, el delito contra la Hacienda pública. Respecto al posible cohecho habría que preguntarse si la supuesta actividad del entonces Rey, de agencia o mediación mercantil, o de lobby si se prefiere, se podría subsumir en el denominado “cohecho pasivo impropio”, es decir, si habría recibido por razón de su cargo una retribución por una actividad no retribuible; no es este el momento ni el lugar para formular una respuesta, máxime si se desconocen los hechos con detalle, pero no cabe descartar su atipicidad penal. Y subsidiariamente, si el dinero cobrado no fuera penalmente ilícito y merecedor en consecuencia del decomiso de su totalidad, ¿habría cometido el Rey emérito un delito fiscal al no haber declarado dicho ingreso, si no estuviera regularizada esa deuda tributaria?, tampoco se puede responder esta cuestión por falta de datos, pero es igualmente posible su atipicidad prima facie.
De existir alguno de los mencionados delitos, ¿habría prescrito? Pues considerando que estamos en marzo de 2020 y han pasado ya más de 10 años desde el supuesto y más reciente pago de comisiones al Monarca, sin haberse dirigido contra él procedimiento penal alguno, esta hipótesis emerge como de muy probable confirmación, y la prescripción es una de las causas de extinción de la responsabilidad penal y de la consiguiente imposibilidad de su persecución. Y como epílogo a esta reflexión jurídica, un aviso para evitar el sesgo cognitivo de desacreditar la institución de la Corona por este comportamiento poco ejemplar de su anterior titular. Sobre la bondad y actualidad de la Monarquía parlamentaria y constitucional como institución mundial, puede verse el artículo de Emilio Lamo de Espinosa ‘La legitimidad de la monarquía’ publicado el 16 de julio de 2014 en este periódico y, en el ámbito español, ha sido y está siendo muy positivo el saldo resultante de una jefatura del Estado “símbolo de la unidad y permanencia” que “arbitra y modera el funcionamiento normal de las instituciones” como reza la Constitución, al margen de las luchas partidistas, especialmente —recordemos a Aristóteles— en las actuales circunstancias propicias a la degeneración de la democracia hacia la demagogia de populismos hipernacionalistas y de otra índole. La ciudadanía ya tiene, aparte de Netflix, material informativo sobre sus reyes y reinas, para estas vacaciones provocadas por un ‘Coronavirus’, además. No deja de sonreir, reir y carcajear el pueblo, vulgo, populacho, gente, chusma, tropel, muchedumbre, masa…, la plebe.
@BestiarioCancun
@SantiGurtubay
www.elbestiariocancun.mx