La generación x

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Signos

El problema de la incivilidad es que no la prenden las verdades ideológicas ni el debate de los grupos militantes del que no se interesa en saber nada.

Sus adhesiones y oposiciones son espontáneas y sus levantamientos parten de los liderazgos capaces de capitalizar la injusticia y la protesta de todos los tiempos

Las movilizaciones pueden nacer y crecer desde lo más auténtico y necesario, como el movimiento agrarista secular, y derivar hacia su contradicción usurpadora y oportunista, como el Constitucionalismo revolucionario que acabó matando a los líderes originarios, robando la representación política de sus demandas sociales e institucionalizando la simulación de ‘el poder del pueblo y para el pueblo’.

El obradorismo nació de la arbitrariedad y de la corrupción del Estado revolucionario que derivó en la democracia falaz e igualmente corrupta del neoliberalismo oligárquico y privatizador.

Pero se ha sostenido en un liderazgo carismático y predicador de la moralidad pública (contraria por completo al modo de ser de la idiosincrasia mexicana) y no en un cambio en los valores educativos, cívicos y ciudadanos que hagan posible la conciencia crítica en que se sustente una verdadera cultura democrática y política.

Y cuando el liderazgo fundacional se ha retirado de la escena de la transformación nacional prometida, la marabunta de los advenedizos y los oportunistas y los criminales escudados tras su causa redentora han enseñado el cobre de su verdadera naturaleza y, ya sin las contenciones del poderoso defensor de la moral, han tomado las plazas del poder heredado, han desplegado la  corrupción y el hampa institucional ya sin escrúpulos ni formalidades, y han desbordado el liderazgo presidencial feminista elegido por el patriarca fundador para su relevo y que bien saben los simuladores del obradorismo que no tiene estatura popular ni capacidad política propia de control para impedir el caos en un pueblo sin escuela ni representaciones visionarias de Estado ni consistencia democrática de ninguna especie.

De modo que sin transformaciones estructurales de Estado, la cultura mexicana seguirá redundando en las mismas histerias colectivas y las mismas manifestaciones de caudillos y de grupos defensores, auténticos o no, de las mejores causas de izquierda y de derecha, y dependiendo de que los menos malos o los peores capitalicen la injusticia y la protesta de los adversos azares de la historia y del poder. 

SM

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