La medicina tradicional china, la fauna silvestre y la pandemia por el Coronavirus de Wuhan

Pinceladas

Cada vez más ciudadanos quieren prohibir los peligrosos mercados de la muerte. Un mensaje llegaba desde hace años a todas las agencias turísticas del mundo: los ‘tianguis’ de comida son inmensamente populares. Pero la realidad es que cada vez más súbditos del Gobierno comunista de Xi Jinping no se ven reflejados en esta afirmación. Los vendedores exponen reptiles vivos y mamíferos para la venta. En China, 54 especies pueden ser comerciadas legalmente para el consumo humano. La nueva epidemia presenta estos lugares para los visitantes del mundo como “extremadamente peligrosos”. A finales del pasado año, en una granja cercana a Pekín, un grupo de conservacionistas recurrió a la Policía porque encontró miles de aves vivas almacenadas en un granero. La Policía incautó las aves y las liberó— alrededor de 10,000 en total— las cuales habían sido capturadas ilegalmente con trampas y estaban destinadas a restaurantes y mercados en el sur del país. Entre ellas había escribanos aureolados, pájaros cantores en peligro crítico de extinción cuyas cifras demográficas han estado cayendo en picada, principalmente porque muchos ciudadanos quieren comerlos.

Santiago J. Santamaría Gurtubay

La propagación de una cepa letal de coronavirus, procedente de un mercado de Wuhan puede convertirse en epidemia, en un futuro no muy lejano, dada la rápida propagación de la enfermedad en numerosos países. El 26 de enero, China anunció, finalmente, una prohibición de su comercio de animales salvajes hasta que la crisis finalice. Las imágenes de animales enfermos sufriendo en los mercados y los videos de murciélagos hirviéndose vivos en platos de sopa han circulado por los mass media y redes sociales, desencadenando la ira mundial y dando la impresión de que comprar animales salvajes vivos para el consumo es un fenómeno a gran escala en el país más poblado del mundo, con 1395 millones de habitante. “La realidad está repleta de matices…”, según explica la periodista Natasha Daly, de National Geographic. En Cantón, una ciudad de 14 millones de habitantes en el sudeste y un destino frecuente de escribanos aureolados, consumir animales salvajes parece extremadamente común. En Pekín, es extremadamente extraño. En realidad, para muchos, consumir animales salvajes es culturalmente excepcional. Los medios de comunicación controlados por el Estado, como el China Daily, han publicado feroces editoriales denunciando la práctica y pidiendo por una prohibición permanente de los mercados de vida silvestre. Estos reclamos están siendo apoyados por miles mensajes que llegan, a diario, a las redes sociales monitoreadas por el Estado, como Weibo. El gobierno está promoviendo que gane fuerza, en la opinión pública nacional, la clausura de los ‘restaurantes’ de fauna silvestre.

La demanda de escamas de pangolín, utilizado en la medicina tradicional china, ha convertido al animal en el mamífero no humano más traficado del mundo. Los expertos señalan que la escala del comercio de animales salvajes vivos es confusa. Muchos son cazados furtivamente, importados y exportados ilegalmente como comida, medicinas, trofeos o mascotas. La industria de medicina tradicional china, que se ampara considerablemente en la antigua creencia de los poderes curativos de las partes de los animales, es una gran impulsora del comercio. El Gobierno permite que 54 especies salvajes fueran criadas en granjas y vendidas para el consumo, entre ellas visones, avestruces, hámsteres, tortugas mordedoras y cocodrilos siameses. Muchos animales salvajes, como las serpientes y las aves de rapiña, son cazados furtivamente y llevados a granjas con licencia del Estado, menciona Zhou Jinfeng, secretario general de la Fundación de Desarrollo Ecológico y Conservación de Diversidad Biológica, una ONG en Pekín que ayudó con el rescate de las aves en las últimas semanas del pasado año. Zhou señala que algunos granjeros afirman que sus animales fueron criados en cautiverio legalmente para su conservación, pero luego vendidos a mercados o coleccionistas.

Solo los ricos pueden darse el lujo de hacer una sopa con civeta, gato nativo de las selvas, cobra frita o patas de oso estofadas

Se desconoce cuántos mercados de animales salvajes vivos existen en China, pero los expertos estiman que la cifra podría estar alrededor de miles. Algunos departamentos y tiendas grandes también venden carne de animales salvajes y anfibios vivos para el consumo. Para los compradores, las ranas son un plato exótico común y no tan caro, afirma Peter Li, especialista en política china de Humane Society International y profesor de política de Asia oriental en la Universidad de Houston-Downtown. Li señala que, al fin y al cabo, solo los ricos pueden darse el lujo de hacer una sopa con civeta de las palmeras (un mamífero del tamaño de un gato nativo de las selvas de Asia sudoriental), cobra frita o patas de oso estofadas. Dicha comida no fue parte de la vida de Li al crecer. “Mis padres jamás cocinaron animales salvajes y

[nosotros]

nunca los hemos comido. Nunca comí una serpiente y mucho menos una cobra”. Ranas vivas estaban a la venta en un mercado en Shanghái el 26 de enero, el mismo día en que el Gobierno chino anunciaba una prohibición para el comercio de animales vivos en medio de la crisis por coronavirus. Rebecca Wong, profesora adjunta de sociología y ciencias del comportamiento de la Universidad de la ciudad de Hong Kong, en su libro de 2019 sobre el comercio ilegal de animales salvajes en China, sostiene que consumir animales salvajes “es un fenómeno común en China continental”. Pero Wong advierte sobre estereotipar la práctica, sosteniendo que la idea del “superconsumidor asiático” es un mito y que están en juego estímulos complejos, entre ellos la presión de los padres, la de la sociedad y el impulso por alcanzar algún tipo de posición social.

Un estudio de 2014 que encuestó a más de mil personas en cinco ciudades chinas halló prácticas radicalmente diferentes en diferentes partes del país. En Cantón, el 83 por ciento de las personas entrevistadas había comido animales salvajes el año anterior. En Shanghái, el 14 por ciento lo había hecho y en Pekín solo el 5 por ciento. A nivel nacional, más de la mitad de los que respondieron a la encuesta dijo que los animales salvajes no deberían comerse. Charles, 22, y Cordelia, 18, son estudiantes universitarios en el área de Cantón, donde se presume que el consumo de animales salvajes es alto. Se habló con ellos a través de Instagram, red en la cual usan nombres en inglés. (ambos le pidieron a National Geographic que no usara sus apellidos dado que Instagram está prohibido en China, pero muchos jóvenes utilizan VPN para acceder a la red social). Vendedores en Pekín usan máscaras protectoras mientras venden vegetales. Un estudio de 2014 halló que solo el 5 por ciento de los residentes de Pekín había comido animales salvajes el año anterior. Charles dice que comer animales salvajes es muy común dentro de su comunidad, pero su familia no comparte mucho la práctica, así que solo come en algunas ocasiones y por curiosidad. “Hoy en día, las personas mayores compran más que los jóvenes”, apunta. Cree que la educación tiene que ver. Cordelia, quien vive en el centro de Cantón, señala que la práctica no es nada común ni dentro de su familia ni en su comunidad. “A mis amigos y a mis familiares no les gusta comer animales salvajes y creemos que es desagradable”. Explica que lo ve como “irrespetuoso y como una fuerte violación a la madre naturaleza”. Cree que la epidemia en curso podría lograr que otras personas lo vieran de la misma manera. “Creo que, luego de esta terrible propagación de coronavirus, los ciudadanos se darán cuenta de que la creencia que establece que consumir animales salvajes es beneficioso no es confiable”.

El caos del comercio permite la transmisión de enfermedades zoonóticas, aquellas que se transmiten de animales a seres humanos

Tanto Cordelia como Charles apoyan la prohibición permanente del comercio de animales salvajes y afirman que, en Weibo, la prohibición ha obtenido un gran apoyo. La referencia que hace Cordelia— la creencia de beneficios para la salud la cual impulsa el consumo—  se refleja en los mercados. Los animales vivos se venden a un precio más alto— a menudo, dos o tres veces más— que los muertos. “La gente cree que la comida es más nutritiva si está viva y fresca”, menciona Li. “Un animal puede estar muriendo, pero está vivo”. En los mercados, los animales “están muriendo, tienen sed, y se encuentran en jaulas oxidadas y completamente sucias”, indica Li. Tal vez les faltan extremidades, o tienen heridas abiertas provocadas al ser capturados en su hábitat natural o durante el transporte. “Los comerciantes no los manipulan con cuidado— estrellan las cajas contra el suelo cuando descargan y cuando cargan. Los animales sufren mucho”. El caos del comercio permite la transmisión de enfermedades zoonóticas— aquellas que se transmiten de animales a seres humanos— señala Christian Walzer, veterinario mundial de alto rango de Wildlife Conservation Society con sede en Estados Unidos. Explica que los animales salvajes pueden portar virus que “en un mundo normal, nunca entrarían en contacto con los seres humanos”. Estos portadores no están enfermos, son simplemente “depósitos silenciosos”. Pero como invadimos los hábitats de los animales, aumentamos nuestra exposición.

El setenta por ciento de las enfermedades zoonóticas tienen su origen en la vida salvaje, indica Erin Sorrell, profesora adjunta de investigación en el departamento de microbiología e inmunología de la Universidad Georgetown, en Washington, D.C. Las enfermedades pueden ser notoriamente devastadoras: VIH, ébola y SRAS están dentro de las enfermedades que dieron el salto de la vida silvestre hacia los seres humanos generando brotes internacionales. En los mercados de vida silvestre en China y el Sudeste Asiático, es probable que haya 40 especies—aves, mamíferos, reptiles— “unos encima de otros”, menciona Walzer. La mezcla de aire y secreciones corporales les permite a los virus cambiar, y potencialmente crear nuevas cepas. Walzer lo resume como un “caldo de cultivo”. Las pruebas señalan a los murciélagos como la fuente del coronavirus de Wuhan. No es claro qué especie transmitió la enfermedad a los humanos, pero, en una evaluación del mercado de Wuhan, el coronavirus se detectó en la sección de animales salvajes vivos.

Una prohibición permanente enfrentaría una oposición enorme por parte de los intereses empresariales, no les importa la salud

Muchos conservacionistas consultados creen que es probable que la prohibición temporal en China del comercio de vida silvestre— la cual se aplica a todos los mercados, tiendas y ventas en línea e incluye una cuarentena en todos los criaderos— sea considerablemente exitosa. El Gobierno ha establecido una línea directa para que las personas informen violaciones. “Esta es una situación de emergencia”, afirma Peter Li. “Todo el mundo está observando. Cualquier comerciante que viole la prohibición será reportado”. Además, el miedo al coronavirus reduce la demanda, aunque los vendedores estén dispuestos a ofrecer animales vivos ilegalmente, las personas no los querrían. Se cree que las civetas transmitieron el virus del SRAS a las personas. Hoy en día, la sopa de civeta sigue siendo una exquisitez para algunos. China ya ha recurrido a una prohibición anteriormente. En 2003, en el pico de la epidemia de SRAS, que se cree se originó en civetas, el Gobierno emitió una prohibición temporal para el comercio de vida silvestre. Seis meses después, levantó la prohibición permitiendo que los criaderos reanuden sus operaciones. Li indica que es difícil establecer si el comercio de vida salvaje en su conjunto ha crecido durante las últimas dos décadas, pero cree que muchas de las transacciones han pasado al mercado clandestino para evadir la aplicación de la ley. Siempre hay riesgo de que esto suceda nuevamente, menciona Sorrell. “Ha habido una brecha de 15-16 años [desde el SRAS], pero, ¿quién puede decir que van a pasar otros 16 años antes de ver a una nueva enfermedad emerger del mercado de animales vivos?

Para que la prohibición temporal se vuelva permanente, debería ser claro lo que realmente abarca. Algunos de sus términos son vagos, y dejan puntos a la libre interpretación de las autoridades locales de aplicación de la ley. Por ejemplo, ¿la prohibición incluye partes desecadas de animales salvajes, como huesos y escamas? Algunos expertos cuentan que debería, pero, por la manera en que está escrita, es confusa. Una prohibición permanente enfrentaría una oposición enorme por parte de los intereses empresariales, indica Li. El Departamento Estatal Forestal y de Pastos, el cual es responsable por emitir licencias a los criadores de animales salvajes, “ha sido el vocero de los intereses de la vida silvestre por mucho tiempo”, añade. (Ningún funcionario del departamento forestal ha respondido a una solicitud para formular comentarios antes de la publicación). Sorrell destaca la necesidad de prudencia en la búsqueda de una prohibición permanente.

Para que cualquier prohibición funcione a largo plazo, la gente debe creer que consumir animales salvajes es malo para ellos personalmente

“Me encantaría que no haya más animales silvestres en los mercados, que haya un punto final”, señala. Pero si se apresura la prohibición sin una consideración cuidadosa, el comercio de vida silvestre en su totalidad podría moverse a la clandestinidad, haciendo que “sea aún más peligroso consumir [un producto] porque no vemos dónde se está consumiendo o de dónde proviene”. “Para que cualquier prohibición sea efectiva, será importante obtener la aceptación de los ciudadanos”, agrega Caroline Dingle, bióloga evolutiva del laboratorio forense de conservación en la Universidad de Hong Kong, quien estudia los delitos contra los animales salvajes. “Para que cualquier prohibición funcione a largo plazo, la gente debe creer que consumir animales salvajes es malo para ellos personalmente”. Li señala que, si se adoptara una prohibición permanente, sería importante que el Gobierno adquiriera o compensara a los granjeros para que puedan buscar un nuevo sustento para sus vidas. Mientras tanto, para los escribanos aureolados al borde de la extinción por el reciente y rápido consumo, algo más hay que hacer. Ya es ilegal cazarlos, pero eso no ha disminuido su comercio.

Para Cordelia, la estudiante universitaria de 18 años de Cantón, la vida está paralizada. La universidad está cerrada y no puede visitar a su familia. Reflexionando sobre la crisis biológica que surgió de una práctica cultural que no apoya, Cordelia señala, “creo que la naturaleza nos da lo mismo que le damos nosotros”. Pero destaca la unidad que ha visto como consecuencia de la crisis, y la indignación en Weibo y en los diarios chinos. “Creo”, escribe en Instagram, “el cambio revolucionario es altamente posible”.

Los datos que de momento se conocen de la Covid-19 dicen que la enfermedad es más contagiosa y más letal que la gripe

Kiko Llaneras y Nuño Domínguez, expertos en informes estadísticos políticos y sociales ha publicado en el periódico español El País, un trabajo donde destacan que el nuevo virus es más peligroso que la gripe. Desde hace días se usa la comparación entre el coronavirus y la gripe común para quitarle importancia al nuevo virus. Es un argumento débil por dos motivos, según Llaneras y Domínguez. El primero es que la lógica funciona mejor al revés. Que la gripe sea un problema de salud es, precisamente, una razón para preocuparnos por el coronavirus: no queremos otro problema igual. El segundo motivo es peor: los datos que de momento se conocen de la Covid-19 dicen que la enfermedad es más contagiosa y más letal que la gripe. El coronavirus se extiende más. La gripe común tiene un 1.3 de número reproductivo, lo que significa que cada infectado pasa la enfermedad a 1.3 personas, en promedio. Ese número es el que se usa para medir el potencial de la epidemia. Cuando es superior a uno, la enfermedad tiende a extenderse. Es lo que pasó en 2009 con la pandemia de gripe H1N1, que tenía un número reproductivo de 1.5 y no pudo ser contenida. Ahora ese virus es uno de los cuatro que causan la gripe común. Los estudios disponibles apuntan a que el número reproductivo del coronavirus está entre 2 y 3. Es decir, que si no se toman medidas especiales, la Covid-19 infectaría a más gente que la gripe.

El ritmo de infecciones del coronavirus en comparación con el H1N1 de 2009 y con el brote de SARS de 2003 es mayor. Los contagios por coronavirus crecieron mucho más deprisa que la gripe H1N1 en sus primeros 30 días. Eso explica por qué hay expertos que creen que el virus no podrá ser contenido y que la Organización Mundial de la Salud (OMS) hable de una posible pandemia. El nuevo virus parece capaz de infectar a millones de personas. La gripe común, con su número reproductivo de 1.3, causó el año pasado 20 o 30 millones de enfermos en EE UU, según los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC), lo que supone el 7% de la población. En España, contando solo casos leves en atención primaria, el sistema de vigilancia de la gripe estima medio millón de contagios. Su crecimiento tiene potencial para ser rapidísimo. Si partimos de 20 enfermos de cada enfermedad y asumimos un ciclo de contagios de siete días, pasadas 12 semanas habría 466 infectados de gripe común y más de 30,000 de Covid-19. El coronavirus también parece más letal que la gripe. En Wuhan han fallecido el 2% de los enfermos detectados y fuera de Wuhan cerca del 0.7%, según la OMS. Son tasas entre tres y veinte veces más altas que las de la gripe común (0.13%) y la gripe H1N1 (0.2%).

Con el H1N1 en 2009 hubo 300 muertos con los 77,000 primeros casos, con las mismas infecciones el coronavirus se asocia a 2,200 muertos

El brote de coronavirus está siendo peor que el H1N1 en 2009: entonces hubo 300 muertos asociados a los 77,000 primeros casos (0.4%), pero con las mismas infecciones el coronavirus se asocia a 2,200 muertes (2.8%). Son siete veces más. Es importante resaltar que es probable que estas cifras de letalidad acaben siendo menores. La razón es que puede haber muchos casos de enfermos que no se detectan; personas que tienen síntomas leves y no acuden al médico. Eso reducirá la mortalidad del virus. Es un efecto que ya se produjo con el H1N1. Su mortalidad al principio era de un 0.4%, aunque ahora se estima en 0.1% o 0.2%. Una posibilidad es que hubiese hasta tres veces más casos de los registrados. Los datos de Corea del Sur apuntan en esta dirección. El país está monitorizando los casos con mucho detalle y ahora mismo reporta una mortalidad del 0.6% —se han producido 26 muertes con 4,335 casos detectados, tras testar decenas de miles de personas. Esto son buenas noticias, pero solo relativamente: aunque la mortalidad del coronavirus fuese un tercio de lo que dicen los datos actuales, seguiría siendo bastante peor que la gripe común. El epidemiólogo de la Universidad de Oxford Christopher Fraser ha explicado que la proporción de casos sin reportar podría ser del 50%, por lo que “la tasa de letalidad rondaría el 1%”. “Aunque haya dos o tres casos leves por cada caso confirmado, la severidad [del coronavirus] seguiría siendo muy alta. Solo si existen 10 o 100 casos leves por cada uno detectado cambiaría esta situación desde el punto de vista de la salud pública, y esto es improbable”, resalta. Aunque en este aspecto no hay consenso. El experto en virus de ARN Adolfo García-Sastre, investigador del Hospital Monte Sinaí de Nueva York, piensa que “existen de cinco a diez veces más infectados que lo que se está contabilizando actualmente, lo cual reduce mucho su letalidad”, resalta.

Otro problema es la falta de inmunidad. García-Sastre explica que incluso con un 0.1% de letalidad, este nuevo virus puede ser problemático si el número total de infectados supera con mucho el de una gripe común. “Al contrario que la gripe estacional, donde hay un número de personas que no son infectables porque tiene inmunidad, nadie la tiene contra este virus, así que va a infectar mucha más gente que la gripe estacional, lo cual hace que incluso si tiene la misma letalidad que la gripe, los casos absolutos serán mucho mayores, y eso va a suponer un reto al sistema hospitalario. Yo creo que este coronavirus no va a llegar a ser como el virus de la gripe de 1918, pero sí como el virus pandémico H2N2 del 1957”, explica el investigador.

Las infecciones irán a menos con el calor, son sensibles a condiciones ambientales como las temperaturas altas, la desecación y la luz del sol

Es una comparación para estar alerta. Un estudio de 2016 calculó 2,7 millones de muertes si un virus como el H2N2 surgiese en 2005, un valor intermedio entre las 0.4 millones de muertes achacables a la gripe H1N1 de 2009 y la “devastadora” gripe de 1918 que causó más de 60 millones de defunciones. Es probable que las infecciones vayan a menos con la subida de las temperaturas. “Como el virus de la gripe, los coronavirus son virus con envuelta, lo que les hace sensibles a condiciones ambientales como las temperaturas altas, la desecación y la luz del sol”, explica Isabel Solá, experta en virus de ARN del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC). “Por tanto, cuando llegue el calor lo previsible es que los virus que salgan en las secreciones de una persona y caigan en superficies externas se inactiven antes, lo que reduciría la transmisión”, detalla.

Oriol Mitjà, médico especialista en enfermedades infecciosas del Hospital Germans Trias i Pujol de Badalona, señala que “el coronavirus se quedará como un virus estacional, de manera que en verano habrá una transmisión muy reducida. El contagio es a través de gotas respiratorias que caen en el ambiente. El virus sobrevive 28 días en la gota si la temperatura es inferior a 10 grados, pero solo aguanta un día cuando hay más de 30 grados”, explica Mitjà, que advierte de que bajar la guardia sería muy peligroso. “En el momento en que las temperaturas bajen de nuevo el virus volverá. Por ello es importante desarrollar vacunas y tratamientos que podremos usar en años venideros”, resalta. El último motivo para no despreciar al nuevo virus es la simple precaución. El coronavirus puede acabar siendo un virus con el que convivir como la gripe, sí. Pero es nuevo y desconocido y aunque fuese solo por eso es lógico estar alerta.

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