La cosa pública
Por José Hugo Trejo
Hace dos años el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) se convirtió en el partido preponderante de México, al ganar su fundador, Andrés Manuel López Obrador, la Presidencia de la República, y obtener el triunfo también en la mayoría de los distritos electorales del país, en las elecciones para senadores y en casi todos los espacios de representación popular que estuvieron en juego en julio de 2018. Sin embargo, esa preponderancia podría ser sólo circunstancial ante el profundo desgaste a que ha sido sometido el partido presidencial, desde dentro y fuera, durante los dos primeros años de ejercicio gubernamental.
Tras su abrumador triunfo de 2018 y el desmoronamiento de los partidos Revolucionario Institucional (PRI), que mantuvo su hegemonía en el país desde 1929 hasta 2000, para luego recuperar la Presidencia de la República en 2012, y Acción Nacional (PAN) que ganó las elecciones presidenciales en 2000 y 2006, Morena, el partido del presidente López Obrador, parecía imbatible en cualquier escenario electoral del país. Su triunfo en las elecciones de 2019 para gobernador en Puebla y Baja California, dos entidades que estaban siendo gobernadas por el PAN, confirmaban esa percepción.
Sin embargo, el desgaste de Morena en el ánimo de los electores mexicanos comenzó a sentirse desde finales del año pasado, por el comportamiento de los grupos políticos que lo conforman que tanto a nivel nacional como en los Estados, se enfrascaron en serios conflictos y rebatingas por el control de los espacios de poder a los que tuvieron acceso, como ocurrió en el Senado de la República entre los grupos que encabezan el senador Ricardo Monreal y Martí Batres, o aquí en Quintana Roo, por el control del Congreso del Estado entre los diputados aliados con la senadora Maribel Villegas Canché y los que responden al diputado federal Luis Alegre Salazar; sin contar la disputa mayor que no cesa por el control de la dirigencia nacional del partido entre los partidarios del dirigente interino Alfonso Ramírez Cuéllar y la secretaria general, que estuvo en funciones de presidenta los últimos dos años, Yeidckol Polevnsky, que ya llegó hasta la interposición de demandas judiciales por presuntas irregularidades y desvíos en la administración de los recursos del partido.
Las políticas del Gobierno que encabeza López Obrador, que han despertado polémica y acres críticas de parte de sus adversarios y de los distintos grupos que han visto afectados sus intereses, han contribuido también al desgaste de la imagen presidencial, que hasta ahora se ha visto reflejado en las mediciones de opinión publicadas y publicitadas por diversas encuestadoras, con lo que también se afecta negativamente la intención de voto para Morena si nos atenemos a lo expuesto en esas mediciones.
Ser Gobierno es desgastante para cualquier liderazgo o partido, más cuando se llega a gobernar despertando expectativas tan altas como las que generó, y sigue generando aún entre el grueso de los mexicanos, el presidente López Obrador. Y si a ello le agregamos las circunstancias tan desfavorables que se asentaron en el país, como en el resto del mundo, con la aparición de la pandemia del coronavirus covid-19, el desgaste se acentúa como se reducen las posibilidades de que Morena consolide en 2021 la presencia electoral que obtuvo en 2018.
Sobre todo porque los morenistas de todo el país, los llamados cuadros distinguidos de cada Estado, no los militantes, han hecho muy poco para respaldar al Gobierno, pero sobre todo el proyecto de transformación del país en el que está montado el hombre que cargó con todos ellos a cuestas en 2018 ganando la Presidencia de la República y haciéndolos ganar, a muchos de ellos sin mérito alguno, las posiciones públicas desde las que sólo se han dedicado a exhibir sus miserias políticas y humanas, con las que contradicen y minan al partido que de manera ventajosa y oportunista abordaron hace poco más de dos años.
En Quintana Roo, por ejemplo, son escasos los diputados locales que llegaron al Congreso del Estado por Morena, aunque hayan sido nominados por otros partidos de manera formal, que representen el espíritu y los principios esbozados por este partido, ni mucho menos que respondan a las expectativas que pusieron en ellos los electores que a ciegas votaron por ellos solo por formar parte de la propuesta lopezobradorista.
Qué decir de los Gobiernos municipales encabezados por personajes como Mara Lezama Espinosa en Benito Juárez y Laura Beristaín en Solidaridad. O de la senadora Maribel Villegas Canché, que sólo trabaja para que la suerte corrida en la política estatal le alcance para la gubernatura a jugarse en 2022, ninguna otra cosa la anima más, ni vocación de servicio, ni visión de estado o compromiso alguno con la comunidad. Es la pura ambición y el facilismo con que ha conseguido armar su trayectoria política multipartidista, la que la hace echarse para adelante sin escrúpulo ni recato alguno para hacerse presente y ser protagonista de lo que sea.
Y eso es lo que más exhibe Morena como partido. Porque de eso se vistió erróneamente para ganar en 2018, cuando lo pudo haber hecho con mayor pulcritud y selectividad, pues la marca garantizaba la victoria, no los candidatos. En el 2021 las cosas serán diferentes y a Morena sólo la podrán salvar de la debacle, la fuerza con que llegue el presidente López Obrador y la inexistencia hasta ahora de una alternativa política distinta a la que ofrecen el PRI y el PAN, cuya experiencia en el Gobierno federal y en los Estados no fue nada grata para los mexicanos…