Signos
Bueno, los restos del PRI quintanarroense buscan saldos de rentabilidad, la que sea.
Los que lidera el gobernador Carlos Joaquín irán quizá con el verdemorenismo de la alcaldesa cancunense Mara Lezama y los demás con Marybel Villegas, arrastrados quizá, estos últimos, en una alianza de la franquicia de Dante Delgado (Movimiento Ciudadano) con panistas, perredistas y demás aglomerados.
Puede ser que el actual secretario de Gobierno, Arturo Contreras, siga candidatéandose para gobernador y que la exalcaldesa chetumaleña, Cora Amalia Castilla Madrid, también lo siga haciendo. Pero es claro que la partición del PRI está perfilada; que si por sí solo el tricolor no tiene posibilidades de nada, menos ha de tenerlas estando dividido; y que en su circunstancia sólo tiene dos sopas por alternativa: la del Niño Verde y la de la coalición multicolor.
Bien: ni el senador Monreal ni la senadora Villegas van a ser candidatos del Morena, ni a la sucesión presidencial ni a la estatal. Acaso puedan serlo del MC y de todo lo demás.
Y del dirigente nacional del Morena poco se sabe. Hasta hace poco era escudero del fundador real del Partido Verde, Marcelo Ebrard (que era escudero de Manuel Camacho, que a su vez lo era de Carlos Salinas, quien se había robado la elección presidencial del 88 y quería contrarrestar en algo el movimiento perdedor de Cuauhtémoc Cárdenas con la entonces piltrafa seudoindependiente de un nuevo partido, el PVEM). Pero ‘cachirul’ que es, a fin de cuentas -la esencia tricolor está en el espíritu nacional y en todos los partidos-, hoy se sabe que Mario Delgado recibe órdenes de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, quien a su vez las recibe del jefe máximo del país.
Las fotos de Monreal y Marybel Villegas con distinguidos militantes chetumaleños del PRI en el entorno del informe de la senadora -cuya nota más trascendente ha sido la de las fotos dichas-, tienen aroma de lo que se echa a perder, del alma compartida en antiguos arrabales políticos e idiosincráticos, y de hilachas que quieren entretejerse en un disfraz de ropavejero, tan nuevo y tan vanguardista para la salvación del Estado y del país, como las mañas incubadas en la cuna común.
Si como se sabe, y dentro de las banalidades electorales definitorias de las llamadas ‘cuotas de género’, la munícipe cancunense no aplica para la candidatura gubernamental del Morena, la senadora monrealista podría tener un mayor potencial contendiente sumando opositores a los actuales Gobiernos estatal y federal, como los de las célebres fotos referidas.
Es cierto lo que sostiene el líder -hasta ahora morenista- del Senado: en su partido no hay vida orgánica. Es natural: no puede haberla en un partido cuya única fuente de energía es la de su creador y guía unigénito, y cuya idolatrada política protectora no puede ser reemplazada por procesos internos que prescindan de ella, que es la que hace milagros tales como que pérfidas conciencias y procederes verdes puedan asumir mandatos populares, como antes los hacían posibles el soliloquio presidencialista y sus derivados regionales.
Y he allí donde el perfume sucesorio tiene más olorosos asegunes que el de la mujer que huele el senador zacatecano en Quintana Roo. Porque Rafael Marín Mollinedo, como paisano y amigo íntimo que es del patriarca del morenismo guadalupano, no suelta la tilma milagrosa con que, si él y su entrañable amigo presidencial quieren, pueden prender en el Palacio de Gobierno de la capital quintanarroense el incienso tabasqueño.
Sigue siendo anunciado por la dirigencia de su partido como posible candidato y eso parece bastante menos que azaroso, equitativo y democratico. Y como en los tiempos de Calles, el partido no es más que el dedo del caudillo.
SM