Claro, y también se puede culpar a los vendedores de drogas del envilecimiento de las sociedades consumidoras de drogas, y a la industria audiovisual y la comunicación cibernética de la vertiginosa decadencia del humanismo y la cultura, de la perversión generacional absoluta, y de todas las patologías libidinales y mentales de los adolescentes.
Con la llamada “Prohibición” sólo ganaron las mafias sangrientas que controlaban el clandestinaje del alcohol en los Estados Unidos, igual que casi un siglo después de esa ‘ley seca’ ganan hoy los traficantes de drogas.
La declinación estética y conceptual (artística, filosófica y de sectores, públicos y mercados disponibles para la creación y la producción intelectuales) es la del espíritu de la sociedad global y la degradación civilizatoria.
Las culpas son las mismas de todos los tiempos.
Nadie se hace cargo de las propias.
Como en la doctrina del ‘pendejo socrático optimista’: todos son pendejos menos él.
Mark Zuckerberg, Bill Gates, Steve Jobs y todos sus iguales son culpables de la idiotización generalizada de los tiempos, tronarían los jueces del Santo Oficio.
Y dirían más: las pandemias son culpa de los murciélagos chinos.
Y la depredación planetaria del cambio climático, los desbordados hacinamientos urbanos, y las migraciones y éxodos masivos de miserables son menos culpa del extremismo financiero del modelo democrático de mercado que de los pueblos de la ignorancia que se dejan someter por las tiranías enemigas del Mundo Libre.
De modo que hay que cargar contra el genio tecnológico de las redes sociales, ese maldito demonio constructor de zombis mientras los buenos padres luchan por hacer de sus criaturas cada vez mejores y más humanas y serviciales personas.
SM