ZARAGOZA.- Lo que parecía ser el comienzo de unas maravillosas vacaciones en Cancún se convirtió en un peligroso vuelo para el policía nacional Alberto García, de viaje familiar, y el sargento de la Guardia Civil Felipe Vilas, de luna de miel.
Estaban en pleno vuelo cruzando el Atlántico, cuatro horas después de su partida de Madrid y con otras cinco por delante hasta llegar a la idílica ciudad mexicana, cuando por el altavoz del avión se pudo escuchar: “Si hay algún miembro de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en este vuelo, que se identifique a la tripulación”.
Un pasajero bebido y agresivo estaba poniendo en peligro la integridad del vuelo y de los propios auxiliares de cabina. Fue entonces cuando García y Vilas, ambos destinados en Aragón, se convirtieron en los responsables de la seguridad de la aeronave. Pero no lo hicieron solos: junto a ellos, otro policía nacional de Murcia y otro guardia civil de Santander.
Todos ellos pasaron de inmediato a ser la máxima autoridad del avión para hacerse cargo de un individuo que a los propios tripulantes ya “se les escapaba de las manos”. Un hombre con pasaporte estadounidense pero que hablaba perfectamente español, de 1.85 metros de altura y unos 100 kilos de peso. “Era muy corpulento y tenía una actitud agresiva, debíamos estar todo el rato pendiente de él”, cuenta García al periódico Heraldo.es.
Todo comenzó cuando el detenido agredió sexualmente a una de las auxiliares de vuelo, insultó a un pasajero y aporreó la puerta del baño para golpear a otro. Gritaba porque no encontraba su botella de whisky y amenazaba con encerrarse en el baño con un mechero y prender todo el avión.
“Estaba claramente bebido. Cuando nos acercamos a él estaba reclinado en el asiento, con las piernas en el pasillo y vapeando”. La intención de Alberto y de Felipe era “hablar con él, con mano izquierda” para calmar la situación. Algo que resultó imposible ya que, cuando el individuo vio acercarse a los policías, “se levantó de forma brusca para intentar defenderse”. Entonces, tal y como relatan, tuvieron que inmovilizarlo con unas bridas y una cuerda que tenían las azafatas en el avión.
Los viajeros estaban asustados. “Algunos pensaban en el 11S, tenían miedo de que pasara algo”, explica Felipe Vilas, a lo que añade que el individuo les amenazó con asesinarlos: “Nos dijo que cuando llegáramos a México nos iba a matar y también a toda nuestra familia”.
Todavía quedaban cinco eternas horas de vuelo en las que tenían que aguantar con el hombre a bordo. “No había sitio para custodiarlo, tuvimos que sentarnos en unos asientos libres y arrinconarlo en la esquina”, narra García. Dada la gravedad de los hechos y la situación de inseguridad en la que se encontraban todos los viajeros, el piloto planeó “incluso realizar un aterrizaje de emergencia en un aeropuerto alternativo”, cuenta Felipe Vilas, gallego destinado en la Guardia Civil de Valderrobres.
Finalmente no fue necesario. “Se durmió una media hora y luego estuvo hablando más tranquilo de su trabajo como camionero”, recuerdan. Aunque fue por poco rato, ya que más tarde siguió con una actitud agresiva, hasta que por fin aterrizaron en Cancún. “Avisaron a todos los viajeros de que tenían que mantenerse sentados en sus asientos porque iba a entrar la Policía mexicana”, relatan.
Entonces, tres agentes de la guardia de México se llevaron detenido a este estadounidense que había convertido en una pesadilla para muchas personas lo que en principio iba a ser un vuelo tranquilo de vacaciones.
Ya en Cancún y con el individuo custodiado, solo se oían aplausos que ovacionaban a Alberto García, a Felipe Vilas y a los otros dos compañeros. Por fin comenzaban las vacaciones familiares de Alberto y la luna de miel de Felipe.
Fuente: Heraldo.es