Que paguen los traidores a la regeneración moral, dice Luisa Alcalde

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Signos

Si Claudia se sabe a salvo de las revelaciones del Mayo que implican tratos y negocios que tuvo que tener con personajes del más alto perfil policial, ministerial, judicial, militar y político (los Gobernadores de Sinaloa, por principio, y los de tantos otros Estados en los que operaba) para consolidar uno de los imperios criminales más poderosos (por influyente e impune) del mundo entero durante más de medio siglo, acaso le convenga que sea el Gobierno estadounidense el que señale y llame a cuentas a los delincuentes políticos, los pertenecientes al obradorismo, vinculados con el crimen organizado.

Así no sería acusada ni de desleal ni de cómplice, preservaría la fuerza política que le fue legada y las idolatrías del tabasqueño, y podría deshacerse de una buena manada de rufianes que desacreditan su liderazgo, su Gobierno, su partido y su país.

Quizá.

Se trataría de una estrategia ejemplar. Y de una oportunidad servida en bandeja de plata.

Lo de menos son las ambigüedades. De hecho, en la confusión informativa se esconden mejor las verdades y las estrategias más eficaces y convenientes (sobre todo las relativas a las operaciones de Inteligencia) frente a los juicios y los prejuicios de los sectores enemigos y de los amigos: que niegue que los estadounidenses intervienen en México hasta donde ellos se ufanan de que lo hacen (que también deben quedar bien con su recalcitrante opinión pública y su proselitismo trumpiano); que lo hagan hasta donde sea conveniente para extirpar el cáncer de la delincuencia política y el crimen organizado, mientras se cumplen acuerdos del mismo modo beneficiosos para Estados Unidos y México, y tolerables en términos de soberanía y sostenibilidad constitucional.

Aunque a Claudia le importe más, pateando la lata discursiva de la ‘colaboración sin subordinación’, que el guante sobre la delincuencia obradorista mayor vaya despacio, mientras trata de resolver la encrucijada arancelaria y fiscal sin perder las cuotas populares recibidas de Andrés Manuel.

Y ya van cambiando los tonos del discurso claudista. Del que prueben los ‘americanos’ que hay delincuentes de la regeneración moral, al de Luisa Alcalde, que en nombre del claudismo corre por fin el velo de la impunidad para nadie al que se negaba la cúpula morenista: si hay delincuentes en su partido, que se les persiga. Dijo, finalmente.

SM

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